Uno de los espectáculos más carismáticos del entretenimiento humano es sin lugar a dudas el circo y su troupe arrastrados hacia su desaparición por el empuje poderoso de la tele, que ha sustituido la carpa por el plató, el más difícil todavía por personajes de actualidad y celebridades mundiales. El circo con su eterno vagar por los caminos del Señor ha ido perdiendo presencia, calidad del espectáculo y números novedosos y variados de la pista, con el abandono de los animales ante el avance la conciencia ética del maltrato y sufrimiento de elefantes, tigres de Bengala u osos pardos, sin olvidar a primates y caballos briosos. Se acabaron tiempos lejanos de caravanas de jaulas y mástiles, de lonas y músicas estridentes. El circo ha cedido paso al mayor espectáculo del mundo, es decir la tele con su potencia expresiva y atractiva.

El pasado martes, asistimos a una demostración de lo que es pura televisión, espectáculo atractivo para más de sesenta mil personas que en vivo y casi dos millones de tele espectadores se divirtieron durante varias horas en la despedida del jugador del Betis, Joaquín Sánchez, que había decidido colgar las botas y despedirse de una carrera profesional llena de éxitos y aprecio popular. Pura televisión en el escenario del césped del campo bético. Espectáculo a medias entre partido de fútbol, desfile de personalidades del deporte, abrazos y lágrimas en catarata. Todos los elementos presentes y necesarios para hacer de la despedida un espectáculo vivo y caliente, donde todos entendieron su papel y lo ejecutaron con precisión y vistosidad en un maravilloso ejercicio televisivo; se acabó el circo, bienvenida la televisión. Es el nuevo y reluciente reino de la pantalla, que ha sustituido trapecios y barras por cámaras y drones, capaces de construir espacios de luz, color, ritmo y plasticidad. Ejercicio de auténtica tele que quedará en el recuerdo como ejemplo de una noche vivida con emoción y arte. Espectáculo en estado puro, con Joaquín Sánchez como jefe de pista.