¿Qué material inédito recoge el libro impulsado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi que recoge la aportación de todos los investigadores que han trabajado en la puesta en valor de Irulegi?

–En el libro enseñamos el proceso de investigación y explicamos cómo llegamos a plantear las hipótesis que manejamos actualmente. Además aparece todo el equipo de investigación y creo que es algo importante, ya que subraya el carácter multidisciplinar del proyecto. Es un libro con abundantes ilustraciones y un estilo muy divulgativo, pero a la vez lo suficientemente riguroso para poder entender con claridad los resultados y el proceso de investigación que estamos llevando a cabo.

¿Qué balance hacéis de lo que ha supuesto este hallazgo cuatro meses después de darlo a conocer y dos años después del descubrimiento? Como dice en el libro Javier Velaza, “la mano de Irulegi es un testimonio excepcional sobre la alfabetización en territorio vascón”.

–La verdad es que la excavación de la mano se realizó en junio de 2021, pero nadie sospechamos sobre la importancia de esta pieza hasta enero de 2022, fecha en la que la restauradora Carmen Usúa y los técnicos de restauración del Gobierno de Navarra realizaron la limpieza superficial de la mano y supimos que estaba escrita. Ahí comienza el proceso de investigación y todavía no ha culminado, pero podemos adelantar algo sobre el contexto y algunas certezas que tenemos acerca de este extraordinario testimonio epigráfico. En este momento el balance que hacemos es muy positivo, ya que el hallazgo ha causado un sentimiento muy positivo en toda la sociedad y ha suscitado un gran interés.

¿Hay nuevas investigaciones sobre la cultura vascona de esa época en ese mismo poblado de cómo vivían, se relacionaban y expresaba un pueblo en absoluto analfabeto?

–Por un lado, está la investigación del poblado de Irulegi y su entorno, que es un proyecto de investigación enmarcado en la tesis doctoral que estamos realizando, y por lo tanto, es una investigación que está en curso, al menos hasta enero del 2024, fecha en la que tendremos que defender la tesis. En ese proyecto de investigación general entra la investigación centrada en la mano de Irulegi, y esta también todavía está en proceso. Además, este verano volveremos a excavar y seguro que obtendremos datos novedosos e interesantes.

¿Va a haber nuevas excavaciones en la zona?

–Este año prevemos volver al yacimiento para continuar con los trabajos de excavación e investigación y como nos sucede en cada campaña que vamos, cada hora de trabajo que realizamos siempre ofrece resultados que nos permiten trazar el pasado hasta ahora desconocido de nuestra sociedad. Además, vamos a prolongar hasta tres meses el periodo de excavación y ofreceremos visitas guiadas reguladas para que nos vean trabajar in situ de la mano de arqueólogos profesionales de nuestro equipo.

¿Qué es lo que más curioso te resulta de cómo vivían los pueblos vascones en la Edad de Hierro de los que apenas sabemos nada?

–Es verdad que sabemos poco sobre los vascones de la Edad del Hierro en general, pero vamos sabiendo cada vez más de esos habitantes que vivían en Irulegi. Como arqueólogos que somos, investigamos los restos materiales que dejaron y es más sencillo investigar precisamente acerca de las cuestiones materiales de esas sociedades. Tenemos bastante más solidez a la hora de realizar hipótesis sobre cuestiones como la arquitectura que construían, la dieta que tenían, las tecnologías que utilizaban, etcétera pero a menudo tenemos grandes dificultades para poder investigar el mundo inmaterial de las sociedades del pasado. Lo más curioso de Irulegi y el hallazgo de la mano es que nos ha abierto una ventana para poder conocer aspectos inmateriales como la escritura o sus creencias, y eso es algo realmente extraordinario que pocos hallazgos y yacimientos permiten.

