La tarde del 3 de febrero de 2022 pasará a la historia del Congreso, y en parte también a la de Navarra. La votación que debía convalidar la reforma laboral acabó en una sorprendente sucesión de anuncios, votaciones y deslealtades que tienen como principal consecuencia la crisis interna abierta en UPN, que debe decir qué hace ahora con los diputados que ayer rompieron la disciplina de partido votando en contra de la reforma laboral.

Dos votos que debían ser decisivos y que finalmente no lo fueron por el error de un diputado del PP. Pero que han acabado frustrando el acercamiento de UPN al PSOE, con el PSN sumiso otra vez a los intereses del partido en Madrid, y que ha dejado muy tocado el liderazgo de Javier Esparza al frente de su organización.

La cosa se había complicado ya el día anterior. Las negociaciones con el Gobierno de España las había llevado personalmente Esparza con el ministro Félix Bolaños, sin contacto con sus dos diputados. De hecho, Sayas y Adanero, -que desde el inicio de la legislatura vienen compadreando con la exprema derecha política y mediática-, denunciaron que el líder del partido en ningún momento se puso en contacto con ellos para informarles del sentido de voto.

La negociación en realidad iba más allá. El voto de UPN tenía como contraprestación el apoyo del PSN a Enrique Maya en el pleno de Pamplona. Los socialistas debían retirar la propuesta de reprobación y apoyar las inversiones presupuestarias “por un bien superior”, según admitió la propia concejal socialista, Maite Esporrín. Había además algún compromiso de inversión en la Ribera y, en el fondo de todo, un intento por recuperar las relaciones con el PSOE en Madrid para facilitar un encuentro en Navarra. “Esperamos que lleguen nuevos acuerdos”, había confiado Esparza.

Pero la jugada le ha salido al revés. Nada más llegar al Congreso a primera hora los dos diputados mostraban ya su reparo a apoyar la reforma laboral. Un “error”, según Sayas. “Sánchez no es de fiar”, había advertido Adanero. Los dos sin embargo habían garantizado que votarían lo que les había ordenado el partido.

Así que todos lo dieron por hecho. También el PSOE, a quien Sayas había confirmado que su voto sería afirmativo, y que obligó al PSN a tragar con el acuerdo y retirar la reprobación de Enrique Maya en el Ayuntamiento de Pamplona. Lo asumió con disciplina Maite Esporrín, que en el pleno de Pamplona apoyó también las inversiones previstas por el equipo de Gobierno municipal.

Todo iban según el guión hasta que a las seis y media de la tarde Sayas anunciaba en Twitter que habían votado en contra de la reforma laboral. “En política lo único que no puedes hacer es algo que no puedas explicar a tus votantes”, apuntaba el diputado para justificar el sentido de un voto que poco después ratificaba Adanero: “Lo hago en coherencia con la oposición que estamos realizando desde el primer día, con el respaldo de miles de votantes”.

Hubo cierta confusión al principio porque la presidenta del Congreso había dado por derogada la reforma, primero, y convalidada después. De hecho, el anuncio de que la reforma había fracasado fue recibido con júbilo en la bancada del PP, pero no con sorpresa. Los de Pablo Casado, y también los de Abascal, sabían qué iban a votar los dos escaños de UPN. Y aunque al final no ha servido para nada -el error de un diputado del PP le ha dado la victoria la Gobierno-, ha puesto en evidencia que detrás de todo había una operación bien coordinada.

A partir de ahí se han sucedido las reacciones, prácticamente sin tiempo de asimilación. La primera réplica al terremoto de Madrid ha estado en el Ayuntamiento de Pamplona. El PSN había apoyado ya las inversiones presupuestarias, pero todavía quedaba tiempo de reprobar al alcalde por los comentarios xenófobos que poco antes había decidido no reprobar. “UPN no tiene palabra”, se ha quejado Esporrín, visiblemente molesta con una operación que la ha situado en el ojo del huracán.

La segunda réplica, más fuerte todavía, ha estado en la sede de Príncipe de Viana, donde durante toda la tarde se ha reclamado la cabeza de los dos diputados. El desplante, que en cierto modo recordó al que Santiago Cervera protagonizó en 2008 y que acabó con la refundación del PP en Navarra, es un desafío frontal a Esparza por parte de sus dos diputados, que se mantienen firmes en su decisión y rechazan devolver el acta que les pide la dirección del partido.

Salvada in extremis la reforma laboral, la disputa se traslada ahora al seno de UPN, que previsiblemente iniciará el proceso de expulsión de los sus dos diputados díscolos, por lo que todo apunta a que perderá también su representación en el Congreso por primera vez en más de 40 años.

Será un proceso largo que va a generar un intenso debate dentro de UPN y, también, en el conjunto de la derecha navarra, que asiste desconcertada a una crisis interna de inciertas consecuencias. Con los socialistas escaldados y huyendo del cualquier pacto futuro con UPN, y con los diputados en una resistencia numantina en Madrid arropados por las huestes de PP y de Vox, las miradas apuntan ya a Javier Esparza, que afronta seguramente su momento más difícil desde que llegó a la presidencia del partido con su liderazgo cada vez más cuestionado. Y la batalla interna no ha hecho más que comenzar.