l primer Debate sobre el estado de la Comunidad de la presente legislatura se asomaba en la víspera como una buena oportunidad para comprobar la solidez de las alianzas del Gobierno, que hasta ahora ha sido capaz de sacar adelante todas las iniciativas pese a encontrarse en minoría. En las cuestiones más trascendentales, como investidura y presupuestos, EH Bildu ha sido el facilitador. Una situación que preocupa y mucho a Navarra Suma, que sigue intentando torpedear esa capacidad de entendimiento que viene demostrando el resto del arco parlamentario. Y a ello se afanó ayer Javier Esparza, que trató de ejercer de agitador de la coctelera, pese a que no pone sobre la mesa nada nuevo. El portavoz de la derecha volvió a ofrecer estabilidad a Chivite con la condición de excluir a la izquierda soberanista de cualquier acuerdo, y se molestó al comprobar que la presidenta ni perdió el tiempo en contestarle. “Ni siquiera responde”, dijo entre aspavientos, como si no fuera evidente que detrás de esta proposición emerge el abrazo del oso.

No hay más que hacer una simple resta para comprobar que la exclusión del juego político de EH Bildu sólo deja la posibilidad de alcanzar mayoría parlamentaria con Navarra Suma. Un anzuelo que el PSN dejó claro, por boca de su portavoz, Ramón Alzórriz, que ni piensa morder ni está por la labor de reconstruir aquella etapa de estrecha colaboración UPN-PSN que dinamitó Barcina en 2012. Sin embargo, el Gobierno no acaba de posicionarse con la misma contundencia que le reclaman tanto sus socios como especialmente EH Bildu, a la espera de que sea la derecha quien rompa la goma. No obstante, el rapapolvo con el que Chivite despachó a Esparza al final del pleno es toda una declaración de intenciones. “No tiene discurso que vaya más allá de ETA y de Bildu, ha demostrado una gran pobreza argumental y no tiene proyecto para Navarra”, le dijo la presidenta para abrir un poco más la brecha que les separa, que lleva camino de dejar en la exclusión a quien pretende ser el excluyente.