El devenir político de Fabricio de Potestad (Donostia-San Sebastián, 1946) tiene algo de rara avis por haber estado alejado, salvo en sus inicios, de los cargos institucionales. Potestad, que priorizó su profesión de psiquiatra, se convirtió en presidente del PSN en el congreso extraordinario de 2014, y repitió en el congreso ordinario de 2017. Ahora la presidencia la ha pasado a ocupar el también consejero del Gobierno de Navarra Bernardo Ciriza. De Potestad, firma habitual en las tribunas de este periódico, continuará formando parte del Comité Regional socialista.

¿Por qué dejó la presidencia?

-Fue una decisión compartida. María (Chivite) tenía la intención de renovar una parte de la Ejecutiva, y pensó que podía incluir a la presidencia, y yo la verdad es que me lo esperaba en parte, porque llevaba ya un poco más de siete años de presidente, y tampoco me parecía mal dejarlo. Es más, estuve a punto de decirle a María días antes que no me renovase, pero opté por esperar porque no sabía lo que pensaba o igual no tenía recambio. Y cuando lo hablamos no tuve ningún problema. Solo tuve palabras de agradecimiento. Para mí había sido un honor estar ahí.

¿Sensación de melancolía?

-No, no me gusta decirlo, pero me sentí hasta casi liberado. Ahora me dedico a leer, que me encanta, a escribir, que también me gusta, y ya iré al Comité Regional a opinar cuando haga falta.

Se va con un partido liderando el Gobierno de coalición en Navarra. ¿El PSN es hoy una balsa de aceite?

-Aparentemente sí, parece que hay unidad en el partido. Uniformidad no, porque siempre hay gente crítica. Eso es normal, yo creo que hasta bienvenido, porque si contribuye positivamente a decisiones más eficaces pues mejor.

Llegó al PSN en los noventa.

-En 1993, creo, cuando mucha gente de Euzkadiko Ezkerra, partido al que yo nunca pertenecí, se pasó al PSN. Yo era amigo de algunos de ellos, como José Mari Solchaga o Jorge Mori. Éramos una cuadrilla de amigos que teníamos en la Parte Vieja una sociedad gastronómica, Zirripi-Zarrapa, y entramos al partido. Rápidamente Joaquín Pascal, no me explico cómo, me propuso ir de tercero en la lista del Ayuntamiento de Pamplona, acepté y así empezó la cosa. También entré en la Ejecutiva.

Y entró en la política municipal pamplonesa en 1995.

-Tuve que aprender sobre la marcha en un cargo que no era de oposición. Fui concejal de Sanidad y Medioambiente, en un gobierno municipal de coalición con Izquierda Unida y CDN.

¿Qué tal fue esa experiencia?

-Yo creo que bien, había que debatir en las comisiones de gobierno y llegar a cuerdos, pero lo normal. La relación era muy buena. Yo me llevaba muy bien con los de Izquierda Unida. Con el CDN, también. Siempre hay alguna diferencia, algún momento tenso, pero se llegaba a soluciones. Por ejemplo, con los perros de Lezkairu, donde había una perrera prohibida, y hubo que cerrarla. 'No te metas con los cazadores', me decía Javier Chourraut, pero había que cumplir con la legalidad.

Terminó la legislatura, y no siguió.

-Me fui de vacaciones con mi mujer y cuando volví tenía claro que no quería repetir. Es que yo me he sentido siempre más psiquiatra que político. La psiquiatría nunca la dejé hasta que me jubilé. Yo quería volver a la psiquiatría sin nada más. Luego me ofrecieron cargos orgánicos en el partido y ahí sí he estado, pero en puestos institucionales no quería.

Sería una bendición para quienes sí querían escalar en las listas.

-Desde luego conmigo no tenían rivalidad. Rival no he sido (se ríe).

En 1995 Javier Otano se convirtió en presidente del Gobierno de Navarra. Al año dimitió por una cuenta en Suiza y usted fue uno de los socialistas que acudió a Ferraz antes de que Ciprià Císcar anunciara la creación de una gestora.

-Fui con el resto de la Ejecutiva, todavía era un recién llegado y aún no tenía experiencia de qué iba esto. Nos recibió Txiki Benegas, llevaron l a voz cantante Tajadura y otros, se discutió, y decidieron que la Ejecutiva tenía que quitarse y nombraron una gestora.

Fue el punto y final abrupto de aquel tripartito. Volver a algo similar ha costado mucho tiempo.

-Mucho. Hubo otra oportunidad en 2007, con Fernando Puras, que tampoco resultó. Yo estaba por la labor de que fuese, pero no llegó a puerto. Tenía claro que había que hacer ese Gobierno, pero Ferraz en aquellos tiempos veía muy mal ese acuerdo con los nacionalistas, Navarra era diferente, por lo visto. En Euskadi se podía pactar tranquilamente entre el PSOE y el PNV, no pasaba nada, y aquí pasaba de todo. Aquí no se podía ni con Aralar ni nada. Y ahora mire, qué cambio más radical ha habido.

