El trabajo es un símbolo de salud, por lo que para muchas personas la pérdida de su puesto laboral como consecuencia de una incapacidad significa un nuevo duelo que lleva incluso a replantearles su propia identidad. En el caso del cáncer, existe también el miedo a la reinserción, al “y si ya no valgo para esto” y al “qué pensarán de mí mis compañeros”. Para conocer más estas inquietudes, la Asociación Contra el Cáncer de Gipuzkoa reunió hace unas semanas a varias expacientes de Onkologikoa con responsables de empresas en la tercera edición de la iniciativa Lazos que unen. Eva de Dios, padeció un cáncer de mama, y Amaia Larrea, responsable de Recursos Humanos de Super Amara, relatan su experiencia.

A la donostiarra Eva de Dios le diagnosticaron un cáncer de mama con 42 años, en 2019, al poco de haber empezado a trabajar en una nueva empresa. “En el primer momento el trabajo es lo de menos. El temor es a perder la vida, no el trabajo. En lo que pensaba era en mis hijos”, cuenta esta madre de dos chavales, de 9 y 7 años de edad. No obstante, con el paso del tiempo y una vez asimilada la enfermedad, el pensamiento cambió. “Acudir a la empresa para decir que tienes cáncer no es fácil. No quieres dar pena, que todos te miren de forma diferente y que te traten como a una enferma más”, explica.

Existe también el miedo a cómo actuará la empresa y a qué respuesta dará, cómo reaccionará ante una noticia como esta. “En mi caso, la acogida de la empresa fue muy buena, y eso que llevaba muy poco en ella. Aún así, a pesar del apoyo que puedes tener, te entra el pánico. Tu autoestima se pone en el suelo y crees que no vales para nada”, relata esta donostiarra, que tuvo que parar y centrarse en su recuperación.

“Hay mucha gente con incapacidad que quiere trabajar. Un trabajo no solo es un sueldo, es ser útil, tener un aprendizaje y relaciones personales. Un problema de salud lo cambia todo”, cuenta Amaia Larrea, de Super Amara, para quien es fundamental que las personas enfermas se sientan apoyadas por la empresa. “Es muy importante hacer un recorrido personal con cada uno. Cada persona es diferente y algunas quieren dejarse ayudar y otras llevarlo de manera más íntima y personal. También hay que saber respetarlo”, explica la responsable de Recursos Humanos, donde han vivido esta enfermedad en primera persona.

Algunas de las enfermas “no quieren decir que tienen cáncer” porque existe el miedo a perder el puesto de trabajo. Para evitarlo, los entornos laborales deben ser espacios cómodos y seguros para el paciente. “No es fácil, pero hay que conseguir que vean a la empresa como un apoyo más, tanto de sus compañeros como de sus responsables. Al perder la salud se pierde la rutina diaria y eso lleva a estar en el mismo punto constantemente”, agrega Amaia. “Parece que cuando tienes cáncer y no puedes trabajar debes rodearte solo de enfermedad, y eso es lo peor que puedes hacerEstar con gente que no vive contigo, poder hablar de otras cosas y rodearte de vida te da un subidón. A mí me ayudó muchísimo ver a luchadoras que lo habían superado”, expresa, por su parte, Eva, quien ha podido dejar atrás esa etapa oscura de su vida.

Recuperación y curación

Tras una baja larga causada por una enfermedad como esta, un médico debe evaluar al paciente y decidir si puede incorporarse a su puesto de trabajo; si puede trabajar, pero no como lo hacía antes; o incluso si no puede regresar. “Cada caso es único. Alguien que debe hacer mucho esfuerzo físico, por ejemplo, quizás ya no pueda hacerlo, por lo que es necesario un cambio”, explica Amaia, al tiempo que asegura que en Super Amara cada reinserción se adapta a cada trabajadora, hablando “en todo momento” con ella.

A Eva, tras superar el cáncer, se le comunicó que debía volver a trabajar, pero ella ya no era la misma que antes. “De cara a la galería estás bien, pero por dentro no te ves capaz como antes”, relata. En su caso, volver a trabajar era regresar a turnos de 24 y 48 horas atendiendo a ocho personas con discapacidad, a limpiar su ropa y a cocinar todas las comidas. Un esfuerzo físico que no era capaz de hacer. “Soy una persona muy positiva, pero se te acaban las ganas de todo. Después de lo que has pasado quieres vivir, no morir trabajando”, apunta.

Ante esta situación, Eva habló con la empresa y buscó otra manera de incorporarse, más conforme con su estado actual, tratando de evitar turnos tan largos. “Me dijeron que no había opción de trabajar solo por las mañanas. La puerta se me cerró por falta de una opción B por el tipo de trabajo que era, no porque no quisieran”, explica. A sus 45 años, Eva ha decidido buscar un nuevo trabajo y seguir adelante. Sin embargo, reinventarse tras una enfermedad como esta no es nada sencillo. “No es volver a empezar, tengo mucha tralla detrás. Soy una persona enérgica, pero tienes un peso contigo. Sientes que ahora no puedes volver a ser tú misma”, afirma.

Es en momentos como este cuando cobra mayor importancia si cabe la gente que te rodea, la familia, los amigos y compañeros de trabajo, pero también la ayuda psicológica que te puedan dar. En su caso, esta labor vino por parte de la Asociación Contra el Cáncer, donde también le guiaron en todo momento sobre sus derechos laborales y sobre cómo reaccionar ante cada nuevo paso. “En muchas empresas pasa que no se sabe distinguir entre recuperación y curación. Es algo que hay que seguir fomentando y para ello la comunicación con el paciente es muy necesaria”, observa.

“Las empresas debemos ayudarles en el desierto del cáncer. Hay que apoyarles y darles confianza, incluso si es necesario hacer un seguimiento. Tenemos que conseguir que cuando vean la llamada de un compañero o de un responsable no se piensen que es por algo del trabajo, sino porque hay alguien que está interesado en cómo se encuentra. Lo personal debe estar sobre lo laboral”, concluye Eva.