a política entra en combustión expansiva. Los pirómanos, de tan variopintas intenciones, se hacen fuertes. La sensatez, por tanto, queda arrasada. Es el tiempo de la sinrazón. Un gobierno partido en dos, discutiendo sobre igualdad de género, salvajismo y graduación democrática mientras galopa desbocada una destructiva crisis económica en una pandemia sin fin. Dos partidos coaligados que dejan de mirarse a la cara y ni siquiera comparten el cortés aplauso parlamentario porque emerge la bilis acumulada. Un bufón irrecuperable para la convivencia entre diferentes, incitador del odio y la violencia y zafio con el sexo femenino, paga injustamente con la cárcel, sin embargo, una pena por injurias a la Corona. Más madera. Una abrasiva violencia profesional devasta calles, comercios, mobiliario público y mancilla la justa reivindicación en favor del derecho a discrepar, repelida con desmesura policial. Un partido con responsabilidad de Estado, siquiera temporal, justifica sin ruborizarse la rebelión borroka del fuego y del adoquín mientras tacha sin pudor a periodistas que le son incómodos. Y, al fondo, una Generalitat a la busca desesperada por obligada de un pacto sembrado de minas que augura emociones y quizá no precisamente estabilizadoras.

En cuestiones de abrasados en política, hay también otro bloque, es aquel que reúne a quienes se queman a lo bonzo. El PP lo pone todo de su parte para consumirse en la pira. Salió chamuscado del incendio de Catalunya y en lugar de sofocar las llamas ha decidido protegerse metiendo la cabeza debajo del ala como patada a seguir para driblar al desatino. Solo así se explica la desternillante idea de bomberos de abandonar su sede de Génova para romper supuestamente de una vez con el maleficio destructivo de su sistémica corrupción. Este supuesto ataque de testosterona, que no de meditación sosegada, ocurre en medio del juicio por la 'caja B', cuando el juez sigue buceando por las aguas sucias de las cuentas de aquel PP de Esperanza Aguirre e Ignacio González y todavía seguirán los ecos de Luis Bárcenas apelando a que el veleidoso consejero de Ayuso Enrique López cumpla con la parte del trato de favor que prometió en. Vaya, todo un despropósito de mudanza. Mientras tanto, toque de corneta para levantar el ánimo alicaído de Pablo Casado y ahuyentar los fantasmas de la destitución sobre García Egea. Para ellos fueron los aplausos de la grada popular puesta en pie por sendas intervenciones que nunca pasarán por su débil calado y cansina retórica a los anales del parlamentarismo.

Tampoco hay lugar para muchas bromas entre PSOE y Unidas Podemos en el Congreso. Odón Elorza ha sido de los primeros en advertir de este divorcio ritual que evidencia mucho más que un gesto. Existe muy mal rollo entre los dos partidos porque ya son demasiadas patadas cruzadas por debajo de la mesa. Ahora bien, abstenerse carroñeros porque la sangre no llegará al río hasta que Pedro Sánchez quiera, y el presidente no está por labor. Muchos menos ahora, enfrascado desde su atalaya en escrutar y generar movimientos en la operación izquierda catalana. La victoria de Illa y la enemistad manifiesta entre Junqueras y Puigdemont ha alentado de tal modo la moral de la tropa socialista que es fácil escuchar en el patio del Congreso cómo una garganta profunda esboza con desbordantes dosis de ilusión que no está todo perdido frente al bloque independentista. En dos palabras, suena a música celestial.

En la Corte, donde sobresale en mentideros de mediodía atestados de mascarillas en el bolsillo una mezcla de hastío y resignación tras la suerte del 14-F, hay un indisimulado afán por construir una alternativa a esa lógica de la elección de Pere Aragonès como nuevo presidente honorable que se antoja irremediable. Bajo ese eje, en amplios sectores políticos y económicos se suspira por aislar a Junts para que la izquierda, unos desde dentro -ERC y En ComúPodem, con la postilla de la CUP- y otros desde fuera -PSC- construyan la ansiada alternativa al régimen independentista. En algunos despachos republicanos resuenan las carcajadas cuando lo escuchan. Pero Sánchez lo ve factible, quizá porque le dominan sus deseos, hasta el punto de que en su apuesta por la presidencia de Illa fue despiadado en el último pleno de control con la portavoz suplente de JxCat hasta el extremo de afear una cierta xenofobia y una ideología más propia de la derecha en su partido. Las llamas se extienden en demasiadas direcciones.

Existe muy mal rollo entre PSOE y Podemos porque ya son muchas las patadas cruzadas por debajo de la mesa