Álvaro Baraibar (Pamplona, 1970) intervino en el Parlamento de Navarra en esta primera jornada de conferencias y debates (la segunda será el 18 de marzo) sobre los cuarenta años del Amejoramiento. Un “acuerdo político” sin referéndum, sobre el que debatió con el catedrático de Sociología de la UPNA Juan María Sánchez Prieto.

La sociedad navarra actual es diferente a la de aquel proceso.

-Sin duda, ha habido muchísimos cambios, y no solo por el discurrir de la historia y los acontecimientos, sino también desde los valores que rigen nuestra sociedad actual, que han evolucionado de forma muy intensa.

Muerto Franco , saber leer las coordenadas del poder fue importante.

-Sí, a la muerte del dictador se va tomando más o menos conciencia de una forma bastante rápida de que iba a venir un régimen democrático, y que había que dar de alguna manera respuesta a los problemas que se habían quedado sin resolver en el año 36 a consecuencia del golpe militar y de la dictadura que vino a posteriori. Y uno de esos elementos sin duda era la cuestión de la identidad y de la organización territorial del Estado. Y ahí es donde se configuran distintos discursos tanto en torno a la identidad de Navarra como a la organización territorial.

Afloraron los reformistas, pero hubo un claro ventajismo del régimen anterior, de quienes buscaban adaptarse a la nueva situación pilotando el proceso.

-No fue esa Transición perfecta que a lo largo del tiempo se ha querido vender, pero a los historiadores nos gusta también ser respetuosos con los tiempos históricos, y juzgar la Transición desde la perspectiva del presente en Historia no es correcto. En los juicios de carácter político ahí sí hay otra perspectiva, pero en Historia hay que ponerse de alguna manera en la cabeza de los protagonistas. Había aspectos que eran imposibles en aquel momento, que quedaron aparcados y no fueron debatidos. No se sometió a debate la jefatura del Estado u otras cuestiones que se contemplaban como un riesgo muy grande en aquel momento. Además, las condiciones del debate recogían la configuración identitaria de los discursos en torno al navarrismo durante el franquismo. Y a nadie se le escapa que uno de los periodos de la historia contemporánea más tranquilos para la foralidad navarra fue precisamente esa época franquista.

Del 75 al 79, ¿cuál fue el papel que jugó Amadeo Marco?

-A la muerte de Franco hay una institución que representa la legitimidad del régimen foral navarro. Amadeo Marco quiso jugar su papel, pero fue cuestionado de modo inmediato,por no haber sido elegido en unas elecciones democráticas. Amadeo Marco tenía un discurso tradicionalista sobre la identidad de Navarra y los Fueros, y planteó la reintegración foral plena, reivindicando los fueros como un derecho soberano.

En 1979 se funda UPN como respuesta a UCD. También se recuerda el viraje del Partido Socialista ante un Estatuto Vasco para Navarra.

-A partir de las primeras elecciones democráticas del 77 se dio cabida a los regímenes preautonómicos, y ahí estalló el debate identitario sobre Navarra. Hay un primer posicionamiento, en el que el Partido Socialista se alinea con el Partido Nacionalista Vasco y otras formaciones, entiendo yo, por haber compartido el exilio. Eso permitió que alguien como Irujo fuera elegido senador. A partir de ahí hubo un consenso sobre la Disposición Transitoria Cuarta. En la primera imaginación que la UCD de Madrid había hecho de la organización territorial, Navarra entraba dentro del preautonómico vasco. La UCD de Navarra dijo que eso no se podía aceptar, y fruto de esa ruptura se renegoció, y Navarra quedó fuera de ese preautonómico vasco, pero se reguló la posibilidad de que en un momento dado pudiera decidir la incorporación a la autonomía vasca. Esa Disposición Transitoria Cuarta fue consensuada por todos los grupos políticos con representación parlamentaria.

¿El papel de Herri Batasuna y la violencia de ETA condicionaron el proceso?

-Evidentemente el terrorismo influyó muy negativamente. Por los daños personales y el trauma que representó, pero también porque hizo muy difícil todo el proceso de institucionalización. Pero lo que creo que marcó un poco el camino por el que transitó Navarra fueron las elecciones del año 77, donde la UCD fue la fuerza hegemónica aquí y tuvo una representación muy mayoritaria.

Con todo, se tardó hasta el 82 hasta que cristalizó la Lorafna.

