La ilusión y los nervios de los más pequeños se apoderaron ayer de la cuesta de Santo Domingo en el primer día de encierro txiki de estas fiestas. “A ver, ¿Hueles a toro?”, le preguntaba un padre a su hijo. “¡Que va! Me he cagado y he ido por detrás”, contestó el niño todavía agitado. El siguiente se celebrará mañana a las 11.30h. La dinámica se repetirá. El recorrido de la carrera será desde los corrales de Santo Domingo hasta la plaza del Ayuntamiento. Habrá cuatro turnos; primero correrán los más pequeños con sus padres y después los niños solos, que serán perseguidos por los toricos de cartón cedidos por el centro comunitario Auzonea. Es un proyecto llevado a cabo por participantes de la carrera del encierro grande y la federación de peñas.

Los primeros turnos eran para los más pequeños, que corrieron de la mano de sus padres.

Los más valientes tenían claro que repetirían, otros tuvieron suficiente con la emoción de ayer. Lo que une a la mayoría de estos niños es la ilusión por correr con los toros de verdad, por lo que se lo toman como una práctica para el futuro. Entre los veteranos se encontraban Xabier, Unai, David, Jon y Josu, una cuadrilla de entre 11 y 12 años que, con periódico en mano,contaban orgullosos que llevan participando desde los seis, y aseguraban haber corrido “muchísimas veces”. “La primera vez lloré”, confesó Xabier. “Pero ahora somos muy buenos”, añadió después. “A mi un toro me ha pasado con la rueda por encima del pie”, contó Jon. Pero no le preocupaba que en un futuro lo que le pisase fuese una pezuña de verdad, pues “es lo que hay”. Josu explicó que cuando le pasaba el toro cerca no sabía en que pensar: “Cuando pasa por delante o por al lado lo que más te preocupa es qué hacer y ver a la gente que tienes delante para que no te pase nada”. El joven grupo se toma muy en serio su afición, explicaron que habitualmente practican con carretones. Unos hacen de toros y persiguen a sus amigos, que simulan ser los corredores. “Cuando tengamos 18 correremos en Estafeta”, afirmaban todos.

Los niños corrieron ayer delante de los toricos de cartón en la cuesta de Santo Domingo.

Hubo también algún que otro herido. Adrián, de cinco años, participaba por primera vez cuando alguien lo empujo y cayó al suelon. “No me ha pillado el toro pero he dado la voltereta entera”, relataba. Su madre le limpiaba la herida de la mano con un pañuelo. “No me duele”, aseguraba el pequeño. Como el resto de niños que acudieron a la cita, decía querer correr cuando fuese mayor, una idea con la que su madre Maite no simpatizaba tanto: “Una cosa es que corra aquí, pero con los toros ya no me haría tanta gracia...”.

Natural en Pamplona

Algunos también se preparaban para seguir los pasos de sus familiares. Andoni, de 11 años, acompañaba a su primo Oier de cuatro en su primera experiencia como corredor. Andoni explicaba que cuando sea mayor quiere correr porque a su tío un toro le pisó la mano. Pero, ¿Si a él le pasase lo mismo? “Pues así seguiré con la tradición familiar”, decía despreocupado y muy seguro de su afición. Su madre Karina reconocía que la idea de que su hijo corriese le producía “respeto”, pero como su hermano y su padre lo han hecho toda la vida, lo tiene normalizado. “Yo creo que es natural en Pamplona querer correr el encierro, sino nadie estaríamos aquí”, decía señalando todas las familias de su alrededor. El más pequeño, Oier, aseguraba no haber pasado miedo: “Ayer estuvimos en el de fuego y ese sí que daba miedo porque parecía de verdad”. También sueña con correr en un futuro. “A éste en Sanfermines habrá que llevárselo fuera de Pamplona...”. decía entre risas su tía.