Como en uno de esos libros de ‘Dónde está Wally’, en los que hay que encontrar al del gorrito rojo y blanco, la plaza del Ayuntamiento se ha convertido este miércoles en un curioso lienzo en el que descubrir desde 'guiris' peregrinos con sus mochilas de acampada en pleno meollo, preguntando por alguna dirección, hasta cámaras colgadas de cables para grabar al más puro estilo travelling, en las alturas. Grupos de gente empapada en alcohol tintando de colores el epicentro festivo y una pareja haciéndose una foto alzando dos patas de jamón (¿hinchables?), a lo lejos. Busca al GEO en el tejado. Busca los sombreros rojos de paja, la pancarta que pide SOS para el 0-3 en uno de los balcones, el chico al que están manteando -“Oé, oé, oé”- y al que tira kalimotxo desde las alturas, como un descosido. O a los que se vuelven a mirar, pero no lo encuentran. La mancha ya, para mañana... y hará falta lejía.

El Chupinazo de hoy ha devuelto abrazos. Reencuentros. Una plaza llena que ha comenzado a desperezarse bien pronto, con cientos de personas que aguardaban ya para las once de la mañana con cánticos, balones hinchables y ropa manchada. Las mascarillas se han contado con los dedos de una mano y los chubasqueros han convivido durante un buen rato con las gafas de sol (las de colorines) en momentos en los que el sol parecía querer asomar, hasta que han caído las primeras gotas, ya con fuerza, para las 11.30. Pero para esa hora ya quedaban pocos huecos (y nada de miedo), que en adelante irían llenando incluso los accesos de Santo Domingo, y la marea central -a rebosar de juventud que ha conseguido mantener el buen ambiente y el punto festivo hasta el final- ha sabido contagiar a todo el mundo convirtiéndose en una lombriz gigante que se ha contoneado, entre corrientes de gente, esperando a que se prenda la mecha.

BANDERAS Y PANCARTAS

A falta de diez minutos para el lanzamiento del Chupinazo han emergido las pancartas, casi de entre la nada. Ondeantes, primero la blanca y negra, a favor de los presos (euskal presoak etxera). Han asomado después la ikurriña (Gora Herria), una bandera de Navarra y otra de Sozialismoa Eraiki. Y entre silbidos, pitidos, canciones (ya para San Fermín), ha aparecido Unzué por el balcón y han llegado los brazos y los pañuelos en alto, los botes, los nervios y la emoción. Más, si cabe.

Ya no llovía entonces pero nadie se ha dado cuenta. 18 º en el termómetro y descorches de champán en las ventanas, confeti desparramándose en colores para pintar una plaza abarrotada. ‘Diles que se vayan’ y ‘UPN Kanpora’, de fondo, han convivido con ‘Si no tienes un duro no te hace caso nadie’ o ‘Qué bien lo llevas, Calatayud’, entre otras, hasta la salida del cordón policial, que ha dividido la plaza en dos con la llegada de los txistus y los tambores.