Resulta inevitable que María, la madre de Ana, eche la vista atrás y reviva algunas discusiones que tuvo con su hija con la nueva información que ahora ha obtenido. “Pero no me hago reproches, lo que me hago son preguntas. Pero sobre todo de quererla tanto como siempre la he querido. Al final de todo esto te das cuenta de que tienes una hija más fuerte y más madura que su edad, que la preparas para muchas cosas en la vida, pero nunca preparas a una hija con 18 años para que se enfrente a un maltratador. La he educado en el esfuerzo, en saber aceptar el no, en situaciones problemáticas cotidianas, pero no en algo así. Ella no pensó que alguien tan malo pudiera hacerle también cosas buenas”, responde María, en la misma charla con su hija. Ana precisa: “Lo que yo pensaba era que un maltratador era un monstruo en todos los sentidos, no que pudiera tener dos caras. Me parecía imposible que un maltratador pudiera tener cosas buenas como él tenía”.

La mano de Ana junto a la de su madre Oskar Montero

María recuerda que la relación de su hija con su novio “nunca creí que pudiera ser maltrato, o algo tan negativo. No me hacía gracia que saliera con un chico bastante mayor que ella con la edad que ella tenía. Le estaba quitando sus años de aprendizaje en una relación. Pero lo veía como una pega, no era nada tremendo. Sí que recuerdo que le decía que la veía nerviosa y que no estaba preparada para una relación con un chico mayor. Eso le llegue a decir. Pero supongo que en esos momentos ella pensaba que le compensaban otras cosas en la relación”.

“Damos las gracias a quienes trabajan para que las víctimas reciban la atención necesaria para acabar con algo que rompe sus vidas”

De todo el proceso, madre e hija se felicitan de pese a haber vivido una experiencia tan traumática se han sentido tratadas con todo el respeto, sensibilidad y una profesionalidad fuera de toda duda. “Doy gracias a todas las personas que trabajan en el día a día para que las víctimas reciban en comisaría y en los juzgados la atención que necesitan para terminar con una situación que rompe sus vidas”, agradece María. Si precisamente algo les ha sorprendido, es que un maltrato que llevaba tiempo oculto, que se ejercía de modo sibilino y del que nadie había tenido conocimiento, finalmente fue denunciado y terminó condenado en apenas tres días. Y Ana pudo salir del juzgado con una sentencia en las manos, una orden de alejamiento y la firme convicción de empezar otro camino muy alejado del anterior.

Una familia unida

Y lo hará de la mano de su familia, sin duda. Porque el trauma vivido seguro que ha fortalecido sus lazos. “Al final tenemos que estar orgullosos de que no ha podido con nosotras, de que hemos estado muy unidas. Estábamos aparentemente bien pero ahora estamos mucho mejor. Y veo que mi hija ha tenido un gran mérito, que ha sido valiente, humilde y se ha dejado ayudar”. Ana tiene tiempo y ganas de lanzar una broma que le viene a la cabeza. Recuerda que, ahora, una vez que todo ha terminado, sus padres le dicen que se alegran “de que les volviera a molestar con la música todo el día”.

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Pese al final feliz, y a la recuperación, María confiesa que todo “ha sido durísimo. Ver a una hija sufrir por un maltratador que se ha encontrado por el camino es terrible. Ella decidió que era una persona buena, que tenía defectos. Pero no era eso. Era algo peor. ¿Quién tiene información suficiente con 18 años para saber eso?”.

Ana y su madre OSKAR MONTERO