ristales rotos, gritos ensordecedores, ruidos de disparos y mareas de gente enfurecida. Hay que remontarse a 1814, en plena guerra entre Estados Unidos y el Reino Unido, para encontrar un suceso similar al que tuvo lugar esta semana en el Capitolio de Washington. Hace 204 años, el ejército británico invadió la ciudad durante más de 24 horas y prendió fuego a dos de los edificios más emblemáticos de la ciudad: la Casa Blanca y el Capitolio, núcleos de la democracia y del poder estadounidenses.

En aquella ocasión, las tropas británicas obedecían a un rey, Jorge III. El pasado miércoles, en cambio, los asaltantes, un grupo de republicanos de extrema derecha procedentes de todo el país, fueron alentados por su propio presidente, Donald Trump, quien durante las semanas previas había repetido hasta la saciedad sus acusaciones infundadas de fraude electoral en los comicios de noviembre. Decidido a mantener su postura hasta el último instante, el líder se dirigió a su rebaño de seguidores para asegurarles que "nunca cedería la victoria a los demócratas", lanzando su última gasolina de fakenews que terminó por prender fuego, literalmente, al Capitolio.

Desde su casa de Pamplona, Almudena Azcárate Ortega, estudiante de la Universidad de Georgetown de Washington, no podía creer lo que estaba sucediendo. "Acabábamos de terminar la comida de Reyes y, de repente, empecé a recibir alertas de los periódicos a los que estoy suscrita. Yo sabía que podía haber protestas durante el conteo de los votos electorales, pero jamás pensé que algo así iba a ocurrir", afirma la joven de 27 años, quien voló a España el pasado 18 de diciembre para pasar las Navidades en casa. "Vi varias manifestaciones en apoyo a Trump un par de días antes de venir aquí, pero nada fuera de lo habitual", añade la navarra, doctoranda en Derecho Espacial y Seguridad Nacional.

La pamplonesa Raquel Ordóñez Ciriza, por su parte, también se enteró de lo que estaba sucediendo gracias a la gente de allá y a las redes sociales. "Al principio no sabía si las noticias que llegaban eran ciertas, pero poco a poco me di cuenta de que, efectivamente, el Capitolio estaba siendo asaltado", explica la joven de 29 años, investigadora postdoctoral en la Universidad de Nueva York desde octubre de 2019. "Todos mis amigos, tanto estadounidenses como extranjeros, estaban muy decepcionados y se preguntaban cómo algo así había sucedido en Washington. Los americanos tienen mucha fe en su democracia y por eso están tan indignados", añade la pamplonesa, quien, si el temporal de nieve y el papeleo lo permiten, regresará a la Gran Manzana mañana por la mañana.

Los amigos de Azcárate también se escandalizaron al ver las imágenes del Capitolio. "Muchos decían que aquello parecía una película distópica y que la Policía debería haber tomado medidas de seguridad mucho más fuertes. Para ellos, el asalto fue un acto de sedición", asegura la pamplonesa.

A los navarros Nerea Zabaleta Lasarte y Jaime Ibarrola Ulzurrun, ambos de 29 años y residentes en Boston, el asalto al Capitolio les pilló trabajando. "Varios de mis compañeros estaban mirando el móvil y, sobre las dos de la tarde, empezaron a contarme lo que estaba pasando. Poco después me llegó un correo del hospital con más información sobre el ataque y, al día siguiente, mi jefa pronunció unas palabras sobre lo sucedido en una reunión", explica Ibarrola. "Todos estaban muy afectados. Era como si hubieran atacado a la propia democracia, algo muy sagrado para ellos", añade el pamplonés, investigador postdoctoral en Cardiología en la Universidad de Tufts (Massachusetts).

Zabaleta, pareja de Ibarrola, asegura que se enteró de lo que estaba pasando en Washington a través de un compañero que llegó en estado de shock al laboratorio. "Él no podía creer que un grupo de gente armada estuviera rompiendo ventanas y entrando al Capitolio. ¡Lo único que repetía era que aquello iba a estar en todos los libros de Historia!", explica la leitzarra, investigadora postdoctoral de Terapia Génica en uno de los hospitales asociados a la Universidad de Harvard.

