“La gente se piensa que el voluntariado es ir a algún lugar para ayudar, pero no es así. El voluntariado es un oportunidad para conocer otras realidades, para tomar conciencia y, en cierta parte, acaba siendo un acto egoísta, porque es mucho más lo que te aporta a ti personalmente que lo que puedes llegar tú a ayudar”. Así de cristalina es la explicación que la navarra Araceli Salinas hace de los días que pasó el año pasado en el departamento de Piura, en Perú, conociendo de primera mano el trabajo diario de una cooperativa de agricultores de café, azúcar y cacao para hacer frente a la gran industria. Junto a ella acudió también Mari Jose Lakidain, que, en la misma linea, enfatiza los valores de “comunidad” y de “solidaridad” de los que se empaparon durante el mes que convivieron con los agricultores peruanos: “Fue una lección de vida”.

Araceli y Mari Jose, de 56 y 54 años respectivamente, son voluntarias de Setem, una federación de ONGD que tiene proyectos de cooperación en Argentina, Ecuador y Perú. En este último país, la organización colabora con la Cooperativa Norandino que busca mejorar la competitividad de los pequeños productores de caña de azúcar para la producción y comercialización de panela granulada. Allí, en el pequeño distrito de Pacaipamba –junto a la frontera con Ecuador– Araceli y Mari Jose conocieron durante cuatro semanas la labor que realizan los pequeños agricultores para salvaguardar su forma de vida. 

Voluntarios de Setem y miembros de la cooperativa Norandino, en la sede de la organización en Perú. Cedida

“Nos alojamos con las familias, nos acogieron súper bien. La verdad que nos llamó la atención la hospitalidad con la que nos recibieron”, relata Araceli, que detalla que pudieron conocer todo el proceso por el que pasan los productos que luego consumimos: “Vimos como se despulpa el café, cómo se organizan para la recogida de la caña de azúcar... Nosotros les acompañábamos, pero la realidad es que no nos dejaban hacer muchas cosas. Fue toda una lección de vida ver los proyectos que tienen en la cooperativa para sacar adelante sus vidas con una base ecologista y de condiciones dignas”. “En la cooperativa vimos la unión que tenían entre los agricultores y cómo era esa unión lo que les daba fuerza. Fue un intercambio cultural tremendo, que al final cuando viajas a otros países no sueles interactuar mucho con los locales, pero con el voluntariado convives con ellos y es una experiencia que te transforma”, añade Mari Jose.

Productos de comercio justo

Para ambas esta fue la primera experiencia en un proyecto de cooperación, aunque las dos son voluntarias de Setem y colaboran en diferentes actividades y labores que la organización lleva a cabo en Navarra. Araceli trabaja como voluntaria en la tienda de comercio justo que Setem tiene en la calle Mercaderes de Pamplona, algo que también hizo Mari Jose aunque ahora tan solo realiza colaboraciones puntuales. “Siempre que compras en la tienda de Setem sabes que son productos de calidad, ecológicos y de comercio justo. Pero la verdad es que después de estar en Perú, cuando vendemos café o cacao sabemos cómo es su proceso, por qué manos pasa y que las condiciones de los agricultores son dignas”, explica Mari Jose.

Fue su primera experiencia de este tipo, pero no va a ser la última. Araceli, que es enfermera, tenía la pretensión de ir a Ceuta y Melilla y Mari Jose el pasado 6 de abril puso rumbo a los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf (Argelia). “Es una experiencia muy positiva porque supone un enriquecimiento personal. Es muy recomendable porque aprendes lo que son los valores solidarios, algo que nos hace falta en nuestra sociedad individualista”, detalla Araceli, que asegura que le ha hecho reflexionar a nivel personal: “Conocimos a gente que vive al día, sin prisas, más tranquilos y en comunidad. Nos enseñaron mucho”.

Araceli Salinas, con su familia de acogida en Piura (Perú). Cedida

Mari Jose corrobora las palabras de su compañera de viaje. En su caso, hace años ya había acudido en anteriores ocasiones a los campamentos de refugiados saharauis, una experiencia que, aunque diferente a la vivida en Perú, le hizo experimentar cosas parecidas: “De estos viajes vienes transformada, te cambia la forma de ver la vida. Es una experiencia que le recomiendo a todo el mundo y aunque la gente se piensa que a los voluntariados se va a ayudar, lo que es ayudar se ayuda poco. Es más una manera de compartir experiencias, de conocer como viven otras personas en el mundo y tomar conciencia de su situación”, expone Mari Jose. De hecho, subraya una cuestión fundamental: los voluntariados sirven vivir de primera mano la situación y las dificultades de muchos pueblos en el mundo y después volver y sensibilizar a tu entorno: “Ese es nuestro pequeño granito de arena”.