n los últimos dos siglos - para no remontarme más atrás - el mundo ha visto conflictos de lo más esperpéntico, desde guerras por un partido de fútbol (Salvador - Honduras en el siglo XX) hasta enfrentamientos diplomáticos por un quítame allá ese nombre (Grecia - Macedonia) o ver qué idioma rumano es realmente rumano (República de Moldavia - Rumanía, tras el hundimiento de la URSS). La lista la acaban de ampliar ahora Egipto y Etiopía, enemistados a causa del tiempo; del tiempo necesario para llenar un embalse.

Claro que en este caso no se trata de un embalse cualquiera, sino del gigantesco - capacidad máxima : 74.000 millones de metros cúbicos de agua - "Renaissance" que ha construido Etiopía en su territorio sobre el curso del Nilo Azul. Y hablar del Nilo Azul es tanto como hablar de la supervivencia de los 100 millones de habitantes de Egipto, un país que vive en el desierto únicamente gracias al Nilo. Y, consecuentemente, la velocidad a que se va llenar el "Renaissance" se ha transformado en una cuestión de casi vida o muerte para Egipto y Etiopía.

El gran río africano - 6.500 km de recorrido - vive básicamente de dos afluentes que desembocan en él en Omdurman (Sudán) : el Nilo Blanco, que nace en Uganda, con un largo camino, y el Nilo Azul, que fluye desde Etiopía a lo largo de la mitad del trecho de su hermano ugandés, pero aporta el 85% del caudal total.

En Addis Abeba quieren ir todo lo deprisa que se pueda con la puesta en marcha de la presa : de 3 a 5 años; en El Cairo, en cambio, consideran que de 7 a 10 años son ya una "velocidad mortal" para Egipto, ya que de los dos afluentes del Nilo - el Nilo Blanco, que nace en Uganda, y el Nilo Azul, procedente Etiopía -, este último suministra el 85% de todo el agua que fluye anualmente por el gran río (6.500 km) que irriga Egipto.

Y es que un embalsamiento de 7 años ya significaría una reducción del caudal total del Nilo durante este tiempo en un 25%. Esta es una reducción que repercutiría en una merma de la producción agraria y pesquera igual o mayor así como una salinización de las aguas de la desembocadura del Nilo, amén del riesgo - grande - de una desecación del amplio delta de este río.

Son riesgos y eventuales hambrunas para Egipto y, en menor, medida para Sudán. Pero para Addis Abeba una pronta entrada en servicio de la presa y sus 13 turbinas significaría un gran paso adelante económico. No solo mejorarían las finanzas del país con la venta de los excedentes eléctricos, sino que esta abundancia energética aceleraría la industrialización de país y permitiría que acceda al suministro eléctrico más de la mitad de la población que hoy en día no lo tiene. Y las mejoras económicas las necesita Etiopía como nadie ya que poco menos de la mayoría de la población vive con ingresos de 60 $ mensuales,

El embrollo del aprovechamiento del Nilo y sus afluentes arranca de dos viejos problemas africanos, Uno, el más antiguo, es la política de mala vecindad que ha prevalecido en la historia del Continente. Y la otra, más reciente, es que jurídicamente muchos de los acuerdos internacionales sobre las aguas del Nilo proceden de los tratados de la era colonial (1929), cuando nadie se imaginaba la posibilidad de una industrialización de África.