“A mí me gusta preparar muy bien mis improvisaciones” dice Pedro Miguel Etxenike (Isaba, 1950) con ironía. Este martes el físico navarro estuvo en Pamplona presentando El nombre de la rosa, el emblemático largometraje dirigido por Jean-Jacques Annaud en 1986. Una película que adapta el célebre libro de Umberto Eco, que Etxenike había presentado antes que en Iruña en Donostia el 13 de enero y el 14 en Bilbao. Proyecciones que sirven al físico para desgranar algunos de los retos, fortalezas y debilidades de la ciencia en la actualidad. Etxenike quiere que conste su agradecimiento a Ricardo Díez Muiño, del Donostia International Phsics Center (DIPC), a Joxean Fernández, de la Filmoteca Vasca, y a José Luis Rebordinos, director del Festival de Cine de San Sebastián, las tres patas de este ciclo.

Presentó un largometraje que está en la retina de mucha gente. ¿Por qué este ciclo y esta película? 

–En Donostia International Physics Center siempre hemos defendido que la ciencia es parte esencial de la cultura y el humanismo, y por lo tanto, tenemos una obligación de contribuir a la cultura científica, que colabora con otras ramas. El cine es una de ellas, una forma de transmitir la ciencia, y la ciencia una forma de transmitir algunas cosas interesantes para el cine. Este es el sexto año de ciclo, y siempre inauguro. Soy como los bertsolaris. El director del DIPC, que tengo el honor de presidir, me suele decir las películas, y casi siempre me parecen bien. El nombre de la rosa es una película excepcional, maravillosa, para transmitir valores de la ciencia, humanismo moderno, racionalidad, rechazo a la intolerancia...

Cuando se ve varias veces, se perciben nuevos detalles. 

–En general, la obra literaria de Umberto Eco es una ópera abierta, tiene varios niveles de lectura. Esta es una película de laberintos. El de la biblioteca, el de la inquisición, el de la abadía... enseña muchas cosas aprovechando que el fraile Guillermo de Baskerville acude a una abadía de la Italia septentrional para acompañar a sus hermanos franciscanos en una discusión teológica sobre la pobreza de Cristo y la pobreza en la iglesia. Creo que no es inferior al libro, que también he leído. 

Umberto Eco no solo en lo literario, también en lo filosófico, dejó una impronta potente.

–El libro y la película están llenos de intertextualidades. Baskerville remite a la novela de Arthur Conan Doyle, protagonizada por Sherlock Holmes, El sabueso de los Baskerville. El nombre del noviciado es un homenaje a Simplicio, el personaje de Galileo sobre los diversos sistemas del mundo. Y el protagonista Guillermo de Baskerville rememora a Guillermo de Ockham, uno de los grandes teólogos, autor de La navaja de Ockham, sobre que no hay que tener más hipótesis que las necesarias. Un hombre precursor de ideas constitucionalistas y democráticas. Pero la clave de la película es el enfrentamiento entre la racionalidad, el método científico de Guillermo, con el fanatismo religioso, representado de forma diferente por el inquisidor, Bernardo, y por los monjes de la abadía, en especial Jorge de Burgos, otra conexión, en este caso con Jorge Luis Borges. Muy bonita, porque Borges dice que entre los diversos instrumentos que el hombre ha creado el más asombroso es el libro. El telescopio es la extensión del ojo, el teléfono, del oído, y el libro la de la imaginación. 

“Lo importante en el conocimiento es saber entender, y transformar eso en análisis y creatividad”

Una de las preocupaciones de Eco era la religión. ¿La crisis religiosa ha menguado los debates entre ciencia y religión?

