e gobierno en gobierno, no importa su signo político, Argentina no ha dejado de reclamar su soberanía sobre las islas Malvinas y, desde el fin de la guerra con el Reino Unido hace 40 años, ha buscado, con diversas estrategias y hasta ahora sin suerte, que Londres se siente a negociar sobre esta cuestión en disputa. Desde que en 1833 fuerzas británicas ocuparan las islas Malvinas y desalojaran a sus habitantes y a las autoridades argentinas, el país suramericano nunca dejó de reclamar sus derechos soberanos sobre este archipiélago en el Atlántico sur, escenario de una guerra que en 1982 se saldó con la rendición argentina ante las fuerzas británicas.

“Más que una política de Estado, hay una posición del Estado argentino ante este tema, que es el reclamo de soberanía. Esto es algo en lo que ningún gobierno ha claudicado. Lo que sí ha cambiado es la forma de aproximarse al tema, con posiciones mucho más duras o más negociadoras con respecto a Londres”, dijo a Ariel González Levaggi, secretario ejecutivo del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica Argentina.

En 1965 la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la resolución 2065, a través de la cual reconoció la existencia de una disputa de soberanía entre Argentina y el Reino Unido e invitó a ambos países a entablar “sin demora” negociaciones para encontrar una solución pacífica a la controversia, teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de las islas.

A partir de aquella resolución, hubo negociaciones bilaterales entre 1966 y 1982, en las que hasta se exploraron alternativas como una administración conjunta de las islas y una transferencia progresiva a Argentina, pero el proceso quedó truncado a partir de la decisión en 1982 por parte de la dictadura militar que desde 1976 gobernaba el país suramericano de desembarcar con tropas en Malvinas, acto que desencadenó una guerra, necesaria para esa Junta Militar e incluso para Margaret Thatcher.

De la seducción a las sanciones

Tras el regreso de Argentina a la democracia en 1983, el país suramericano no ha dejado de reclamar su soberanía en todo tipo de foros internacionales, mientras que la Asamblea General y el Comité Especial de Descolonización de la ONU han reiterado el llamado a negociaciones decenas de veces, sin que Londres se avenga a ello.

“Para el Reino Unido, después de la guerra, es una cuestión inabordable. El diálogo es imposible porque el Reino Unido considera que no hay cuestión a discutir. Argentina, al menos, lo que pretende es sentarse a dialogar”, dice Bruno Tondini, profesor de Derecho Internacional en la Universidad Católica y la Universidad Nacional de La Plata y un experto en asuntos relativos a Malvinas.

La Constitución argentina de 1994 es clara: la recuperación de los territorios insulares y el ejercicio “pleno” de la soberanía constituyen “un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”. Pero cada Administración ha procurado este objetivo con estrategias muy diferentes.

Durante el Gobierno de Carlos Menem (1989-1999), Buenos Aires y Londres retomaron la relación diplomática y, bajo la denominada fórmula de salvaguardia de soberanía -dejar esa cuestión fuera de las conversaciones-, dieron pasos en acuerdos relativos a pesca, hidrocarburos, comunicaciones y desminado.

Desplegando una polémica “política de seducción”, el entonces Gobierno argentino hasta envió cuentos infantiles a los isleños.

El péndulo se corrió al otro lado durante los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015): bajo el argumento de acciones unilaterales por parte de Londres, incluyendo la concesión de permisos pesqueros y petroleros en las islas, Argentina dio por cancelados los acuerdos de la década de 1990 y buscó aplicar sanciones a las empresas beneficiadas por los permisos.

El Gobierno de Mauricio Macri (2015-2019) intentó un acercamiento con el Reino Unido, que no se tradujo en acuerdos de peso, mientras que el actual Ejecutivo de Alberto Fernández también ha propuesto sin suerte al Reino Unido el restablecimiento de vuelos regulares entre Malvinas y el territorio continental argentino.

Más allá de los esfuerzos diplomáticos, hay factores geopolíticos a considerar. Tanto para el Reino Unido las Malvinas, como base de ultramar, siguen teniendo “relevancia estratégica” como una “puerta de acceso” a la Antártida.

Para el Reino Unido es una cuestión inabordable y, por ello, el diálogo es imposible al considerar Londres que no hay cuestión a discutir