Y en 2011 el PSN formó parte del Gobierno de Yolanda Barcina, una coalición rota solo un año después. ¿Cómo vivió aquello?

-Yo nunca estuve de acuerdo con este Gobierno. A mí no me parecía oportuno, y los datos luego de alguna manera nos dieron la razón, porque perdimos presencia en el Parlamento desde el agostazo, hasta que llegó María, que en 2015 tampoco sacó un buen resultado, y luego se ha ido remontando. Con lo cual el viraje nos ha beneficiado, en perspectiva histórica creo que nos da la razón y algo querrá decir. La aritmética determina muchas veces o condiciona qué tienes que pactar, y a veces también para evitar alguna llegada de algún partido que no conviene, pero por esencia yo soy más partidario de gobiernos progresistas.

¿Qué parte de responsabilidad le atribuye a Pedro Sánchez en esta evolución de los acontecimientos?

-No sabría poner un porcentaje pero creo que tiene que ver mucho. Sin él no se decide esto. Cuando se planteó la posibilidad de alcanzar el Gobierno en Navarra, hubo un momento de duda en la sede: ¿Qué dirá Ferraz? Bueno, pues la verdad es que dialogó perfectamente. Santos Cerdán también tuvo un papel importante en ese viraje, y no hubo mayores problemas. Luego en las Cortes de España el papel de Bildu, o yo más diría que el de Sortu, porque Bildu es una coalición, si somos honestos, no está siendo tan malo, en el sentido de que están dialogando, están intentando hacer política útil, y aparte de eso de filoterroristas y esas chorradas que se dicen, Pedro (Sánchez) ha llegado a algún acuerdo que otro, que es normal en política, y creo que ha ido poco a poco haciendo lo que había que hacer. Hay que pactar con el PNV, con Esquerra Republicana, y con todos aquellos que quieren llegar a acuerdos. Con los que no quieren no, desde luego. Que es por el bien de la ciudadanía, no es otra cosa.

Pablo Iglesias subraya que Euskadi y Catalunya decantan la balanza para una mayoría progresista.

-En cierto modo sí. El PNV siempre ha influido mucho en los Gobiernos del Estado. La novedad es Bildu, que parece estar en una actitud un tanto positiva, y Esquerra Republicana.

El Gobierno resiste pero no despega, ha escrito la politóloga Carmen Lumbierres.

-Creo que las encuestas todavía son poco fiables. Puede que el PP esté subiendo un poco, que el PSOE está más o menos estancado y que Vox, y eso sí da miedo, esté subiendo, y parece que bastante, según alguna encuesta. Los demás al parecer se mantienen. La impresión es que no va a cambiar tanto el panorama, pero faltan dos años.

Que Vox suba es un problema para el progresismo, pero también para el Partido Popular.

-Un problema para todos. Los extremos pueden ser malos, pero yo nunca he oído al Partido Comunista decir cosas xenófobas, racistas, machistas u homófobas. A la extrema derecha sí se lo oyes decir. El PCE es un partido que tiene su impronta, que ayudó mucho a construir la democracia, con lo cual, algo hay que agradecerles, cosa que los anteriores a Vox, Alianza Popular, no creo que hiciesen mucho en ese sentido.

¿Cómo es Pedro Sánchez en la distancia corta?

-He estado con él varias veces, no mucho tiempo. Es un hombre amable, más tímido de lo que parece, según mi impresión. Hablando de política sí que se explaya, pero si sales de ese tema se recorta un poco en las expresiones.

Iván Redondo le coloca ahora mismo a Sánchez en la cuarta posición. ¿Le da a eso credibilidad?

-He oído tantas cosas de Iván Redondo, que no sé cuáles creerme y cuáles no. Que ha tenido poder es evidente, y que no se le tenía mucha simpatía en ciertos ámbitos del partido también, hasta que finalmente cayó. Yo mucha credibilidad no le doy.

La salud mental ha entrado en la agenda con la pandemia.

-Y ha pasado factura, ha habido un incremento de determinadas patologías en salud mental. Muchas de ellas eran previas, que se han desencadenado por causa de la covid. Y ha habido mayor consumo de alcohol en los hogares, incluso de drogas, insomnio, trastornos de ansiedad, depresiones que ya existían, algún trastorno psicótico que se ha descompensado porque no tenían el seguimiento oportuno. Esto ha ocurrido en toda España y en otros sitios de Europa. Siempre se ha dicho que esta es la cenicienta de la sanidad. Y ahora se han visto algunas deficiencias que habrá que ir subsanando. Y las restricciones, seas cuales sean, desde luego afectan a la salud mental en particular. Incluso a otros enfermos no covid, que también tienen dificultades de acceso a sus centros de salud y a especialidades, porque ahora hay mucha demora, incluso en atención primaria. La demora en listas es importante. Y con consultas telefónicas es muy difícil resolver los problemas, sobre todo en salud mental.