pamplona - El Gobierno de Navarra consiguió ayer sacar adelante sus tres medidas fiscales, y ya encara la negociación de los Presupuestos Generales de Navarra para 2020. Lo hizo en una sesión parlamentaria plácida, sin sobresaltos, impropia para un Gobierno en minoría, que no obstante ha sido lo suficientemente hábil como para apoyarse en unos y en otros para conseguir aprobar todas las modificaciones.

El pacto fiscal de mínimos cerrado la semana pasada con EH Bildu -del que se incorporan algunas enmiendas y retoques para el Impuesto de Sociedades- garantizó la aprobación del paquete general tributario (22 votos a favor, 28 abstenciones), en el que está contemplada la deflactación de la tarifa del IRPF. El diseño de un sistema progresivo y beneficioso para más familias consiguió reunir a todo el arco progresista del Parlamento -PSN, Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e I-E, 30 escaños de 50- en torno a las deducciones por maternidad y paternidad. Y la marcha atrás de Navarra Suma -que hace dos semanas anunció su oposición a todas las medidas fiscales- permitió eliminar el impuesto a los bienes afectos a la actividad empresarial, en la única votación en la que se registraron votos en contra (20 a favor, 20 abstenciones, 10 votos en contra, los de EH Bildu, Podemos e I-E).

Era previsible el cambio de postura de Navarra Suma, porque la derecha no se iba a atrever a llevar la contraria a los lobbys empresariales. Con toda la entereza que permitía la rectificación, María Jesús Valdemoros, portavoz económica de la coalición, resumió que se trataba de ser "fieles" a sus principios y electorado. Pero en cualquier caso, la marcha atrás fue ruidosa, y evidenció el error político que supone amenazar con algo que al final no te atreves a llevar a cabo. Esparza pudo aprovechar que Chivite necesitaba sus votos para obtener algo a cambio. Optó por el no a todo, y al final ha tenido que zampársela, como se dice. Chivite, para la que la aprobación de las medidas fiscales es "muy positiva", lo celebró con la cautela de un jugador de fútbol que sabe que queda mucha liga por delante. "Era un reto para el Gobierno, lo hemos conseguido y nos reafirma en esa senda de dialogar y llegar a puntos de encuentro", dijo, pensando en lo próximo: la negociación de los Presupuestos, que ya se enfoca con la seguridad de tener amarradas las herramientas que permitirán los ingresos y de que hay un bloque progresista con el que dan los números.

dos bloques, dos modelos Pese a que hubo tres turnos diferentes -uno por cada ley fiscal-, todo se dijo en el primer debate. Los portavoces fijaron posición, de nuevo polarizada en dos modelos: el que busca "consolidar los servicios públicos", que Ramón Alzórriz (PSN) defendió como el del Gobierno, o el de "la rebaja de 250 millones en la recaudación", que el socialista atribuyó al "trilerismo" de Navarra Suma.

Un modelo que Javier Esparza (Navarra Suma) volvió a defender, pero que era imposible de sostener, porque UPN "se merendó la cena y hasta el desayuno" entre 2007 y 2015, como recordó Barkos. "No se pueden bajar los impuestos. La irresponsabilidad de otros gobiernos nos lo impide", zanjó.

Adolfo Araiz (EH Bildu), en su versión más pragmática, sostuvo que ellos no han optado por el maximalismo, sino por el pragmatismo -cuando no se puede segar, se espiga es uno de sus lemas-. Y felicitó al resto del arco más allá del "txoko de Navarra Suma" por no haber caído en "la trampa de la contrarreforma".

Mikel Buil (Podemos) se alegró porque se continúe "con una fiscalidad progresiva y progresista". Marisa de Simón (I-E), pese a que mantuvo su calculada distancia con PSN, Geroa Bai y Podemos y se opuso a Patrimonio, no será nunca un voto con el que pueda contar la derecha, a la que su maximalismo y falta de cintura le ha cobrado su primera gran derrota en la negociación presupuestaria.