Al igual que Ibarrola, Zabaleta también destaca la idolatría de los estadounidenses hacia la democracia del país. "Los que somos de fuera creemos que se han vuelto locos, pero para ellos es algo muy personal. Respetan mucho la figura del Capitolio y nunca cuestionan el funcionamiento del sistema. Nadie imaginaba que el corazón del país pudiera ser asaltado. Trump ha cruzado ese límite, y por eso muchos republicanos han dicho basta", asegura.

Mala gestión

30 horas. Ese fue el tiempo que pasó desde que comenzó el ataque al Capitolio hasta que Trump, cada vez más presionado por la opinión pública y los propios miembros de su partido, condenó el incidente, asegurando que los asaltantes "pagarían por sus actos". Hasta ese momento, sus únicas palabras ante los medios habían sido: "We love you. Go home" ("Os queremos. Volved a casa"), seguidas de nuevas acusaciones de fraude electoral contra los demócratas.

La vergonzosa actuación de Trump fue, para muchos, la gota que colmó un vaso ya rebosante de mentiras, ataques indiscriminados y acusaciones infundadas contra el demócrata Joe Biden y su partido. "Desde noviembre, Trump ha actuado de forma irracional, egoísta y peligrosa. La democracia de Estados Unidos depende mucho del buen perder de los candidatos y de las transiciones pacíficas entre administraciones, pero está claro que nada de eso ha pasado", insiste Ordóñez. "Al contrario, lo que el presidente ha fomentado ha sido el caos, las revueltas y la erosión del sistema. El asalto al Capitolio no es un acto puntual de un grupo de seguidores, sino el resultado del malestar postelectoral y del deterioro democrático de los últimos años", añade.

Azcárate también está convencida de que lo sucedido es la culminación de "una retórica divisiva y de descontento" que ha ido ganando fuerza después de las elecciones. "No me sorprendió que hubiera una manifestación frente al Capitolio antes de que todo se descontrolara, ya que últimamente ha habido muchas. Además, con todo lo que ha hecho Trump durante las últimas semanas€", explica la pamplonesa, quien espera poder volar hoy de regreso a Washington.

Para la periodista Vanessa Jaklitsch, en cambio, lo más preocupante no son los ataques constantes de Trump a las instituciones democráticas, sino el hecho de que los mecanismos de control estadounidenses no funcionaran debidamente el pasado miércoles. En su opinión, hubo tiempo (y distancia) suficiente para frenar a los miles de seguidores de Trump que presenciaron el discurso del republicano en la Casa Blanca y que, posteriormente, marcharon a lo largo de la Avenida Pensilvania en dirección al Capitolio. "Hacía semanas que se comentaba posibilidad de que un ataque de este tipo era posible, pero Trump se negó a desplegar la Guardia Nacional, la rama del Ejército que lidia con este tipo de situaciones, hasta que fue demasiado tarde", explica la barcelonesa, quien trabajó durante cuatro años, desde 2005 hasta 2009, en Canal 4 y La Ser Navarra. "Tuvo que ser el vicepresidente, Mike Pence, el que diera la orden, pero para entonces ya era demasiado tarde y hubo que pedir a los estados vecinos de Maryland y Virginia que enviaran más soldados", añade la barcelonesa, quien trabaja como corresponsal en Washington para distintos medios españoles y latinoamericanos desde hace más de 10 años.

Dos realidades

Mientras cada vez más congresistas piden que se abra una investigación oficial sobre la brecha de seguridad del pasado miércoles en el Capitolio, el debate sobre el racismo y la violencia policial contra la población negra en Estados Unidos vuelve a estar en boca de todos. En Twitter, muchos usuarios han hecho circular las imágenes tomadas en verano durante las protestas de Black LivesMatter (Las Vidas Negras Importan) en Washington para contrastar el aspecto de la ciudad en ambos momentos. La diferencia es abismal: en julio, la capital se llenó de efectivos policiales, más de 5.000 soldados de la Guardia Nacional y agentes de otras agencias federales con el fin de hacer frente a los disturbios. Esta semana, en cambio, las medidas no fueron tan severas, "sobre todo si se tiene en cuenta la relevancia del proceso de certificación de los votos electorales y el clima de tensión que había", añade Jaklitsch.

Consciente de la situación, el propio Biden se refirió a esta llamativa diferencia en uno de sus discursos: "Nadie puede decir que, si hubiera sido un grupo de Black Lives Matter el que protestaba ayer, no hubiera sido tratado de forma muy distinta a los matones que asaltaron el Capitolio. Todos sabemos que esto es cierto e inaceptable, completamente inaceptable".

