El marido de Mari Cruz Inés está vivo gracias a la rápida intervención de un compañero y al buen hacer de los profesionales sanitarios. Su pareja sufrió un ictus el 2 julio de 2020, una fecha que Mari Cruz recuerda con amargura aunque destaca la rápida activación del código ictus.

“En el momento en el que su compañero detectó que le estaba dando llamó al 112 y en cuestión de media hora mi marido estaba en quirófano. El protocolo me pareció magnífico”, relata la mujer, que ahora forma parte de la asociación Adacen, que esta semana ha organizado junto al Hospital Universitario de Navarra (HUN) unas jornadas con motivo del Día Mundial del Ictus, que se celebra este sábado 29 de octubre. En uno de los actos organizados se abordó la toma de decisiones en el proceso de ictus y Mari Cruz pudo explicar su experiencia y la de su marido.

Tras el episodio y la rápida activación del código ictus, una vez en el hospital, el protocolo siguió siendo muy bueno: “Tu vida da un vuelco y sabes que hay un daño pero no sabes hasta dónde llega. En todo momento me sentí acompañada por los profesionales, me decían:‘Estamos aquí, si necesitas cualquier cosa nos dices...’ Me sentí protegida”. Mari Cruz se deshace en elogios hacia los sanitarios que atendieron a su marido, pero el problema viene después. 

“El protocolo de ictus inicial es muy bueno, pero luego se pierde. Una vez que se va recuperando, te mandan unos meses a Ubarmin a hacer rehabilitación y después a casa. Entonces, ¿la enfermedad que tiene quién la controla? porque Yo no me sentía capacitada... Ahí veo un fallo, no hay continuidad en el protocolo, las revisión son cada muchos meses y alguien tendrá que controlar la evolución del paciente”, relata.

“En el hospital me sentí acompañada en todo momento; el problema es al volver a casa”

Mari Cruz Inés - Familiar de un paciente con ictus

En este sentido, reclama también mayor información, no en el hospital que allí la comunicación era buena, sino después, “algo de preparación para lo que viene luego": “Al año mi marido empezó a sufrir ataques epilépticos. Yo no sabía cómo actuar, era algo que no sabía que podía pasar y menos cómo actuar”.

Por ello, pese a valorar muy positivamente la atención recibida, Mari Cruz reclama que esa atención se alargue en el tiempo y llegue también al momento de volver a casa porque “de repente pasas de estar súper atendido y de tener cubiertas las necesidades a estar sola en casa con una persona dependiente”. “Hay un protocolo buenísimo y una atención magnífica, pero acaba en Ubarmin. Después te quedas en el limbo”, sostiene Mari Cruz.

Mejor comunicación

Yolanda Mutilva cuenta su experiencia en una de las jornadas organizadas por el HUN. Iban Aguinaga

Junto a Mari Cruz intervino también Yolanda Mutilva, también integrante de Adacen, que sufrió un ictus isquémico en 2020. “Fui trasladada en el momento del ictus y estuve tres meses ingresada en la unidad. Allí estuve muy bien cuidada, pero con el tiempo te das cuenta de que hay cosas que no se te han comunicado”, relata.

Yolanda incide en que le hicieron una serie de pruebas que no sabía para qué eran y que se las explicaron al tiempo. “Quizá no lo hicieron antes porque mi situación no lo permitía”, reconoce.

“Me explicaron muy bien las secuelas físicas que podía tener, pero no se detuvieron tanto en las emocionales”

Yolanda Mutilva - Usuaria de Adacen que sufrió un ictus en 2020

Pero Yolanda echó en falta más comunicación, al igual que Mari Cruz, también para lo que se viene al volver a casa. “Sí que nos explicaron muy bien las secuelas físicas que podía tener, pero no se detuvieron tanto en las emocionales, todo lo que tiene que ver con la inclusividad, o con las relaciones personales y familiares”, expone Yolanda, que reconoce el buen hacer de los profesionales: “Yo por supuesto me fiaba de todo lo que me hacían y de lo que me recomendaban, tenía plena confianza en ellos”.