Vecinos de la acusada de matar a su pareja en Castro Urdiales, Carmen Merino, y de la víctima -Jesús María Baranda, cuya cabeza apareció en un paquete que ella habría entregado a una amiga para que se lo guardase en su casa- no percibieron que sucediera "nada extraño" en la vivienda de la pareja, en la calle Padre Basabe de la localidad cántabra, en fechas próximas a la desaparición de él, en febrero de 2019 (el cráneo se halló en septiembre), ni tampoco "discusiones fuertes" entre ambos.

Así lo han manifestado este jueves cuatro personas que viven en el mismo edificio, que aunque han precisado que no es su residencia habitual o que trabajan fuera, han coincidido en que no vieron ni oyeron nada extraño, ni directamente ni por comentarios de terceros, como otros propietarios o inquilinos.

Además, han convenido que es la "primera vez" que les preguntan por estos extremos, en el juicio que se celebra esta semana y la próxima en la Audiencia Provincial de Cantabria contra la procesada, natural de Sevilla y de 64 años. Su novio, banquero vasco jubilado, tenía 67 años cuando desapareció.

Los vecinos han comparecido como testigos propuestos por la defensa y han subrayado, a preguntas de esta parte, que ni la Policía Nacional ni la Guardia Civil -u otras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado- han contactado con ellos hasta ahora, así como tampoco se han comunicado ellos con los agentes.

En la vista, la cuarta del plenario ante el tribunal del jurado constituido en la Sección Tercera de la AP, también ha testificado un efectivo de la Guardia Civil -a petición del fiscal- que intervino en la denuncia por la desaparición de Baranda y en la toma de declaración a Merino, que se enfrenta a 25 años de cárcel por asesinato que pide el ministerio público (los hijos del finado, que ejercen la acusación particular, reclaman prisión permanente revisable).

Ha explicado que fue interpuesta, en abril, por un primo del desaparecido, tras lo cual llamaron por teléfono a su entonces pareja, que no opuso ningún reparo y se personó en el cuartel "a las dos horas". Así, no le consta que Merino fuera voluntariamente, sino al ser requerida.

Este guardia civil -que ha apuntado que el protocolo para una búsqueda se activa tras denunciarse la desaparición- también ha manifestado que no tiene constancia de que la sospechosa fuera antes del atestado por las dependencias, ni que les comunicara temores acerca de que podrían estar accediendo a su domicilio -"no, para nada"- o sobre el cambio de la cerradura por ese motivo -"a mí, particularmente, no", ha dicho-. Según las actuaciones y declaraciones que han trascendido, la cambió en dos ocasiones.

Con su declaración, ha concluido la prueba testifical de las acusaciones y se ha iniciado la de la defensa, con varios vecinos de la pareja, que llevaban unos siete años conviviendo en un piso de él, en el número 12 de Padre Basabe -el paquete con los restos óseos aparecieron en casa de una amiga de la enjuiciada, en la calle Santa Ana, a unos 450 metros de distancia-. Según la versión de Merino, se lo entregó porque guardaba en su interior juguetes sexuales y le daba "vergüenza" que la Guardia Civil los viese en posibles registros domiciliarios tras denunciarse la desaparición.   

VECINOS NO VIERON NI OYERON NADA EXTRAÑO RELACIONADO CON LOS HECHOS

En primer lugar, y por videoconferencia, ha declarado un matrimonio que tiene una vivienda en ese bloque, en el tercer piso, aunque no es su domicilio habitual, sino segunda residencia, a la que suelen ir "una vez al mes, más o menos", ha indicado el hombre.

Tanto él como su mujer han señalado que entre los meses de enero y marzo de 2019 no tuvieron constancia, de manera directa o indirecta, de "algo extraño", relacionado con los hechos que se juzgan, en el dúplex que compartían acusada y víctima.

Asimismo, han coincidido en que es "la primera vez" que les preguntan por este asunto, pues nunca antes han sido requeridos por los policías ni ellos se han puesto en contacto con los agentes. "En ningún momento", ha zanjado la mujer.

Otra vecina, del cuarto piso y que vive allí todos los días del año -hay así "cuatro o cinco" viviendas más "a lo sumo", ha indicado-, tampoco fue requerida ni contactó con efectivos policiales y no vio ni oyó nada "de relevancia", extremos que igualmente no le comentaron otros residentes del inmueble.

Tras precisar que trabaja fuera de casa, de mañana y tarde y con horarios "muy irregulares", ha señalado que tras trascender lo ocurrido en los medios de comunicación, a raíz del hallazgo del cráneo, no comentaron entre los vecinos nada de particular, como que se hubieran visto "manchas de sangre" o escuchado "ruidos extraños".

Tampoco oyó, antes de la desaparición de Baranda -a mediados de febrero, cuando los investigadores sitúan también la fecha de la muerte- "fuertes discusiones" entre la pareja, según se han interesado los jurados.

Los miembros del tribunal también han planteado esta cuestión a otra vecina, igualmente del cuarto piso y que trabaja fuera de casa, y la respuesta ha sido de nuevo negativa: "Nunca". Al igual que los anteriores testigos, esta mujer no percibió ni tuvo conocimiento de circunstancias relevantes ni tampoco fue requerida o contactó con la Policía, "en ningún momento".

Practicada toda la testifical, el juicio continuará este viernes, a partir de las diez de la mañana, con el arranque de la pericial. En concreto, se prevén cuatro pruebas, entre ellas la autopsia al cráneo, clave en este caso.