UPN no participará en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado, al menos por ahora. Sus dos votos en Madrid no entran en la ecuación de Pedro Sánchez para sumar mayorías, y sus postulados, cada vez más escorados a la derecha, les dejan sin margen de influencia en un momento en el que el Estado va a determinar importantes inversiones a través de los presupuestos y, especialmente, mediante los fondos europeos para la reconstrucción. La soledad política de los regionalistas no es nueva, pero resulta más evidente ahora que Ciudadanos ha decidido girar hacia posiciones más pragmáticas. La palmadita que el líder de Vox, Santiago Abascal, dio a Sergio Sayas durante el pleno de investidura ha sido premonitoria.

Porque si en algo se han caracterizado las intervenciones de UPN en Madrid en este último año han sido por su dureza. Alineados con el ala más derechista del Congreso, Carlos García Adanero y Sergio Sayas han sido dos de los diputados que con mayor virulencia han atacado al Gobierno de Sánchez. Sus palabras son aplaudidas con entusiasmo en la bancada del PP, socio histórico de UPN. Pero también en la de Vox, que no tiene reparo en jalear a los dos diputados navarros como propios.

Cada vez es más claro el reparto de papeles en Madrid, entre quienes han optado por participar en el baile de alianzas al ritmo marca el PSOE de Sánchez, y quienes han optado por subir a la tribuna a escenificar su oposición a la espera de que caiga. Pero lejos de caer, el Gobierno de Sánchez cada vez parece más solido. No solo no hay una alternativa, sino que se le multiplican los posibles apoyos. De EH Bildu al PdeCat, pasando por aliados más tradicionales como el PNV o ERC. Y por supuesto los grupos minoritarios, que se volverán a beneficiar de inversiones regionalizadas. Todos ellos son conscientes de que en momentos críticos como el actual la sociedad prima más la colaboración que el frentismo.

También Ciudadanos, que tras la debacle electoral ha optado por renunciar al sueño de liderar una nueva derecha y ha asumido su papel como bisagra parlamentaria. Ha sido un apoyo clave en los decretos sanitarios, y puede volverlo a ser durante el trámite del presupuesto. Y aunque el eje PSOE-Ciudadanos no es estable ahora mismo, el giro al centro, con Europa fiscalizando la política económica, puede tener recorrido a medio plazo. Tal vez no tanto como para alterar el juego de mayorías en el Congreso, donde el Gobierno sigue priorizando la suma que le dio la investidura. Pero sí lo suficiente como para rebajar el clima de tensión política y evidenciar el aislamiento de quienes han optado por quedar fuera.

una reflexión pendiente Este movimiento de piezas tiene también su efecto en Navarra. El Ejecutivo foral inicia ahora la tramitación de sus presupuestos con la mirada puesta una vez más en EH Bildu como socio principal. La formación soberanista ya ha mostrado voluntad de acuerdo, y es el aliando más coherente con un Gabinete que sigue la senda iniciada por el Gobierno anterior.

No se esperan grandes consensos con Navarra Suma, que pese a la voluntad de acuerdo anunciada al inicio del curso mantiene su aislamiento en el Parlamento, donde su soledad política ha vuelto a quedar en evidencia esta mismas semana. Abandonar de forma abrupta la mesa por la convivencia ha sido el último ejemplo de una estrategia de confrontación que cada vez ofrece menos rentabilidad. Y que puede generar contradicciones en la propia coalición derechista si Ciudadanos empieza a llegar a acuerdos con el PSOE en Madrid de forma habitual.

A fin de cuentas, Navarra Suma no deja de ser una alianza de interés electoral. Una fórmula con la que UPN reduce la competencia a su derecha a costa de sobredimensionar la representación de dos partidos sin apenas implantación en Navarra. Un equilibrio de intereses que empieza a chirriar conforme PP y Ciudadanos avanzan por vías diferentes en Madrid. Y que antes o después, obligará a UPN a optar entre el pragmatismo y la confrontación.

Un reflexión que los regionalistas tienen pendiente desde que abandonaron el Gobierno en 2015, y ha vuelto a pasar por alto en el último congreso, que más allá del reparto de puestos no ha ofrecido ningún debate estratégico. Pero que no oculta que, cinco años después de perder el poder, la influencia política y social del otrora omnipresente regionalismo foral sigue menguando de forma inevitable.

Arrastrado por la oposición de PP y Vox, UPN ve cómo su influencia sigue menguando de forma inevitable, tanto en Navarra como en Madrid