Ordóñez tampoco es capaz de comprender la brecha de seguridad del miércoles: "No sé si las autoridades fueron incapaces de prever un incidente así o si hubo otros intereses en juego, pero la realidad es que Washington y, sobre todo, el Capitolio no fueron protegidos adecuadamente". Azcárate, por su parte, coincide en que la ciudad se "blindó" para hacer frente a las protestas raciales: "En verano, la Policía y el Ejército no dudaron en utilizar gas lacrimógeno y balas de goma para lidiar con las manifestaciones, que en muchos casos fueron pacíficas. El miércoles, en cambio, hubo mucha menos seguridad y, pese a que he visto algunos vídeos de enfrentamientos violentos entre los agentes y los asaltantes, la situación general no tiene nada que ver con la que vimos hace meses".

Días inciertos

Tras lo sucedido, muchos aliados del presidente, horrorizados ante las imágenes que llegaban del Capitolio, decidieron darle la espalda, condenar los hechos y comprometerse a apoyar el cambio de administración, el cual tendrá lugar el 20 de enero sin la presencia de Trump. Muchos creen que los últimos días del magnate en la Casa Blanca serán relativamente tranquilos en comparación con lo sucedido esta semana. Pero si algo ha quedado claro estos últimos cuatro años es que Trump es, por encima de todas las cosas, impredecible.

"Quiero ser optimista y pensar que la situación va a mantenerse bajo control. Trump tenía antes mil ojos encima, pero ahora va a tener dos mil. Además, si quiere volver a presentarse a las elecciones de 2024, debe tener mucho cuidado estos días", explica Ordóñez. "Creo que el hecho de que no vaya a asistir a la inauguración es su forma de distanciarse, aunque sea una falta de respeto hacia la democracia", añade. Ibarrola, por su parte, cree que la tensión ha llegado a su punto máximo y que, a partir de ahora, todo va a estar más calmado. "Las imágenes de lo que ha pasado son demasiado humillantes, incluso para Trump y su chulería. Aunque tuviera acceso a su cuenta de Twitter, dudo que tuviera el valor para seguir actuando de la misma manera", afirma el navarro, residente en Boston.

Azcárate tampoco cree que las cosas se descontrolen antes de que Trump entregue las llaves de la Casa Blanca a Biden: "Washington tiene la infraestructura necesaria para hacer frente a la situación. Quizás haya disturbios, sobre todo el 20 enero, pero dudo que algo tan grave como lo del Capitolio se repita. Creo que la Policía desactivó dos bombas cerca del edificio hace unos días€ ¡Sólo me imaginaba algo así en las películas!"

Jaklitsch prefiere ser más cauta en sus predicciones, ya que "el país se ha acostumbrado a lo extraordinario e imprevisible con Trump". Por el momento, los demócratas, liderados por la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ya han amenazado con someter al republicano a un segundo impeachment, el juicio político que permite condenar a los líderes del país por traición u otros delitos graves. Dicho procedimiento, sin embargo, requeriría el apoyo de gran parte de los republicanos en un Senado que, ahora mismo, cuenta con mayoría demócrata. Como alternativa al impeachment, Pence podría recurrir a la Enmienda 25 de la Constitución, la cual permite la transferencia de poder del presidente al número dos del Ejecutivo (en este caso, Pence) si Trump es incapaz de continuar con sus responsabilidades. El círculo cercano del vicepresidente, sin embargo, asegura que este último no tiene intención de seguir ese camino.

El pasado viernes, el presidente fue prácticamente obligado a pasar el fin de semana en su residencia de Camp David (Maryland), un lugar que detesta y al que sólo ha ido dos veces en los últimos cuatro años. Tal y como el periodista español Pablo Pardo dijo al Washington Post hace unos días, quizás su mayor castigo político sea ese: estar lejos de Florida, sin poder jugar al golf y sin poder compartir sus berrinches en Twitter.

"Sabía que podía haber protestas en el conteo, pero jamás pensé que algo así iba a ocurrir"

Doctoranda en Derecho y Seguridad

"Los americanos tienen mucha fe en su democracia y por eso están tan indignados"

Investigadora en la Universidad de NY

"Nadie imaginaba que el corazón del país podía ser asaltado. Respetan mucho el Capitolio"

Investigadora de Terapia Génica

"Hubo tiempo y distancia suficiente para frenar a los miles de seguidores de Trump"

Corresponsal en Washington