–Eso se ha reverdecido con el fallecimiento del papa Benedicto XVI. A raíz de su muerte, he leído su biografía y su intervención en Ratisbona y en el Reichstag. Él insistía mucho en que la cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma. Lo que ya decía Xavier Zubiri, que solo la ciencia europea es comparable en grandeza al Dios de Israel, a la metafísica griega y al derecho romano. Yo no conozco lo suficiente, y soy muy eurocéntrico, pero tendería a estar de acuerdo con esto de Ratzinger y de Zubiri sobre la identidad de Europa. Ahora, la discusión conmovida por la obra de Ratzinger ha coincidido con el tiempo que he dedicado a pensar en la película. Ratzinger llega a afirmar que actuar contra la razón está en contradicción con la naturaleza de Dios. Al principio existía el logos, dice el evangelio de San Juan. Logos es tanto razón como palabra, y es la posición de Guillermo de Baskerville, la racionalidad, que viene de los griegos y se traslada a la cultura europea, en gran parte por la iglesia, a la vez que la irracionalidad. Es una paradoja. La racionalidad de los griegos estaba en el corazón de Europa y queda muy bien reflejada en la película.

Racionalidad que hoy parece enfocarse mucho a las emociones y a la notoriedad; culto a lo estético y ritmo diferente al de la ciencia.

–La ciencia, el pensamiento, requiere sosiego, tiempo para leer, para disfrutar, para pensar. Pero la ciencia tiene una estética intrínseca comparable a cualquier obra de arte. Umberto Eco escribió un libro sobre la belleza donde está presente la armonía de la ciencia y del arte. La ciencia es racionalidad y armonía, coherencia interna, pero a la vez rechazo a la autoridad. Es decir, el verso de Horacio, nullius addictus iurare in verba magistri; no hay que prestar juramento o lealtad al argumento de autoridad. En la presentación del miércoles mostré una frase de Aristóteles, diciendo que todos los cuerpos pesados caen más rápidamente que los cuerpos livianos. Y mostré un experimento de la NASA con unas cámaras de alto vacío inmensas en el que la naranja y la pluma caen igual, de acuerdo a la teoría de Newton. Eso es lo que la ciencia aporta, la adecuación al principio de realidad. El triunfo de la ciencia moderna es fruto de esa combinación: la racionalidad y el experimento. Y la ciencia, es muy curioso, en cierto modo se basa en una creencia que nos viene de los griegos a través de los teólogos cristianos, que es creer en la racionalidad del universo. En definitiva, se basa en una fe, en que el mundo es comprensible. No hay pruebas científicas de que tenga que ser así, ni tampoco de que nuestra mente, que es fruto de una evolución, contingente, tenga que ser capaz de entenderlo. Todo eso está en la peli. 

“En general, la obra literaria de Umberto Eco es una ópera abierta, tiene varios niveles de lectura”

Otra cuestión que toca es la transmisión del maestro al alumno, que requiere su tiempo.

–Exacto. El respeto y el amor por el conocimiento racional, que está en los libros. Es muy bonito el amor que Guillermo de Baskerville tiene por los libros, en esa biblioteca a la que tienen acceso pocos. Uno de los momentos en los que la película es superior al libro es la alegría en el rostro de Sean Connery cuando descubre esa biblioteca, y la profunda tristeza al ver luego que va a arder, hasta el punto de estar dispuesto a morir, y de pedir a su pupilo a que salve los libros y no a él. De ese conocimiento que estaba antes solo en libros dispuestos para maestros que transmitían su conocimiento, de una biblioteca para privilegiados, donde la gente viajaba para copiar libros, con la imprenta pasamos a una persona un libro y ahora modernamente a una persona una biblioteca. O con internet, todas las bibliotecas conectadas. 

Se debate sobre si la revolución digital promueve la lectura de forma más ecológica, si se ha perdido sosiego al enseñar e introspección para leer, y si es más tangible la edición impresa que la de la pantalla. ¿Cómo se sitúa?

–Yo soy hijo de mi tiempo. Mi padre siempre me decía que no disfrutábamos del sosiego de la lectura y que nuestro bachillerato era una tontería comparado con el suyo. Cada vez que tengo la tendencia de decirle a mis hijas lo mismo, me acuerdo de lo del padre y me contengo. Pero yo disfruto del libro, de tenerlo en la mano, de guardarlo, de saber subrayarlo. Mientras, veo que mis estudiantes, de los que estoy tan orgulloso de a dónde han llegado, funcionan de otra forma, pero no diría que peor. Yo en los inviernos de Isaba leía y casi lloraba con David Copperfield o me emocionaba con Salgari. Tengo tendencia a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero luego la evidencia de ver a mis estudiantes, los nuevos investigadores, con nuevas ideas, nueva fuerza y nueva ilusión, me hace pensar que no, que cualquier tiempo pasado fue peor. Es una tensión dual. Contraria sunt complementa, decía el escudo de armas del físico Niels Bohr.

