Le pregunto si un psiquiatra cuando conversa con alguien siempre está psicoanalizando y Vicente Madoz Jáuregui (Pamplona, 1939) responde que no, aunque reconoce que es un interrogante recurrente, y añade que “la psiquiatría tiene una gran virtud: nos hace muy humildes”, porque “somos tan conocedores de las miserias...”. Unas penurias que en los últimos meses, a raíz de la pandemia de la covid-19, han copado los medios de comunicación, si bien el psiquiatra sostiene que no hay más enfermedades mentales. “No han aumentado el número de patologías, por ejemplo esquizofrenias o trastornos bipolares, lo que nos hemos encontrado con seres más débiles, que ante situaciones de estrés, que vivimos en un estrés continuo, se desbordan y tienen reacciones que no son patologías psiquiátricas, no son alteraciones graves, sino reacciones. Por eso, considero que el problema que tenemos es que hay falta de salud mental, que normalmente esto con personas más sensatas, más adecuadas, se podía manejar mucho mejor”. Por ello, incide en la importancia de que el ser humano dedique tiempo a prepararse con buen contenido, a realizarse, trabajándose consigo mismo y con la vida.

El martes Fermin Erbiti presentó el libro Vicente Madoz, el psiquiatra humanista, y le describió como “el psiquiatra navarro de referencia en las últimas décadas, símbolo del cambio de la psiquiatría tradicional basada en el manicomio a otra psiquiatría que integra al enfermo mental en la sociedad, le hace partícipe de su proceso de curación y sale a hacer prevención y psiquiatría comunitaria”. Usted, que siempre ha seguido el consejo que le dio un jesuita de no ser orgulloso, ¿qué siente al escuchar estas palabras? 

–Lo tengo muy claro y lo dije muy claramente y convencido cuando me concedieron la Cruz del rey Carlos III el Noble, que sé que no lo he hecho yo. He tenido la gran suerte de tener unos equipos humanos alrededor mía muy buenos. Mi única virtud es que creo que sé coordinar y dirigir muy bien los equipos, es decir, tengo vista, tengo listura, más que inteligencia, y una picardía diría casi aldeana para no pedir a la gente lo que no puede dar. En Argibide –fundación que creó en 1976 junto a Pilar Martinicorena y Pedro Enrique Muñoz para promocionar la salud mental– éramos cuarenta y tantos profesionales, yo sabía colocar muy bien y no pedirle a nadie que hiciera aquello que sabía que no le gustaba o no quería. Por eso, cuando me concedieron la Cruz y me pasa igual con este libro, tengo la sensación de que no he sido yo, que hemos sido un montón. Por eso, había tantas personas en la presentación. 

Es un buen líder. 

–Eso sí. Es otra cosa que me extraña muchísimo, que siempre he sido un líder y no lo acabo de entender tampoco, pero desde crío, desde el colegio. No sé si porque soy muy inquieto y me muevo mucho, si porque todo el mundo se desentiende y tampoco sé decir que no, me engañan... –ríe–.

En la presentación ante los medios, señaló que no quería que el libro fuese un panegírico, que tampoco fuera un obituario anticipado, ni una vida ejemplar. ¿Qué se van a encontrar las personas que lo lean?

–Una gran variedad de cosas: reflexiones muy sencillas, tampoco me considero un filósofo..., pero creo que les puede servir de forma especulativa. Quisiera que fuera una especie de espejo en el que se viera a una persona normalita. Yo he tenido unos espejos magníficos, que son los miles de pacientes que he tenido, de un tipo, de otro, curas, ateos... de los que vas aprendiendo. Eso es lo que yo quiero que sea este libro: un espejo donde puedan estar en desacuerdo, pero si les sirve para aclararse a sí mismo, para dotarse de más capacidad, no solamente intelectual, sino afectiva... Tenemos que cultivar la mentalidad y la afectividad al mismo tiempo.

APUNTES

  • ‘Vicente Madoz, el psiquiatra humanista. Lecciones de una vida’. Este libro ofrece una amplia y profunda entrevista del periodista Fermin Erbiti a Vicente Madoz, el psiquiatra navarro de referencia en las últimas décadas. Madoz repasa su vida y vivencias, tanto en el ámbito de la salud mental como en su compromiso social. Además, reflexiona sobre temas clave para el ser humano, como la felicidad, la muerte, las relaciones de pareja, la educación, la religión... Además, incluye diez testimonios de personas que lo conocen bien para completar este retrato. 
  • Curiosidades. Madoz ha sido un líder innovador durante toda su trayectoria. Así, fue el primer médico que puso cita previa en el Hospital, implantó las primeras escuelas de padres y comenzó a impartir sexualidad a niños de 8-9 años. 

