- Niko Cuenca (Bilbao, 1977) observa el surgimiento de más figuras teóricas y sociales que denuncian desigualdades y desequilibrios, lo que cree que ayuda a rearmar el ideario socialdemócrata, en el reto de no diluirse tras años de crisis.¿La socialdemocracia vive un momento contradictorio?

-No, vuelve un poco. Después de los ochenta, tras el gran triunfo del liberalismo económico, con los consensos de Washington, la socialdemocracia salió un poco perdida. En España teníamos gobiernos socialistas con ministros como Boyer o Solchaga que eran neoliberales. Surgió la Tercera Vía, con Tony Blair o Schröder, se perdió un poco esa concepción más pura de la socialdemocracia y se centró más en una equidad no tanto de distribución de riqueza, sino de igualdad de oportunidades. Creo que es ahora cuando la socialdemocracia se está rearmando a raíz de la crisis global de 2008, que dejó a mucha gente atrás. Empezaron a emerger un montón de figuras de referencia, como Thomas Pikkety o Paul Krugman. Incluso los Nobel de Economía de los últimos años han ido a discursos más sociales. A eso se añade en lo político a Biden en Estados Unidos, que no es socialdemocracia, pero empieza a asemejarse. Incluso el Papa Francisco, que no tiene nada que ver con todo esto, vuelve a poner encima de la mesa matices y discursos que se podían asemejar más a este ideario.

Lo que nunca se detiene es la dinámica capitalista y la precariedad.

-Pero antes imperaba mucho el neothatcherismo, la gente de Friedman, la Escuela de Chicago. Ahora vuelve un nuevo keynesianismo, por decirlo así. El reto actual es qué hacemos con la robotización, pues va a sobrar gente trabajando. Vuelve el discurso de la renta básica para evitarlo, la transición ecológica, los nuevos modelos de contratos... Los pasos que se están dando, en España con el tema del SMI o de la renta básica, por ejemplo, van en ese sentido. Hemos tenido después de la crisis de la deuda movimientos más populistas, como puede ser Podemos, y todos han virado hacia una socialdemocracia. Incluso aquí, en Euskal Herria, la izquierda abertzale ha virado a un perfil más moderado. Las fuerzas más a la izquierda están yendo a esa centralidad socialdemócrata. Así que yo creo que sí está cogiendo fuerza. En Chile la izquierda ha ganado, pero de nuevo tirando más hacia el centro, volviendo hacia una Michelle Bachelet. Habrá que ver qué pasa en Europa. Porejemplo, en Portugal, donde dentro de poco, hay elecciones. En Alemania ha ganado por los pelos, pero ha ganado, aunque Scholz tiene que gobernar con los liberales.

Y con los Verdes.

-Pero los que le pueden hacer diluir su mensaje son los liberales. Se trata de cómo mantener la entidad, pero creo que ha habido momentos peores en Europa en los últimos diez años.

Otro desafío: la extrema derecha opuesta a políticas de inclusión, y al mismo tiempo, que busca un barniz social para captar descontento.

-Cuando Podemos emergió salió del izquierda derecha y fue a mensajes mucho más simplistas de la casta y el arriba y abajo. Porque una de las grandes críticas es que la izquierda y la socialdemocracia se ha vuelto muy elitista e identificada con un movimiento urbano. Ahí está todo el desafío de la España vaciada, donde Vox quiere meter su discurso apropiándose por ejemplo de temas como la caza. Muchos trabajadores se sentían alejados de esos discursos más teóricos como los de Izquierda Unida, un poco distantes de las nuevas realidades sociales, como las ‘start-ups’. La gente se sentía huérfana, y entró Podemos, saltándose el discurso clásico. Ahora, ¿tiene sentido que en El Ejido triunfe Vox, cuando es gente trabajadora? ¿O que en Francia en zonas de trabajadores triunfe la extrema derecha? La gente se ha sentido un poco desarropada, y hay que buscar ese equilibrio. En los grandes datos, los que en esta pandemia están yendo bien son países como Dinamarca, Suecia o Noruega, con mayor presión fiscal.

Un giro sensible es complicado respecto a que la rueda siga girando.

-Hay unas líneas muy a la izquierda que hablan de decrecimiento, pero la reflexión que hace la socialdemocracia y que creo que tiene que hacer es que el crecimiento económico es necesario hoy por hoy, pero se tiene que reconducir trabajando inclusión social y reparto, vinculado con más Europa. En el Gobierno de Sánchez dentro de la Agenda 2030 el ministro de Consumo, Garzón, hizo una reflexión sobre la posibilidad de replantearse el modelo de consumo exacerbado de carne de macrogranjas. Y salieron los movimientos de derecha y el Partido Popular con mensajes muy simplistas con un chuletón.

Y Sánchez desautorizando a su manera al ministro.

-Porque estamos en una sociedad que se comunica a base de Twitter y de Instagram. Si se plantean debates muy teóricos como hizo Garzón, sin explicarlo bien, sale el populismo con un mensaje mucho más sencillo. Hay mucho miedo tras el éxito de Teruel Existe al partido España vaciada, en un sector de población que se puede ir a posturas muy de derechas. La dificultad es saber adaptarse a todo eso. Hay que hacer una redistribución de riqueza. El Salario Mínimo se ha incrementado contra viento y marea y ha conseguido reducir la desigualdad y la pobreza laboral. Pero eso supone recaudar más, y tocar a la gente el bolsillo. Por otro lado tenemos el modelo de Díaz Ayuso: la libertad de tomar cañas, y ojo, bajar impuestos, y triunfó. La gente puede comprar un mensaje muy bonito de redistribución, de que nadie se quede atrás y de que hay que salir todos más fuertes, pero en cuanto tocas el bolsillo y abogas por que la gasolina tiene que ser más cara por la transición ecológica, o que no puedas acceder a partir de 2023 al centro de las ciudades en coche, eso supone un esfuerzo colectivo y personal. Ahí está el hándicap de cómo venderlo. El liberalismo es más vendible porque es el individuo frente a la sociedad.

La reforma laboral presentada por Yolanda Díaz está pendiente de ver si ERC, PNV y EH Bildu dan su apoyo. ¿Escenario incierto?

-Sí, porque salió Garamendi diciendo que cualquier coma que se cambie ya no sería su reforma. No toca ciertos puntos, pero es un avance. Se pusieron unas expectativas muy altas. Díaz ha reconocido que no es la reforma que le hubiera gustado hacer, pero asume que es mejor esto que nada. Luego tenemos a PNV y EH Bildu en la batalla del relato, vender a la sociedad vasca o navarra quién es más efectivo en Madrid. El riesgo para el Gobierno es que si se toca mucho la CEOE se eche atrás. Supongo que harán equilibrios, pero todo ese mundo sabe que si se deja caer a este Gobierno lo que pueda venir es peor. Así que yo creo que la reforma va a salir, sin grandes cambios. No es una derogación, se han tocado cuatro cosas, pero si se habían dado tres pasos para atrás con la reforma de Rajoy ahora se han dado dos pasos para adelante. El neto es uno para atrás. Más me preocupa el tema de las pensiones. Esa es la patata caliente que nadie quiere coger. Está Escrivá vendiendo el mensaje de que esto no se aguanta. La gran pelea de la socialdemocracia en cuanto a equidad y distribución van a ser las pensiones.