Javier de Lucas habla como catedrático de filosofía y no como político al uso. Se nota inmediatamente al escucharle. Desde esa independencia que compagina con la lealtad a su grupo parlamentario, analiza con solidez las aristas de un asunto sobre el que ha pensado a fondo.

¿Cuál es su valoración preliminar sobre esta nueva ley?

-Mi valoración personal es muy parecida a la que le podrá transmitir Koldo Martínez, que como senador ha tenido un papel muy destacado en la discusión. Como profesor de filosofía del derecho llevo años sosteniendo la pertinencia del reconocimiento de un derecho a la eutanasia. Ver esta ley aprobada supone en cierto modo una satisfacción personal, porque es una causa en la que he creído, y he defendido en clase, en trabajos, y dentro de la modestísima aportación mía en la ponencia. Con todas las imperfecciones que técnicamente la ley pueda tener, incluso algunas puede que sustantivamente importantes, creo sobre todo que es un paso adelante a saludar, porque significa el reconocimiento como derecho. No solo una despenalización de la ayuda al suicidio. Supone poner en la cartera común de prestaciones del Servicio Nacional de Salud el acceso garantizado para cualquier persona, sean cuales sean los medios económicos que tenga, a pedir la asistencia médica para anticipar la muerte en unas condiciones determinadas. Creo que esa es una causa justa. Todo el mundo tiene que tener derecho a alcanzar la culminación de eso que entendemos por dignidad de la vida, porque la muerte es desde el principio parte de la vida, y poder morir de una manera que no sea indigna o ponga en riesgo nuestra dignidad creo que es un derecho e incluso fundamental. En esto, quizá me opongo a quienes solo lo consideran una prestación sanitaria o a lo sumo un derecho sanitario.

Para algo importante y positivo, ¿por qué esas limitaciones?

-Es una buena pregunta. Yo le estoy dando un juicio sobre todo personal, como profesor y senador independiente del Grupo Parlamentario Socialista. Entiendo perfectamente que me debo a dicho grupo. El criterio de la mayoría en algunos aspectos que no son accidentales es distinto del mío. La ley establece una Comisión de Garantía y Seguimiento, ante la que el paciente que quiere ejercer el derecho tiene que interponer por dos veces la petición. Yo soy de los que piensa que la Comisión debiera ser meramente constatativa. Constatar que se han dado todos los requisitos pero no debe examinar la decisión de la persona. Debe bastar con su decisión, eso sí, claramente consciente y libre, en un proceso de intercambio con el equipo médico. Así lo hemos sostenido algunos juristas en consonancia por ejemplo con la asociación Derecho a Morir Dignamente. Yo lo he escrito así en algunos trabajos y ahora no voy a decir que no lo pienso. Mi grupo parlamentario, en aras de un afán de mostrar a quienes de buena fe piensan que esta ley puede ser un portillo para actuar de modo indebido, ha querido extremar las garantías. Y se ha introducido esta comisión que en la legislación holandesa, que es una de las dos o tres grandes referencias comparadas en esta ley, no existe. Para quienes pensamos que lo más importante es la libertad desde el punto de vista axiológico, constitucionalmente el primera valor de nuestra Constitución es la libertad. Difícilmente se respeta al máximo si no se respeta lo más importante. Dicho esto, creo que la ley asegura que en todo caso la decisión es del paciente, no de terceros, y eso es importante, y por eso estoy de acuerdo. Quizá en este punto es extremadamente prudente. Otro asunto muy debatido, en el que la ley se ha inclinado por respetar el marco legal vigente, ha sido el de extender el derecho a la eutanasia a menores de edad entre 16 y 18 años. No se ha hecho, contra algunas posiciones doctrinales y parlamentarias que apostaban por extender la posibilidad a los llamados ‘menores maduros’.

Ha costado muchos años que cristalizase esta ley. ¿Cuándo cree que se produjo un cambio social para que finalmente se haya plasmado?

-Quizá la aproximación más clara la dan las personas que han elaborado sucesivamente los sondeos de opinión sobre la eutanasia. En los tres últimos años había un amplísimo consenso social sobre la necesidad de una ley de eutanasia pero no necesariamente sobre qué ley de eutanasia. Creo que la sociedad tiene conciencia, no tanto a partir del caso Sampedro, que evidentemente en su momento fue un golpe sobre la opinión pública. Diría que los dos últimos conocidos casos de imposibilidad de practicar al eutanasia demandada insistentemente, son los que han impulsado la obtención del millón de firmas. Son realmente los que han dado la fuerza en esta legislatura. En los que se ve con toda nitidez la necesidad de dar respuesta a una exigencia que se formula indiscutiblemente de anticipar la muerte no solo por parte de las pacientes, sino también por sus familias más directas. Creo que esos dos casos han mostrado ante la opinión pública la necesidad de un derecho, que no es otra cosa que la garantía institucional. E incluso en este caso que me ayuden a bien morir. Este es el salto que da la ley en el sentido de libertad. Esto no se impone a nadie, ni va a ser obligatorio, ni nadie tiene que temer nada. Es un derecho que se pone a disposición. Porque la libertad no es libertad si no es para todo el mundo. La eutanasia estaba al alcance de algunas personas que tenían los medios económicos o la confianza, por ejemplo personal sanitario, para poder realizarla, aunque fuera ilegal.

Hay médicos que entienden que la medicina no está para eso.

-Personas que no solo por razones religiosas o de conveniencia política, de muy buena fe, piensan que el juramento hipocrático significa ante todo que no se puede administrar la muerte, que la labor del médico es preservar la vida. Yo creo, en una interpretación que se va abriendo paso, y que diría que hoy es mayoritaria incluso en la clase médica, aunque no en la cúpula, que la asistencia es a una vida digna, que significa poder elegir también una salida de la vida que no sea indigna. La labor del médico que ayuda en esa prestación de adelantar la muerte no inflige la muerte como un daño, sino que es una labor eutanática de proporcionarla como un beneficio y un acto de dignidad. Creo como muchísimos médicos que no es contrario al sentido del juramento hipocrático, que no se puede entender solo con una interpretación tradicional. Hay otra también antiquísima que viene por ejemplo de Marco Aurelio y de Séneca desde una consideración de la práctica médica digna. Otra interpretación de acuerdo con la filosofía liberal que representa John Stuart Mill nos lleva a pensar que aquí se sigue el beneficio de apoyar la libertad. Daño es negarle a esa persona lo que libremente quiere.

“El salto que da la ley es de libertad, esto no se impone a nadie, es un derecho que se pone a disposición de todo el mundo”