Dice que ha “aprendido más de sus pacientes de lo que ha podido darles”. ¿Cuál es la principal lección que le han enseñado? 

–Bueno, el aguantar el sufrimiento, la valentía para aguantar situaciones difíciles y la búsqueda de una forma de paz, que es de tranquilidad, de sosiego, de serenidad, que todos tenemos que andar buscando y tratando de lograr permanentemente.

¿Por qué decidió estudiar Medicina y especializarse en Psiquiatría? 

–A los 15 años tuve una crisis de ansiedad, de despersonalización. De repente, un día en mi casa sentado en una butaca de orejones que tenía mi padre tuve esa sensación de ver todo como si estuviera en una nube, como si no fuera real, que eso es una crisis de desrealización. No es que sientas que flotes. Mi padre, que era pediatra pero de psiquiatría no sabía absolutamente nada, venía por el pasillo y se me ocurrió decir oye, papá, que me estoy volviendo tonto. Se enfadó y me dijo: ¡Deja de decir tonterías! Luego intenté en el colegio comentárselo a un profesor, no me entendió nadie y entonces decidí que iba a ser o psiquiatra, porque entonces psicología no existía, o profesor de Bachiller para que si a un joven de mi edad le pasaran esas cosas entenderle y ayudarle. 

"El sufrimiento, el dolor moral que llaman algunos, el sufrimiento psicológico, afectivo, etc, es mucho más penoso que un dolor físico"

Vicente Madoz - Psiquiatra

¿Alguna vez se ha arrepentido de dedicarse a la psiquiatría? 

–En absoluto. Entonces, aprendí que el sufrimiento, el dolor moral que llaman algunos, el sufrimiento psicológico, afectivo, etc, es mucho más penoso que un dolor físico. Un dolor físico lo puedes de alguna manera aislar, pero esa cosa vaga, que no sabes ni dónde estás, que pierdes un poco tu autocontrol, era mucho más difícil y yo lo tenía clarísimo.

En el año 1963 viajó a Oxford para hacer la especialidad, algo que no era habitual en aquella época. ¿Cómo le marcó esa experiencia? 

–Ahora mismo me asombro de cómo fui. ¿Crees que una persona sensata, como yo, puede ir a Inglaterra sin saber ni papa de inglés? Yo sabía francés. De inglés solo me acuerdo my tailor is rich –cuya traducción es mi sastre es rico–, que aparecía en el Assimil, un método que alguien me prestó dos días antes y solo aprendí esa frase, pero ya me dirás qué hago diciéndola –se ríe al recordarlo–. Nuestro equipo en la Universidad de Navarra había decidido que nos dispersáramos, que aquí la psiquiatría era manicomial, que esto no tenía mucho sentido. Mi jefe había conocido a Félix Letemendía, que era un psiquiatra donostiarra que ejercía allí, y había conseguido que me dieran un permiso de ayudante de auxiliar de enfermero para, en principio, 15 días. El día que llegué al Littlemore Hospital no había nadie que me entendiera. 

Tras la especialización, regresaron con la idea de hacer un moderno departamento de Psiquiatría en la Universidad de Navarra. 

–Sí. Yo había estado en Oxford, pero mis compañeros habían estado en Alemania, París... Nos juntamos todos y empezamos a hacer historia. Comenzamos a hacer una psiquiatría más moderna, no sólo de atender a los enfermos, sino de evitar, de promocionar la salud mental, de hacer detecciones tempranas, de intervenir a nivel social... El rector de entonces le pidió a Pepe Soria, que era el jefe, que hiciéramos un plan de salud mental para la Universidad e hicimos uno muy bonito, a mí me pareció estupendo, pero a ellos les resultó horroroso. Entre las cosas que decíamos es que los profesores fueran respetuosos con los alumnos y que no se trataba de poner unas consultas para el pobre desgraciado que tenía una depresión curable, que había que lograr una Universidad sana, donde hubiera respeto, participación... Le llamaron a Pepe Soria, le dijeron que ni hablar, que no sé qué y nos echaron. Si he de decir la verdad, me dijeron que si quería quedarme me tolerarían, pero me negué. 

