Txikis a hombros de sus padres con chiribitas en los ojos, pequeños que entregaban sus chupetes a los gigantes en pañales debido al calor infernal y una Plaza Consistorial abarrotada que se desgañitaba cada vez que un kiliki o zaldiko entraba en acción. A

yer, la Comparsa bailó ayer por última vez estos Sanfermines y se despidió con un show comandado por el kiliki Barbas, que se atrevió a cantar una ranchera. Un show de despedida. 

A las 12.30 horas, la Corporación Municipal, que había acudido a la misa de la Octava a San Fermín, llegó a la plaza del Ayuntamiento, donde los gigantes, los kilikis, los zaldikos y los cabezudos dedicaron varios bailes a los concejales.

La Banda de Música La Pamplonesa interpretó Cenon Iribarren y La Dominguera y los dantzaris municipales de Duguna –vestidos con unos trajes blancos y rojos y con unos gorros repletos de flores azules, moradas, blancas, naranjas y rojas– bailaron cuatro canciones con espadas, makilas, tiras de colores y se despidieron al ritmo de las castañuelas. 

A partir de este momento, empezó el show dirigido por el kiliki Barbas, que, de repente, apareció en el balcón del primer piso de Casa Seminario. “¡Pero qué calorina hace. Qué ganas teníamos de veros, qué ganas teníamos de volverrr!”, exclamó Barbas, que se animó a cantar la ranchera Volver, volver junto a dos trompetistas de la Pamplonesa. 

Barbas, el dinamizador de la despedida, prosiguió con su show y comenzó a presentar a todos los miembros de la Comparsa. Primero salieron los zaldikos, que nada más pisar la Plaza Consistorial empezaron a pegar con su verga a los más pequeños. Después fue el turno de los kilikis, que fueron apareciendo a cuenta gotas por los distintos balcones de la Plaza Consistorial. Cada vez que un kiliki salía a un balcón, el público se desgañitaba como si de estrellas se tratasen. “¡Aquí está Berrugas, aquí está Napoleón!”, gritaba la chavalería. 

Con todos los integrantes presentados, comenzó una lluvia de caramelos desde los balcones y los más pequeños se volvieron locos. La plaza se convirtió en una especie de campo de batalla donde todos iban a la caza del caramelo. Mientras, los zaldikos aprovechaban la situación y repartían vergazos de lo lindo.

La amona y caravinagre

La tormenta dulce amainó y el cabezudo La Amona salió al balcón del primer piso de Casa Seminario. “¿Dónde está Barbas?”, preguntó la amona. “Espera, voy a buscarte”, contestó el kiliki, que fue al balcón pero la amona ya no estaba, se había escondido en el interior de Casa Seminario. 

A partir de ahí, jugaron al gato y al ratón, salían y entraban al balcón a destiempo y por distintas ventanas. Hasta que Barbas, cansado de las bromas, ordenó a la amona que saliera de una vez: “¡Haz el favor de salir!”. La amona le hizo caso y se fundieron en un abrazo. 

Desde las alturas, ordenaron a los gigantes que se repartieran por toda la plaza y empezaran a dar besos a los más pequeños. Los gigantes obedecieron y por primera vez en todos estos Sanfermines descendieron de las alturas y besaron a los niños y niñas a ras de suelo. 

La amona, que estos dos años ha “echado mucho de menos los besos”, sacó un caldero y una poción mágica. “Para que no volvamos a vivir otra pandemia”, deseó. Barbas y la Amona dijeron las palabras mágicas –Bat, bi, hiru, lau, riau, riau– , una bengala se encendió y empezó a salir humo naranja del caldero. Con el conjuro realizado, y antes de irse con sus amigas a echar un pote al Café Iruña, la amona vaciló a Maite Esporrín y Joseba Asiron.

Manteo a 'Caravinagre' en la despedida de los Gigantes

Manteo a 'Caravinagre' en la despedida de los Gigantes Mikel Sola

A partir de entonces, el foco de atención se centró en el travieso de Caravinagre, que aún no había aparecido por ningún balcón. “Caravinagre se está haciendo una PCR. No sé dónde está, voy a pagar la zona azul en la Rochapea y de paso voy a buscarle”, bromeó Barbas, que se dejó la verga en el balcón. 

En ese instante, apareció Caravinagre, que le robó la verga a Barbas, pidió al público que no dijera nada y se escondió en Casa Seminario. Tras jugar un rato al escondite, Barbas encontró a Caravinagre, le echó la bronca y le ordenó que bajara a la plaza y pegara a los niños. 

Últimos bailes

Después del show, los gigantes bailaron los últimos valses de estos Sanfermines y a las 14.00 horas se metieron al Ayuntamiento. Parecía que todo había acabado, pero el público empezó a gritar “Queremos más” y “San Fermín, San Fermín” y las puertas del zaguán se abrieron de nuevo. La Comparsa salió al completo, la gente formó un pasillo y chocaron las manos mientras sonaba La Polonesa. Para rematar, mantearon a Caravinagre y Barbas en el zaguán. Un show.