La ilusión de Merche y su pareja era comprarse un adosado en la Comarca de Pamplona. Lo lograron y les costó un dineral importante, así que fueron ahogados durante años y todo colchón les hubiera venido bien, incluido un tipo de interés más benévolo. Era el año 2007 y lo adquirieron por 373.000 euros. Firmaron la hipoteca con Caja Rural, ya que la entidad promovía la urbanización y facilitaba los préstamos a los compradores.

“Casi les tuvimos que dar las gracias por ofrecernos la financiación, porque de otra manera quizás no hubiéramos podido acceder”, recuerda Merche. En aquel préstamo había insertado un apartado entre decenas de epígrafes que hablaba de una cláusula suelo, de la que Merche solo entendió su significado en 2015. Fue entonces cuando la entidad les telefoneó para que acudieran a la oficina a firmar un acuerdo novatorio de las condiciones. Cinco ofertas con distintos tipos de intereses para que el cliente optara por una de ellas para que se olvidara de que en su préstamo había firmada una cláusula suelo y de esta forma renunciara a posibles reclamaciones judiciales posteriores.

“Lo hemos pasado muy mal. Cuando me dijeron que habíamos ganado, no se ni si sentí algo”

Merche echa la vista atrás con dolor, porque pasó por un bache gordo de salud y porque tres quintas partes de los ingresos se concentraban en el pago de la hipoteca. Ella tenía fe ciega en su asesora del banco e hizo a pies juntillas lo que le recomendó. “Nos dijo que firmáramos una de las opciones. No había otra forma de solucionarlo. Pero claro, era la primera vez que al menos por mi parte oía que tenía una cláusula suelo en la hipoteca. Tampoco me explicaron qué efectos había tenido eso en mis cuotas hipotecarias. Me sentí engañada. Escuchaba a mis compañeras de trabajo que hablaban de las cláusulas suelo y fue cuando me dí cuenta que tenía derecho a que me devolvieran dinero”. Esa es la sorpresa que ha descubierto ahora Merche, que después de seis años pleiteando contra Caja Rural, ha visto cómo su caso ha llegado hasta el Supremo y le ha dado la razón.

El Alto Tribunal avala los acuerdos novatorios firmados por los clientes bancarios, pero considera ilegal que se les renunciara a emprender acciones judiciales y, por tanto, obliga a la entidad a devolver lo cobrado de más (la diferencia con el tipo de interés variable que tenía firmado) por la cláusula suelo desde que firmaron la hipoteca hasta el momento en el que alcanzaron un nuevo acuerdo con la Caja (agosto de 2015). La decisión del Supremo ha supuesto la devolución de 26.000 euros para Merche. Hasta llegar a este punto, la consumidora afirma que Caja Rural se las ha hecho pasar canutas.

“Nos han freído a intereses y comisiones,e incluso me vaciaron una tarjeta para pagar uno de sus recibos. Personalmente ha sido un camino muy largo y tortuoso, en el que al menos tuvimos la oportunidad de conocer a un abogado como Iñaki (Iribarren) que nos hizo recuperar la confianza en las personas”. Merche quería acabar con esto como fuera. “Estaba tan harta que cuando me llamó Iñaki y me dijo que habíamos ganado, no se ni si sentí algo. Me alegré porque me dieron la razón de una vez por todas, esa es la mayor satisfacción, pero teníamos que cerrar esa puerta como fuera porque lo hemos pasado muy mal”.