La verdad que el objeto está dando qué hablar. No tanto para dialogar, que es diferente, sí para monólogos y escuetos actos expresivos tipo interjección más frase breve que incluye calificativo, generalmente para los promotores. Coincido con quienes opinan que es innecesario, oneroso y rancio. Si algo tiene de positivo es que no puede verse desde cualquier sitio. No obstante, por salir del bucle, no está de más pensar en sus potenciales efectos más allá de los obvios.

¿Se han planteado que puede activar la creatividad del habla local? Es posible que dentro de unos años sea habitual oír es más alta o está más flaco o va más tiesa o es más caro que el palo de la bandera.

Esto respecto al mástil. El cuadrilátero textil es un asunto bastante más delicado. Aunque yo no tengo receptores para ninguno, comprendo que para muchas personas será verlo y sentirse navarrras, con tres erres, porque en estos casos la ortografía ha de rendirse, y de hecho lo hace, a la emoción. Y una emoción que se precie siempre embarga y se salta las reglas.

No por ello dejo de hacerme preguntas que comparto. ¿Las banderas se lavan y se reutilizan o se desechan? Si se lavan, ¿cada cuánto? ¿Se han comprado por lo menos dos, quita y pon? ¿Está previsto que su uso —si efectivamente se está usando la bandera o, si es más correcto el término, su exposición— la decolore o debilite? No hay que olvidar que está a la intemperie y el sol y la lluvia le afectarán y el polvo arrastrado por el viento actuará como una lija. Y luego están las palomas, que aun siendo apolíticas no se privarán de depositar su opinión como si hubieran sido consultadas. Por lo demás, les deseo el mejor verano posible.