El Ayuntamiento del Valle de Aranguren está elaborando un plan estratégico para poder ofrecer a los visitantes unas condiciones mínimas para poder disfrutar no solo de la mano de Irulegi sino también del conjunto del valle, han adquirido el palacio de Góngora y están trabajando en la señalización de itinerarios, parking, área de descanso, una web compartida con Turismo, Ayuntamiento y Aranzadi.... ¿A juicio de Aranzadi cómo tendría que ser esa puesta en valor del patrimonio?

–Hemos tenido la enorme suerte de trabajar durante más de quince años en un valle y un ayuntamiento que valora e impulsa su patrimonio cultural y natural de una forma extraordinaria, y además lo hace teniendo en cuenta las necesidades e idiosincrasia de los habitantes del valle, implicándolos en los proyectos y haciéndoles protagonistas. De esta forma son las vecinas y vecinos del Valle de Aranguren los primeros interesados en preservar y cuidar su patrimonio, porque lo sienten suyo, y para ellos es algo importante. Desde la Sociedad de Ciencias Aranzadi intentamos ofrecer las herramientas metodológicas participativas como el auzolan o el voluntariado y el conocimiento científico a disposición de la sociedad, y este proyecto es uno de los ejemplos más destacados. A nosotros nos gustaría que el trabajo que hagamos repercuta también y sobre todo en la comunidad local, pero que repercuta positivamente y no cambie el carácter y la vida diaria de los pueblos del valle. Llevamos trabajando en varias reuniones con el Ayuntamiento para ofrecer nuestra ayuda a la hora de regular y conducir adecuadamente la afluencia de visitantes.

¿Qué ha supuesto para Aranzadi este hito (Sorioneku=Zorioneko) que puede cambiar la historia de nuestra cultura?

–En la Sociedad de Ciencias Aranzadi acabamos de cumplir 75 años y ha habido momentos especiales, hitos en la arqueología de nuestra tierra que hemos protagonizado en distintos ámbitos cronológicos. Este ha sido un paso importante en ese sentido, en el del conocimiento del pasado de nuestra sociedad, ya que una sociedad que no recuerda, que no tiene memoria, está condenada al fracaso y, en este sentido, la ciencia hace a las sociedades más libres.

¿Qué destacarías de ese largo proceso de investigación llevado a cabo?

–Lo que destacaría sin dudar ni un segundo es el trabajo de grupo, y ése es el verdadero tesoro de Irulegi. En este proyecto lo tenemos bien claro y sabemos que la ciencia se basa en la cooperación. Pero también se basa en el trabajo riguroso y en la paciencia, algo que a los arqueólogos no nos puede faltar.

¿Una investigación a su vez multidisciplinar no es así? ¿Hace falta mayor apoyo a este tipo de trabajos?

–Efectivamente, a veces se dice que las arqueólogas y arqueólogos del siglo XXI somos los ilustrados de nuestra época, porque aunque nos especialicemos en algún tema en concreto, tenemos que saber sobre distintas disciplinas. Además de saber excavar bien, tenemos que saber de dibujo técnico, tener nociones básicas de geología, antropología química, biología, arquitectura, lingüística y epigrafía, etc. Es realmente apasionante el conocimiento que se genera mirando a los restos arqueológicos con “gafas” de otras disciplinas científicas y para poder trabajar así es indispensable el trabajo de grupo y una formación continua. En este sentido, nos gustaría que este hallazgo pudiera servir de palanca para consolidar el grupo de investigación que tenemos en Irulegi y poder trabajar de una forma más prolongada y continuada. Vemos a muchos arqueólogos y especialistas que se han formado con nosotros y en nuestras universidades, y tienen una enorme potencialidad, pero se van quedando por el camino por las enormes dificultades que acarrea la vida investigadora, por sus condiciones precarias. Tengo una beca predoctoral concedida por la Universidad del País Vasco, y gracias a ello puedo dedicarme a la investigación a jornada completa con mi sueldo de becario y la ayuda de los familiares. La mayoría de jóvenes que han pasado por Irulegi terminan escogiendo otros caminos, y si siguen como arqueólogos se van a trabajar a otros países. Nos gustaría poder formar a un buen equipo que trabajaran aquí, investigando los restos de nuestro pasado.