madrid - Se han escrito muchas líneas sobre el “asedio” a la Conselleria de Economía el 20 de septiembre. No tantas acerca de lo que pasó en otros registros que se hicieron ese día. Ayer, un guardia civil relató cómo vivió escenas de “terror”, “horror” y “rabia descontrolada” a apenas un kilómetro de allí.

Vestido de traje, el sargento P35979V hizo su entrada en el salón de plenos para sorprender a todos con un relato de película de miedo donde nadie se lo esperaba.

El 20-S coordinó la detención del exresponsable de Tecnología Xavier Puig y el registro de su despacho en la Conselleria de Exteriores. Allí, dijo, se concentraron unas 200 personas que intentaron impedir, con patadas, lluvia de botellas y sentadas, la salida de la comitiva judicial.

Ni en las operaciones más peligrosas contra narcotraficantes de sus 25 años de carrera, ni el los barrios más conflictivos de España, vio lo que vio en Exteriores, donde hubo un “cambio de ambiente” hasta uno “muy agresivo” y se pasó de los claveles a las amenazas de muerte.

Si en Economía la secretaria judicial salió por la azotea, en Exteriores lo hizo por la calle, rodeada de una “cápsula de seguridad” de ocho antidisturbios de la Guardia Civil y sin ayuda de los Mossos. Botellas, insultos y amenazas hasta que llegó al coche, donde “comenzó a llorar”. “Estaba horrorizada, con las manos en la cabeza”.

Pero lo “inaudito” llegó luego, dijo el agente protegido del foco de las cámaras. Cuando trasladaron hasta un coche al propio detenido, quien les llegó a implorar, ya dentro del vehículo: “Sáqueme de aquí, por favor”.

Forcadell, ¿agitadora? El agente levantó, con una declaración plagada de adjetivos, suspiros en los familiares de los acusados y gestos de desaprobación entre los propios encausados, especialmente cuando hizo acto de presencia Carme Forcadell, una convidada inesperada.

Dice el guardia, como también sostuvo la secretaria judicial que registró la Conselleria de Economía, que la expresidenta del Parlament pasó por allí en su coche oficial, bajó la ventanilla y sacó la mano “para agitar a la masa”. “Era Carme Forcadell”, repitió el agente sembrando dudas.

Oriol Junqueras, Raül Romeva, Jordi Turull, a un lado, y Dolors Bassa, al otro, miraron con sonrisas a Forcadell, sentada junto a Bassa. Ella negó una vez con la cabeza, habló con su abogada y luego, cuando el agente insistió en su versión, permaneció impertérrita mirando al frente.

El relato emocional del guardia ante un complacido fiscal Javier Zaragoza se decoloró un poco con las preguntas de las defensas. No sabe si la lluvia de botellas fueron en realidad “dos o cinco”, los guardias civiles no sufrieron lesiones y los seis o siete agentes de los Mossos que solo “miraban lo que ocurría” eran veinte, en este caso según una abogada que intentó hacer que se visionara, sin éxito, un vídeo que lo demostraría.

El sargento no fue el único protagonista de la jornada 18 del juicio, la primera en la que agentes “rasos” relataron hostigamientos vividos.

“Se están convirtiendo las defensas en coadyuvantes de la llevanza del juicio y eso no es posible”. El piloto rojo del micro del presidente del tribunal, Manuel Marchena, se encendió ayer decenas de veces, tantas como las que los letrados hicieron constar su “respetuosa protesta”. Protesta porque un guardia civil relató la conversación pinchada con su secretaria que puso en un brete al exsecretario de Hacienda Josep Lluís Salvador (“Entra al despacho, coge la pila de papeles que hay encima de la mesa y tírala al patio”). Otro guardia civil aseguró que el 20-S era “imposible acceder” con el detenido Josep Maria Jové a la Conselleria de Economía para practicar el registro dadas las personas concentradas.