Una de las periciales más cuestionadas del juicio fue el informe psiquiátrico que elaboraron dos peritos contratadas por la defensa para elaborar un dictamen sobre la imputabilidad del acusado. Es decir, es un informe que no encarga el juzgado, sino que el propio procesado reclama que se le haga a través de su abogado defensor y que abona de su bolsillo. El acusado no quiso someterse en su día a la exploración de los forenses adscritos al juzgado por consejo de su letrado anterior.

Las psiquiatras afirman que Santiago Martínez padece un trastorno mixto de personalidad con rasgos narcisistas y obsesivos (“lleva muy mal empatizar con las personas y tiene una imagen sobrevalorada de sí mismo”) y un trastorno de adaptación que le lleva a tener falta de control de sus impulsos en situaciones de estrés y ansiedad. Según estas especialistas, el procesado sufrió un episodio de arrebato al agredir a la víctima. Ellas dictaminan que el hecho de que en la llamada telefónica que recibió de su vecina, la víctima le respondiera “este hombre me va a matar”, es un “estímulo detonador de su ira patológica y que motivó la agresión, porque era la primera vez que se siente cuestionado en público y que le acusan de maltratador.

Ahí se pone en juego todo su crédito, su valía, y él nos dice que se le rompía la vida. Actuó de forma autómata, con sus facultades alteradas de forma moderada-grave, hasta que despierta por el olor a sangre”. Se les preguntó entonces: ¿Sabía lo que hacía? Las psiquiatras respondieron: “Él dice que enloqueció porque le llevaron a enloquecer. El narcisista es demasiado prepotente como para admitir su culpa”.

La acusación particular, que defiende los intereses de la víctima y de su familia, trató al igual que la Fiscalía, de sembrar otras hipótesis respecto a las afirmaciones que realizaban las especialistas. El abogado de la acusación les preguntó en qué pruebas objetivas se basaban para afirmar que había sufrido un arrebato el acusado o que, en lugar de eso, lo que quería realmente era matar a su mujer porque la odiaba y porque queria separarse.

¿Descartan que fuera a matarla por odio?, les inquirió. “Sabemos que la agresión surgió tras la llamada de la vecina a Ana”. Pero, ¿por qué lo saben, qué datos objetivos hay?, insistió el letrado en preguntarles. “Por el relato que hace el acusado”. ¿Y si no fuera cierto lo que dice? “El diagnóstico de su trastorno sería el mismo, cambiaría el arrebato”.