Muchos expertos califican ya a la obesidad como la pandemia del siglo XXI. ¿Comparte esta afirmación? 

–Sí, estoy de acuerdo. La realidad es que la situación es preocupante porque la prevalencia de sobrepeso y obesidad se ha triplicado desde los 80. Al principio el incremento fue paulatino pero en las últimas décadas las cifras ya están en unos rangos desorbitados. Así que sí que podemos hablar de una pandemia. Pero, como digo, esto no es algo reciente, llevamos unas cuántas décadas. Sí que a raíz de la covid-19 se le ha prestado algo más de atención porque los pacientes con obesidad tenían más riesgo de desarrollar un coronavirus grave. Además, los datos que se usan en las estadísticas suelen ser del Índice de Masa Corporal (IMC), pero si en vez de este indicador se tiene en cuenta el porcentaje de grasa del paciente, las cifras son todavía más preocupantes. Los estudios que hacemos así lo han demostrado.

¿Qué factores hay detrás de la obesidad?

–Es algo multicausal, influyen muchos factores. Desde luego, una mala alimentación y la falta de ejercicio físico son dos pilares, pero luego están los factores genéticos, aunque estos no se han modificado en los últimos años, y una serie de condicionantes que facilitan el incremento de la obesidad y el sobrepeso. Uno de ellos es el aumento del estrés de la población, tanto a nivel laboral como familiar. Es un gran determinante porque produce alteraciones en el sueño y dormir mal está demostrado que tiene un impacto directo sobre la grelina, que son las hormonas que regulan el apetito. Luego que cada vez haya más personas con obesidad hace que crezca la posibilidad de que sus hijos también tengan exceso de peso.

¿Y qué consecuencias tiene?

–Cuando vienen los pacientes a nuestras consultas, les explicamos que la obesidad no es algo meramente estético o de un problema de sobrecarga de las articulaciones, sino que afecta al sistema cardiovascular. Nuestro corazón realiza un sobreesfuerzo y al final sobrecarga todos los órganos: el hígado, los pulmones, etc. Esto provoca que las personas con obesidad sean más propensas a desarrollar dislipemia –alteración en los niveles de lípidos en sangre–, diabetes tipo 2, hipertensión, síndrome de apnea obstructiva del sueño, de sufrir un infarto, un accidente cerebrovascular... También se ha demostrado que se asocia con un aumento del riesgo de desarrollar ciertos tumores.

Especialmente preocupante es el crecimiento de la obesidad infantil, ¿no?

–La obesidad infantil ya era preocupante antes de la pandemia y ahora lo es más. Nosotros colaboramos con el servicio de Pediatría de la clínica y vemos muchos niños que tienen los mismos porcentajes de grasa corporal que los adultos que se someten a cirugía bariátrica –la más común, la reducción del tamaño del estómago– y es algo que conlleva comorbilidad asociada. Cada vez vemos más menores con diabetes tipo 2, con hígado graso, con hipertensión arterial... Y pienso: “¿cómo es posible que se dé esta situación?”.

Claro y eso se arrastra a la edad adulta...

–Claro, las personas que tienen obesidad ahora han estado expuestos a este exceso de peso durante un tiempo más limitado, digamos unos 5 o 10 años. Pero si tú ya eres un niño con obesidad con 10 años, ¿cómo vas a llegar a los 50?Porque habrás estado expuesto a un exceso de peso durante 40 años. Es dramático. La obesidad infantil se sigue incrementando, antes era raro ver a un niño con exceso de peso y ahora casi es lo habitual. Por primera vez en la historia de la humanidad, la esperanza de vida de los hijos va a ser menor que la de sus padres y esto es en parte porque la obesidad se asocia con una menor expectativa de vida. Por poner un ejemplo: un varón con un IMC de 40 –a partir de 30 ya se considera obesidad– tiene una esperanza de vida 12,3 años menor que la de uno con normopeso –el adecuado para una persona–.