el segundo motor a reacción del mundo fue navarro y ya está en el Museo del Aire. La pasada primavera, una réplica de este artilugio, de gran importancia para el desarrollo de la aviación, fue instalado en dicho museo y con ello, se reconoció oficialmente a su autor, el capitán de Aviación Virgilio Leret Ruiz, nacido en Pamplona y asesinado en Melilla en 1936 por su afinidad a la República y su posicionamiento contrario al golpe militar de Franco. La historia de este motor a reacción es pareja a la de la corta vida de su inventor y su exhibición en el Museo del Aire, un logro de su hija, Carlota Leret, que no ha cejado en su empeñó de llevar este motor hasta donde considera debe de estar. Eso sí, la instalación del motor en dicho museo pasó desapercibida porque, pese a haber pasado 78 años, las autoridades militares pidieron discreción. Se ve que aún hay temor a destapar aquellos crímenes.

Corría el mes de julio de 1935 cuando el entonces capitán de la Aviación Militar, Virgilio Leret Ruiz, de 33 años de edad, patentó un motor a reacción al que denominó Mototurbocompresor de reacción continua. El motor de Leret, según expertos, inventado tan sólo cinco años después del primero que se patentó en el Reino Unido, contaba con importantes diferencias de funcionamiento respecto del inglés y aumentaba considerablemente su rendimiento. Debido al asesinato de su inventor en 1936, el motor no pudo ser construido en su momento, pero 78 años después su réplica se terminó el pasado mes de abril, tras dos años de trabajo en que se fabricaron seis piezas de gran formato, más de un millar de piezas medianas y más de 1.500 pequeñas, según el Ministerio de Defensa.

Gracias al acuerdo de donación alcanzado entre el Ejército del Aire, a través del jefe del Servicio Histórico y Cultural, general Javier Muñoz Castresana, y la hija del inventor, Carlota Leret O’Neill, el Motor Leret ya se puede contemplar y estudiar en el hangar número 2 del Museo de Aeronáutica y Astronáutica, situado en Madrid. Este museo es un organismo del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire (SHYCEA) cuya finalidad es la adquisición, conservación y exposición de los bienes que constituyen el Patrimonio Histórico de la Aeronáutica Española. De titularidad estatal, lo gestiona el Ministerio de Defensa.

pamplonés y represaliado Virgilio Leret Ruiz nació en Pamplona en 1902 y murió fusilado en Melilla la madrugada del 18 de julio de 1936 por oponerse al golpe franquista, lo que, según documentación reciente, le convertiría en el primer oficial asesinado en la Guerra Civil. Durante su corta vida, siempre ligada al ejército del aire, hizo la carrera de ingeniero mecánico electricista, participó en la guerra de Marruecos como aviador, escribió libros de ficción y desarrolló diversos proyectos, entre los que destaca su modelo de motor de avión a reacción, que patentó en julio de 1935. A la vez, formó una familia junto a la escritora y periodista Carlota O’Neill, madrileña de origen mexicano con la que tuvo dos hijas. Su mujer pasó cinco años encarcelada por los mismos que mataron a su marido.

historia del militar La vida de Virgilio Leret ha sido recogida en documentales y publicaciones con el afán de sacar a la luz a protagonistas de la historia que los vencedores de la Guerra Civil se han esmerado en ocultar durante la dictadura franquista. Hace tres años, el periodista de EITB Mikel Donazar, presentó el documental El Caballero del Azul, producido, bajo su dirección, por EITB y que contó con el apoyo de la UPNA y de la Fundación Aena. El investigador madrileño Antonio Cruz González, con la colaboración de la hija de Virgilio Leret, Carlota Leret O’Neill, publicó hace dos años el libro Virgilio Leret Ruiz. Una vida al servicio de la República sobre el devenir de este militar navarro.

Ambas obras descubren a “un oficial ejemplar, leal a la República, de talante progresista y carácter abierto y familiar”. “Virgilio Leret fue un hombre honesto, íntegro, que cumplió con su obligación y defendió el juramento que había prestado hasta el final”, dijo Antonio Cruz González durante la presentación del libro.

Hijo del coronel Carlos Leret Úbeda, Virgilio estudió en los Maristas de Pamplona, hasta que a los 15 años ingresó en la Academia de Infantería de Toledo. A los 25 años ya era capitán y había terminado la carrera de Ingeniería. Hablaba francés y árabe y participó en la guerra de Marruecos. Estaba totalmente volcado en el ejército y en sus proyectos, pero también tenía tiempo para tocar el violín y para escribir ficción, firmando con el seudónimo de El Caballero del Azul. Relatan quienes han indagado en su figura que nunca se abstrajo de lo que sucedía a su alrededor. De hecho, fue encarcelado tras una polémica con el general Manuel Romerales al cuestionar ante él la normativa castrense que prohibía a los militares participar en manifestaciones políticas.

Sin embargo, aprovechó la prisión para diseñar los planos de su motor turbocompresor a reacción. En paralelo a esta intensa actividad, en los años 20 conoció en Barcelona a la que sería su esposa, Carlota O’Neill, que marcó profundamente su vida. Tras su fusilamiento, ella fue la encargada de mantener viva su memoria y su legado una vez que salió de la cárcel de Melilla, donde permaneció cinco años tras el golpe franquista, apartada de sus hijas, cuya custodia tuvo que recuperar con mucho esfuerzo antes de partir definitivamente hacia Venezuela, primero, y México, después, donde plasmó su historia en el libro Una mujer en la guerra de España.

azaña ordenó su fabricación Su hija Carlota, economista, desde que se jubiló hace diez años ha tratado de recopilar toda la documentación existente sobre su padre. Dentro de ese material, destacan, sin duda, los planos del motor. Lo curioso del caso es que su hija tuvo que hacerse con una copia de los depositados en la oficina de patentes de Madrid, ya que, tras el asesinato del comandante, Carlota O’Oneill los hizo llegar al Gobierno británico, que, a pesar de que dicha entrega está registrada en el Foreign Office, nunca ha sabido o querido hacerlos públicos.