A lo largo de su trayectoria, ha trabajado mucho para mejorar Navarra y, sobre todo, su salud mental. ¿Cómo la ve actualmente tras los estragos de la pandemia? 

–Creo que el problema que estamos teniendo en Navarra viene de hace años. Hace 30 o 40 años ya advertí que estábamos entrando en un camino peligroso, porque se estaba haciendo una educación centrífuga, en vez de centrípeta. Me explico, al contrario de lo que yo había hecho cuando volví de Inglaterra, que era formar a los seres humanos con buen contenido, con lo que se llama ahora espiritualidad –no la religiosa–, hacer que tengas un mundo interior propio, que tú lo conoces, que lo organizas, que lo tienes que ir rellenando cada vez más, que tienes que ir aprendiendo, que tienes que ir formando, adquiriendo tus propios criterios, conseguir, por ejemplo, valores que dan sentido a tu vida, como puede ser decir la verdad, respetar al prójimo o la solidaridad, se estaba haciendo una formación centrífuga. Es decir, empezaban las tareas extraescolares y, en lugar de educar para ser un chico responsable, lo hacían para saber jugar al tenis, de modo que se estaba deshumanizando al ser humano. 

“Hay que cuidar la formación en los 7 primeros años de vida, porque ahí te la juegas, y eso lo tienen que hacer los padres”

Vicente Madoz - Psiquiatra

¿Qué se puede hacer ante esa pérdida que tenemos de salud mental?

–Volvería a hacer tres cosas que hice invirtiendo muchas horas: cuidar la formación en los 7 primeros años de vida, porque ahí te la juegas y eso lo tienen que hacer los padres, no lo tienen que hacer los colegios, y ahora tenemos unos progenitores que no tienen la conciencia de que tengan que formar a los hijos; influir positivamente en las crisis adolescentes, porque en esta etapa hay dos grandes tareas, que son lograr que el chaval o chavala se separe o rompa con los padres, que les cuesta mucho y lo van a pasar mal, y segundo que asuman su participación en su propio proceso de llegar a ser; y vigorizar la vida jubilada. 

¿Hay alguna receta para tener una buena salud mental y emocional? 

–Me parece que hay una virtud que sería la humildad, que viene de humus, que es tener los pies en la tierra, ser realistas. ¿Para qué? Para conocerte a ti mismo y conocer el entorno y para, desde ahí, ir creando tus propios recursos personales, esto que llamamos espíritu y que te hace mucho más pacífico. Uno de los grandes problemas también que podríamos enfocar por ahí es el tema de la paz: la paz social, la paz comunitaria y la paz personal, la paz íntima. Todo esto son cosas que tienes que dedicarle tiempo y que debes cuidar y saber. 

“El gran avance de la psiquiatría es que ahora tenemos medicamentos para compensar y curar una parte importante de los trastornos”

Vicente Madoz - Psiquiatra

A lo largo de su experiencia, ¿cuáles han sido los principales avances de la psiquiatría en Navarra?

–Por un lado, el que ha habido en todo el mundo: la aparición de nuevos medicamentos. Cuando empecé a ejercer en Inglaterra no había fármacos para nada, había tan poco que dábamos cerveza y coñac para tranquilizar, y desde entonces han aparecido los medicamentos contra las depresiones, la ansiedad... El gran avance de la psiquiatría es que ahora tenemos medicamentos para compensar y para curar una parte importante de los trastornos de salud mental. En Navarra con el Plan de Salud Mental de 1986, además del cambio estructural y de planteamientos, aumenta el personal para atender a los pacientes de manera ambulatoria, se abre el abanico, se empieza a trabajar con las familias y se hace un estudio más profundo, general y social de lo que se hacía hasta entonces. 

A su juicio, ¿qué hay que potenciar?

–Por un lado, mejorar la salud mental para que luego las personas en las circunstancias normales de la vida se defiendan mejor y no caigan en angustias, en depresiones, en reacciones emocionales y, por otro lado, que se investiguen desde el punto de vista científico y técnico todas las posibles maneras de solucionar lo que es la patología. Es decir, no tenemos todavía una cura para la esquizofrenia, disponemos de medicinas que la mejoran, pero que no la curan.