pamplona - "Creamos muros para que los migrantes no vengan, pero no invertimos para que la gente pueda quedarse en sus países; no les ofrecemos las posibilidades para que no tengan que salir de sus países", sentencia el director internacional del Servicio Jesuita de Refugiados.

Escuchamos la palabra "refugiados" y lo asociamos rápidamente a refugiados políticos, pero están los climáticos, por ideología, por ser mujer... ¿Son refugiados de la misma categoría o hacemos distingos?

-La idea de refugiados ha cambiado en los últimos años. La convención de 1951 definió su figura como la de una persona que tiene que salir de su propio país por razones de raza, religión, cultura, etc. Entonces valía porque describía la situación de los refugiados de Europa después de la II Guerra Mundial. Ahora es muy diferente; hay muchas otras razones por las que millones de personas tienen que huir de su país. En línea con las enseñanzas de la Iglesia católica nosotros tenemos una idea más amplia de quién es un refugiado.

¿Para ustedes quién lo es?

-Una persona desplazada por la fuerza; no todas salen de su propio país, pero son desplazadas forzadas. Tampoco todas se van por cuestiones de racismo o por culpa del Gobierno, miles de ellas salen por los narcotraficantes, por los cambios climáticos, porque no pueden vivir en la economía de su país.

Todavía era ayer cuando los europeos buscábamos refugio en otros países. ¿Tenemos olvido selectivo para no ayudar a quien lo necesite?

-Soy de los Estados Unidos, un país de migrantes; tenemos un presidente que dice que está lleno y cierra las puertas. Esto no es verdad, pero estas actitudes crecen y bajan en todo el mundo. Actualmente estamos en un momento en el que se echa la culpa de todos los problemas a las personas refugiadas. Vivimos en un ambiente de ansiedad, miedo y bastante inseguridad. Los líderes de los Gobiernos en vez de enfrentarse a los problemas culpabilizan a los refugiados; para ellos es mucho más fácil imputar a las personas con piel diferente o que no hablan como ellos.

¿Cuántos refugiados hay?

-En 2018 había más de 78 millones de desplazados, la mayoría dentro de sus propios países, más o menos 25 millones, y el otro grupo pide asilo político por la situación de su país.

En los países ricos fabricamos armas que luego vendemos a los pobres para guerras que generan refugiados a los que auxiliamos. ¿Cómo cortar este círculo vicioso?

-Es una situación global. Vivimos en un mundo hiperconectado; las actividades de los países con más poder influyen en las realidades de los países pobres. Siempre ha sido así, pero ahora es más claro. Las armas que vienen de EEUU, de Israel... van a los países pobres. En África hay montones de armas que los traficantes llevan a las zonas del conflicto; nosotros tenemos una responsabilidad en ello, aunque no lo aceptemos.

¿Dónde diría que la situación de los refugiados es más dramática: en las fronteras europeas, americanas, en los campos turcos que vienen de Siria, en los de África como Gomá?

-Cada persona que tiene necesidad de protección es una situación grave; aunque diría que hay tres lugares muy complicados. Siria, con la frontera de Turquía es un sitio muy difícil. Nosotros estamos preparados para volver a abrir una cocina para dar comida a miles de personas en caso de que algunos refugiados vengan a Alepo. Por otro lado, está el riesgo de quienes llegan de África a Europa; el mar es una tumba de agua para más personas de las que pensamos. Luego está el riesgo que corren las mujeres para no caer en redes de tráfico; es un tema gravísimo, porque muchas de ellas pasan por Libia, que es un país como hace 4.000 años con la esclavitud y la violencia.

¿Y Sudán del Sur?

-No tengo gran confianza en que llegue la paz. Además hay cambios climáticos, destrucción, falta de educación; temo que se vuelva a la situación de hace tres años. En mi propio país, EEUU existe una gran falta de respeto humano, de la ley, de la dignidad humana. Esta realidad la sufren muchos refugiados/desplazados forzados en la frontera del sur. Me da vergüenza mi país, pero no me preocupa tanto como una persona kurda en Siria o alguien que trata de salir de Libia o una mujer en Sudán del Sur.

El tema de los refugiados es como si fuera cosa de las ONG, de órdenes religiosas, en lugar de ser un asunto de los Estados y sus gobiernos.

-Los gobiernos deben de enfrentarse con la situación de las personas más desesperadas, pero también hay una llamada cristiana a las personas; el padre Arrupe tuvo muy claro que el servicio que nosotros tenemos que ofrecer a las personas debe ser integral; los refugiados precisan nuestros servicios, y en la medida que se los damos a nosotros nos hace mejores.

¿Le preocupa que las acusaciones de pederastia dentro de la Iglesia puedan minar el prestigio que necesitan para las misiones humanitarias o las ayudas a refugiados?

-Soy de EEUU, donde los abusos sexuales a menores han sido escandalosos durante más de 20 años. Fui provincial de California de 1999 hasta 2005, el momento álgido de los abusos. ¡Claro que nuestro prestigio e imagen ha sufrido mucho daño! Sin embargo, ahora la Iglesia es un lugar mucho más seguro para los niños que muchas escuelas u otros lugares. El escándalo del pasado no desaparecerá hasta que seamos totalmente honestos con lo que ha pasado y hasta entonces tendremos menos prestigio. Lo más importante es saber qué hará la Iglesia cuando suceda.

¿Y qué tendría que hacer?

-Los jesuitas estamos potenciando talleres de entrenamiento para que cuando algo pase -que pasará tarde o temprano- nuestra respuesta sea clara, rápida y transparente. Gracias a Dios hay personas que ven la necesidad de ayudar a los refugiados y creen que somos una organización capaz, fiable y eficiente.

En 5 años se han quintuplicado los multimillonarios mientras que el número de pobres se ha disparado. ¿Hay solución o la ambición humana es inconmensurable?

-La desigualdad en los países ricos del norte ha crecido mucho. En EE.UU. es un escándalo la diferencia entre el sueldo de un directivo y el de que le limpia la casa. Es el resultado de los impuestos, de las decisiones de políticos como Trump, Salvini, Bolsonaro... De los dos lados del espectro político que están en contra de los migrantes; nunca digo que tenemos que abrir todas las fronteras, esto no es justo tampoco, pero la situación de muchas personas desplazadas es desesperante. Las decisiones de los negocios industriales y de otro tipo tienen su impacto en el mundo pobre. Por ejemplo, los narcotraficantes en El Salvador son la razón por la que muchas personas tienen que huir.

Sobre los refugiados y la inmigración por pobreza podemos crear muros para que no vengan, pero no invertimos para que la gente se quede allí. ¿Se entiende esta inequidad?

-La gente que sale de su país es para buscar un futuro mejor; el cambio climático hace que en muchos países no tengan ni para comer. Además la mayoría de los países ricos y desarrollados necesitan migrantes, EEUU Italia, España... Y Líbano no puede aguantar mucho más un millón y medio de refugiados; además, la mayoría de los países pueden aceptar algunos; y sí hay reglas para que la gente emigre legalmente.