“La racionalidad viene de los griegos y se traslada en gran parte a la cultura por la iglesia a la vez que la irracionalidad”

¿Qué valor le da a la erudición? ¿Se ha devaluado con el acceso digital?

–Yo nunca he admirado la erudición, porque ¿qué más da saber 5 que saber 20 cuando hay 20.000 millones por saber? Lo importante es acertar en el núcleo esencial del conocimiento de las disciplinas, lo mismo en las universidades. Que sepamos entender y lo que sepamos, lo sepamos bien, de forma en que una vez que se sabe, en nuestras manos se transforme en instrumento de análisis y creatividad. La erudición en sí es estéril, y además con internet ya innecesaria. Algunas erudiciones son un concepto notarial del saber. Una vez le oí a Rajoy decir: usted tiene que venir con los temas bien sabidos. Como si los problemas que se va a encontrar un político fuesen de un temario de oposiciones. Lo que hay que venir es con una cabeza que sepa pensar, entender, utilizar lo que se sabe para crear cosas nuevas. Yo valoro una educación que enseñe a pensar. Los griegos nos enseñaron muchas cosas, pero sobre todo a pensar. Y eso está implícito en la forma en que Guillermo de Baskerville razona ante los problemas de asesinatos y de otro tipo que surgen en el monasterio.

Eso implica mayor exigencia que a la que estamos acostumbrados.

–Mucha más. Entender va más allá que saber. Significa apropiarse de lo que uno sabe, concentrarse en lo esencial, ante los que siempre van a ser imprevisibles cambios o problemas futuros. 

¿La sabiduría tiene un componente de prudencia?

–De prudencia y de riesgo racional. Eso también enseña que no solo es la ciencia lo que vale. Los problemas que nos encontramos incluyen aspectos que no tienen el mismo grado de cientifismo, así que debemos estar abiertos a otras ramas de las humanidades. A otras ramas, porque la ciencia es parte esencial del humanismo moderno. 

“Si la mano de Irulegi sirve para generar el orgullo de pertenencia y la preservación del euskera, bendita sea”

El filósofo navarro Gregorio Luri, acaba de sacar libro. Dice que “la utopía se ha desplazado de lo social a lo tecnológico. En lugar de cambiar el mundo para que aparezca un hombre nuevo, nos proponemos mejorar los laboratorios para producir un hombre de diseño”. ¿Está de acuerdo?

–No, nos proponemos entender la naturaleza en los laboratorios para ayudar a que surja un hombre nuevo con otros conocimientos, y que tenga en cuenta que no todo lo posible es deseable y que la tecnología es un instrumento maravilloso, pero que necesitamos otros aspectos, gente como él, que reflexione sobre esto y nos haga pensar. Con la literalidad de lo que dice, no estoy de acuerdo, pero con lo que probablemente está detrás de su deseo de sabiduría, de mejora y de bondad, sí lo estaría. 

Pocas veces se percibe que un hecho científico dentro de la lingüística y la historia tiene un impacto social tan grande como la ya célebre Mano de Irulegi. Como navarro y vasquista habrá seguido el acontecimiento. 

–No, no, como navarro y vasquista no; como navarro y vasco. Vasco de Navarra. Navarro del Roncal y roncalés de Isaba. Vasquista también, pero como vasco de Navarra sí que tiene un impacto, pero en realidad para mí el idioma vasco, aparte de un instrumento para preservar; hoy que se preserva la ecología, ¿cómo no se va a preservar esta joya? No necesitaríamos la ratificación de nuestra antigüedad, pero si esto sirve para generar el orgullo de pertenencia y la preservación de este instrumento cultural, y el uso, que además no va contra nadie, bendito sea. Si no estuviese la Mano de Irulegi, el euskera merecería la pena igualmente. Pero si posibilita que a muchos se les abra los ojos, bienvenida.