Cuando lo mataron, Virgilio Leret tenía 34 años y su nombre, que ni siquiera llegó a escribirse en una lápida -nunca se supo dónde fue enterrado- estaría hoy en las enciclopedias y quizá en alguna plaza de no haber sido fusilado aquella noche del 17 al 18 de julio de 1936 en que, como describió su viuda, se oyeron “los primeros disparos que iban a incendiar el mundo”; los del inicio de la Guerra Civil, que siguieron hasta que terminó la II Guerra Mundial.

En 1935, a Leret se le había concedido la patente de su invento: el Mototurbocompresor de reacción continua, primer motor a reacción español. El presidente de la República, Manuel Azaña, había dado orden de que empezara a fabricarse en septiembre de 1936 en los talleres de Hispano Suiza de Aviación, pero para entonces Leret llevaba más de un mes muerto. Ahora, 78 años después, su hija Carlota ha logrado que se exponga por fin en un museo.

Carlota Leret participó el pasado abril en el acto de homenaje a las personas asesinadas en Navarra por el bando franquista. En este encuentro de recuerdo y reivindicación celebrado en la Vuelta del Castillo de Pamplona con motivo del aniversario de la II República, Carlota Leret no se cortó un pelo: arremetió contra los Borbones y reivindicó la república como fórmula de gobierno. Avanzó también a este periódico que el motor de su padre estaba a punto de aterrizar en el Museo del Aire.

para la paz, no para la guerra Pero volviendo a la historia familiar, en 1941, la viuda de Leret, Carlota O’Neill quedó libre y fue a la casa donde durante casi cinco años, bajo una loseta, habían estado escondidos los planos del turbocompresor junto al texto con el que Leret acompañaba su invento: “Extiéndese en torno al globo el tentáculo enorme del paro forzoso convertido en hambre. Ansias de mejoramiento social lo invaden todo. Pero este mejoramiento ha de venir unido forzosamente a progresos materiales, y el más importante, el eje de todas las relaciones humanas en el porvenir, el único que logrará formar un bloque sólido con la humanidad, es el transporte aéreo”... Leret, explica su hija, quería que su motor agilizara la comunicación entre distintas sociedades, “es decir, que sirviera para la paz, no la guerra”.

“No tenemos fecha exacta de cuando concibió y empezó a realizar su proyecto pero yo calculo que fue a mediados del año 1931 y lo termina en enero de 1935”, añade Carlota desde México. Y precisa: “Los planos están firmados en el Castillo del Hacho enero de 1935 -el Castillo del Hacho es una fortaleza militar situada en Ceuta donde estuvo confinado tres meses por haber hecho preguntas irrespetuosas, según ellos, al general Romerales”.

La hija de Leret dispone del proyecto original marcado con el n° 2 que constan de 67 páginas con dos grandes planos. “Estos planos estuvieron viajando por los diferentes lugares de España que como militar mi padre estuvo destinado. Viajaron con mi madre al salir de la cárcel a Madrid, Barcelona, Canarias, México y Venezuela, y finalmente están en Madrid donde los guardo. Es decir viajaron por tres continentes”.

El periplo de los planos no tiene desperdicio. “ Fueron presos políticos en la fortaleza del Castillo del Hacho, en Ceuta, y con mi madre Carlota O’Neill en la fortaleza de Victoria Grande en Melilla, cárcel de la cual pudieron huir gracias a una presa política amiga de mi madre, que junto con la colaboración de su hijo de 14 años los llevaron a casa de sus padres José Vásquez Córdoba y Carmen Millán que vivían en Melilla en el barrio El Hipódromo y que los escondieron hasta que mi madre salió de la cárcel” .

sin celebración Los planos viajaron en aviones militares, barcos de líneas regulares, un barco petrolero y aviones civiles de líneas regulares. “Mi madre conservó siempre los planos con ella. Cuando murió en Venezuela yo encontré junto a los planos una carta borrador de mi padre dirigida al Registro de la Propiedad Industrial de Madrid de fecha marzo de 1935, que me hizo pensar que ese invento había sido patentado por mi padre, fui a Madrid y en el Registro conseguimos a nombre de Virgilio Leret Ruiz la patente de invención Número 1377228 del 2 de julio de 1935”.

Instalar el Motor Leret en el Museo del Aire no ha sido fácil. “En el museo se entusiasmaron, pero me dijeron que no tenían dinero”, asegura Carlota quien no quiere decir cuánto ha invertido en encargar la maqueta del turbocompresor, de 2.674 piezas y en cuya fabricación se emplearon 2.500 horas. “No quiero que piensen que soy una loca”. Una pequeña parte de la réplica se ha financiado con los derechos de las memorias de O’Neill, quien en su libro relata toda una vida de cárcel, exilio y penurias, y, sobre todo, su estrecha relación de amor con su marido, probablemente el primer fusilado de la Guerra Civil.

Con motivo de la instalación del motor y los paneles en los que puede verse la trascendencia del proyecto y la breve biografía de su autor “no hubo ningún acto de celebración por deseo expreso de las autoridades militares”, lamenta Carlota Leret, aunque destaca que “lo importante es que se está reconociendo la figura del comandante Virgilio Leret como un inventor, que de no haber sido fusilado el 17 de julio de 1936 su motor habría sido una realidad con el consiguiente honor para su autor y para España”.