La hemiparesia es una enfermedad que afecta al sistema nervioso central, en concreto, a una parte del cuerpo, como el brazo, la mano o ambas. El 45% de personas que sufren Daño Cerebral Adquirido (DCA) presentan esta secuela, sobre todo debido a un ictus.

Precisamente esto es lo que le ocurrió a Julia Ngui el 5 de enero de 2020. Desde entonces, perdió la movilidad del brazo izquierdo, y aunque puede realizar pequeños movimientos, hace mucho tiempo que su cerebro olvidó que debe enviar órdenes a dos brazos, y no solo a uno.

Con el objetivo de proporcionar una mayor autonomía a personas que, como Julia Ngui, padecen hemiparesia, en la Asociación de Daño Cerebral de Navarra (Adacen) han comenzado a trabajar con un exoesqueleto de uso industrial cedido por Iruña Tecnologías, en un proyecto al que han denominado Autonomía al cuadrado.

UNA HERRAMIENTA REVOLUCIONARIA

El exoesqueleto es un artilugio que, usualmente, se ha utilizado en el ámbito industrial para evitar los trastornos musculoesqueléticos (TME) y ayudar a los operarios en tareas ergonómicamente perjudiciales, como es el caso de puestos de trabajo que exigen mantener peso en alto. “Hace seis años empezamos a trabajar con exoesqueletos y después Adacen propuso aplicar este mecanismo a pacientes”, ha señalado César Montalvo, director de Iruña Tecnologías de Automatización y CEO de Biosafety.

Además, el exoesqueleto se está introduciendo en el sector de la medicina con un objetivo económico, pero la finalidad de Adacen es otra muy diferente: avanzar en los procesos de rehabilitación y facilitar la vida diaria de las personas que tienen dificultades de movilidad. El nuevo exoesqueleto podría, por lo tanto, potenciar la autonomía por dos vías: en el hogar como ayuda técnica para la vida diaria, y en Adacen como herramienta de rehabilitación revolucionaria.

¿CÓMO FUNCIONA?

El exoesqueleto favorece la movilidad del hombro. Así, modifica los ejercicios y multiplica los beneficios físicos y neurológicos de la rehabilitación. También produce importantes efectos a nivel emocional, puesto que los pacientes recuperan la conciencia de una parte del cuerpo que ya no percibían. “Se puede calibrar, ajustar y es muy cómodo. No requiere de motores ni de carga. Su función es impulsar el brazo, aunque para ello el usuario tiene que tener un mínimo de movilidad”, ha indicado Andrés Ilundáin, director de Adacen.

A través de este proyecto, se pretende detectar y realizar las mejoras necesarias para adaptarlo a la rehabilitación y, si finalmente se confirma su utilidad, a la vida diaria de personas con esta dolencia. Además, fisioterapeutas de Adacen propondrán las mejoras, siempre basadas en las sensaciones y necesidades de las treinta personas usuarias que participan en el estudio, y en Iruña Tecnologías realizarán las adaptaciones del exoesqueleto para adecuarlo a estas demandas.

Otra de sus grandes ventajas es el precio, ya que los exoesqueletos médicos pueden costar unos 100.000 euros, mientras que un dispositivo de este tipo cuesta solo entre 4.000 y 5.000 euros.

DOS FASES

Ilundáin ha explicado que el proyecto, en el que participan 30 pacientes, consta de dos etapas. La primera se desarrollará hasta junio de 2023, y en ella se realizan dos trabajos. Por un lado, analizar desde qué punto parte cada persona usuaria y adaptar el dispositivo para que pueda ser cómodamente usado y ajustado por cada una de ellas. Por otro lado, se está utilizando ya en rehabilitación de forma autónoma junto a otras tecnologías que utiliza la entidad. Con diez de las personas participantes se llevará a cabo un trabajo más intensivo, con el objetivo de utilizar el exoesqueleto para mejorar la autonomía en la realización de actividades de la vida diaria, como comer o asearse. En la segunda fase, que se desarrollará desde junio de 2023 hasta junio de 2024, además de continuar con la rehabilitación, se probarán los exoesqueletos en los domicilios para determinar de qué forma pueden aumentar la autonomía y mejorar la calidad de vida.

MEJORAS FÍSICAS Y EMOCIONALES

Julia Ngui, tras enseñar el funcionamiento del exoesqueleto en una de las salas de Adacen, se ha mostrado feliz y agradecida. “Yo no sentía mi brazo izquierdo. Después de usar esto, ahora mi cerebro sabe que tengo un segundo brazo. El primer día que me lo pusieron mandó información a mi cabeza, los médicos me decían ‘sube la mano’, y yo no me lo creía, de repente podía moverla”, ha expresado, con asombro.

“¡Vamos a por ello, Julia! ¡Tú sola!”, le animaba su terapeuta, Amaia Aguas, mientras sonreía al ver que Ngui cogía un objeto con la mano.

Estamos en una fase muy inicial pero el exoesqueleto ya está dando resultados. Asiste de manera rápida y sencilla, y a nivel emocional les ayuda muchísimo. Para ellos es increíble que, de pronto, puedan mover una parte de su cuerpo que antes no respondía como debía hacerlo”, ha concluido la terapeuta.

Andrés Ilundáin también se ha mostrado muy ilusionado con el proyecto, "sobre todo por la alegría que hemos encontrado en las personas usuarias que participan en él. Nos dicen que han recuperado un brazo que ya no tenían, que habían olvidado, y que eso es muy satisfactorio. Independientemente de que pueda o no trasladarse finalmente a los hogares, sí que sabemos ya que ofrece muchos beneficios en la rehabilitación".