El primer rescate en la novena misión del Aita Mari no ha tardado en llegar. Un bote de madera de pequeñas dimensiones e inestable, con una treintena de personas haciendo señas y pidiendo auxilio, fue avistado ayer miércoles por la tripulación del barco humanitario, poco después de llegar a la zona de búsqueda y rescate, en aguas del Mediterráneo central. Todas ellas están ya a salvo en el buque. El perfil de los náufragos revela la extraordinaria vulnerabilidad de los migrantes, y las penosas condiciones del viaje: a bordo de la patera iban once mujeres, tres de ellas embarazadas, además de diez niños, cuatro de muy corta edad, e incluso un bebé de 3 meses.

Según ha informado la ONG Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), los náufragos no disponían de equipos de seguridad individuales ni colectivos, "existiendo un riesgo inminente de pérdida de vidas humanas". La mayor parte de las personas rescatadas proceden de Costa de MarfilSenegal Guinea Conakry.

Tras realizarse el rescate y siguiendo la legislación vigente, el Aita Mari ha pedido puerto. El Gobierno italiano de la ultraderechista Georgia Melonni se lo ha concedido en Civitavecchia, muy cerca de Roma, pero a unos dos días de navegación.

El nuevo decreto italiano que fija las condiciones en las que deben desarrollarse estas tareas humanitarias supone una dificultad añadida para las embarcaciones civiles, ya que les obligan a dirigirse al puerto nada más realizarse el primer rescate, sin opción de socorrer a más náufragos, y los muelles a los que deben dirigirse está muy alejados.

Una situación que, como ha señalado SMH, “aumenta el sufrimiento de los supervivientes que llevan meses, incluso años en unas rutas migratorias en las que han visto vulnerados todo tipo de derechos humanos”.