o sé qué utilidad tiene lo de Fitur. Feria del turismo, desfile de tópicos. La gente hoy decide los destinos de sus viajes mirando Instagram, compra los billetes y reserva hoteles echando un rato después de cenar, en el sofá y desde el móvil. En cambio, algunos deben creer que hay que gastar millonadas en unos estands de polietileno, y que las autoridades se saquen unas fotos para que la industria turística siga adelante. Es bastante ridículo. Más cuando, desde el ministro al concejal, se comprueba que el escenario únicamente sirve para inocular mensaje político de oportunidad. Por la feria pasó María Chivite y, mira por dónde, dijo la frase más interesante que se le recuerda en los últimos meses, toda una categoría política que ojalá sepa llevar hasta sus últimas consecuencias. Textual para guardar e ir releyendo cada semana en los próximos dieciséis meses: "Tal y como algunos profesionales sanitarios han puesto encima de la mesa, efectivamente nuestro sistema sanitario ya venía con algunas carencias, que la pandemia las ha puesto más en evidencia". Es un cabal diagnóstico y toda una enmienda conceptual a ese pretérito discurso oficial, pestilente y falaz, del que Chivite también había sido partícipe, que afirmaba que "tenemos el mejor sistema sanitario del mundo". Ya no es así, vaya, y bueno es que se reconozca. Los profesionales a los que se refiere la presidenta tal vez sean los médicos que con megáfono se manifestaban el día anterior por las calles de Pamplona, una imagen que duele ver y que por sindicalizada no es sino parcialmente representativa de la realidad, pero que parece ha servido para que por fin se abandone el postureo.

La pandemia ha roto las costuras de la sanidad. Y más que por la congestión, cercana al colapso, que le ha acarreado en varias de sus olas, por haberse acreditado carencias estructurales de todo tipo y con décadas de evolución. Al Ministerio de Sanidad siempre llegaba como titular de cartera alguien a quien había que sentar en la mesa del Gobierno, pero sin capacitación alguna para liderar el área. Como consecuencia, se abandonaron crónicamente cualesquiera proyectos de mejora que implicaran a todas las capacidades del sistema tal como lo concibió la ley de sanidad de Lluch, y así dejó de reconocerse el modelo como tal. Únicamente es, hoy día, una agregación amorfa, disonante e insolvente de sus diecisiete servicios autonómicos de salud, a los que se les ha cargado toda la responsabilidad de contener la pandemia. Quienes están políticamente al frente de este problema, como Santos Indurain o Carlos Artundo en Navarra, merecerían todo el apoyo político, profesional, social y de la opinión pública, porque es indudable que hacen todo lo que está en su mano, que es mucho, y con criterio recto, para contener los contagios, evitar sufrimiento y reducir muertes. Presentar mociones de reprobación contra ellos, en estos momentos, es un acto misérrimo, que debería dar vergüenza a sus proponentes y jaleadores. Ejercer un control crítico del funcionamiento sanitario compete a la oposición, pero aprovechar la tragedia para medrar deviene en ignominia.

Hasta qué punto es consciente Chivite de las implicaciones que puede llegar a tener su advenimiento a la realidad sanitaria es algo que ignoramos, pero que se comprobará en los próximos meses, y ojalá los electores sepan juzgarlo. Resolver las deficiencias y carencias que ella misma mencionó abarca, de momento, un plan de refuerzo para paliar el año que nos queda de pandemia, hasta superar el próximo invierno, que debería estar orientado a reducir lo más posible la incidenciade casos que requieran ingreso y las muertes por coronavirus y a recuperar la actividad relegada en patologías crónicas y cáncer. Pero más allá, hay muchas otras cosas que replantear. Cómo fortalecer un sistema sanitario que ya no puede volver a ser el de antes. Cómo hacer que tenga más músculo y menos grasa. Cómo orientarlo hacia los resultados en salud. Cómo innovar dentro de él, en lo organizativo y en todo lo que afecta al trabajo clínico, con tratamientos más efectivos y acercando las mejoras de la ciencia y la tecnología a los pacientes. Cómo digitalizarlo, el elemento que puede cambiar para siempre nuestra sanidad, y del que nadie parece tener ni idea. O cómo ampliar sus capacidades, o lo que es lo mismo, cómo otorgarle preeminencia dentro de las políticas públicas. Porque vergüenza dar ver como Salud es uno más en un mar de trece departamentos, tal que el Gobierno que preside Chivite.