-Sí, fue un proceso muy largo, porque había un foralismo tradicionalista que defendía que la Constitución no debía afectar a la organización institucional de Navarra, como si Navarra fuera un ente al margen del derecho constitucional y democrático. De la UCD de Navarra surgió un foralismo reformista que quería hacer compatibles Fueros y Constitución llevando el debate no a una cuestión de soberanía, sino de autonomía, y que la vía de acceso de Navarra a la España de las autonomías se llevara a cabo a través de una actualización del régimen foral navarro, con un interés por alejar a Navarra de la autonomía vasca.

No hubo un referéndum. ¿Fue un proceso muy teledirigido por élites?

-Tuvo mucha influencia el consenso entre las formaciones mayoritarias en Navarra. De hecho, todo el proceso del Amejoramiento dejó fuera de la comisión negociadora a quienes no compartían esa visión más oficial de Navarra, como las fuerzas nacionalistas o abertzales. El consenso se fraguó entre la UCD, el Partido Socialista, Unión del Pueblo Navarro y EKA, el carlismo de posiciones de izquierdas. El Amejoramiento, desde su punto de vista, no suponía un cambio sustancial en la institucionalización del régimen foral y de la identidad de Navarra. Desde esa lógica no hacía falta un referéndum. Curiosamente, la UCD reivindicó uno para la posible incoporación de Navarra a Euskadi, y defendió que no era necesario si el Amejoramiento caminaba en la dirección que supuestamente la Historia había ido demostrando a lo largo de los tiempos, de la vinculación de Navarra con el Estado español y la nación española. Ese discurso reformista intentó avanzar hacia una democratización de su discurso, pero con deudas importantes con el tradicionalismo. Una de ellas, que la identidad no se puede someter a opinión, sino que es fruto y producto de la Historia y del Derecho.

Cuando la identidad es en parte heredada, en parte de libre elección y en permanente evolución.

-Los historiadores vemos cómo realmente todas las identidades son inventadas, construcciones históricas que evolucionan con el tiempo. Pero hay una posición tradicionalista, el ‘sufragio universal de los siglos’, que viene a enfrentarse a una idea democrática de origen más liberal, que defendía que la opinión cabía también para las cuestiones identitarias. La idea de un nacionalismo democrático y cívico que antepone la opinión de la ciudadanía a otros aspectos.

¿Cómo ha encajado ese autogobierno con la Constitución y cómo encarar los próximos 40 años?

-De manera paralela al debate sobre el Amejoramiento en las Cortes, se produjo el debate en torno a la LOAPA, y la armonización de las autonomías, y esto tuvo su incidencia sobre el propio Amejoramiento. Había unas resistencias muy grandes de ciertos sectores políticos y poderes del Estado a esa descentralización. Más allá de eso, creo que el Amejoramiento ha tenido un efecto muy positivo sobre la organización institucional de la foralidad y del derecho histórico de Navarra. Puede resultar instisfactorio para ciertos sectores o ideas, pero que la Constitución reconociera ese elemento histórico que representan los derechos de los territorios forales me parece muy importante. La mayor parte de la posición del derecho constitucional afirma que la Constitución es un elemento fundacional, tabula rasa que anula lo anterior. Sin embargo en la Constitución española está presente el reconocimiento de los derechos históricos.

Lo que no permite es la confederación entre comunidades, y la de Navarra se ha consolidado. Mientras, el estigma que existía sobre el vasquismo va cambiando, y además, ya no existe ETA.

-Ha habido una evolución muy importante en los posicionamientos políticos sobre la identidad de Navarra, y en la aceptación de su singularidad en todas las fuerzas políticas sin excepción. Otra cosa es el proyecto político que cada cual pueda defender a futuro. Pero esa institucionalización de Navarra tiene un consenso que va más allá del consenso que ya fue importante durante la Transición. Lo importante es que las normas jurídicas no se conviertan en una especie de mantras o trincheras; debieran ser normas abiertas a la modificación, como está la propia sociedad de Navarra. Ha habido muchos cambios en las prioridades de la sociedad, y ahí están las cuestiones medioambientales, de derechos sociales, que debieran estar bien recogidos por ese Amejoramiento o marco de convivencia de los navarros y las navarras. Ahí las posibilidades de reforma son muy importantes. También a efectos de fiscalidad u otros aspectos sobre los que hay dudas de si el Amejoramiento realmente a día de hoy sigue protegiendo los derechos históricos de Navarra de la forma en la que hoy debiera hacerse. Pero si hubiera un nuevo Amejoramiento o marco estatutario, sería imprescindible convocar un referéndum, que la cuestión de la identidad se sometiera a la opinión de la ciudadanía.

“Todo el proceso del Amejoramiento dejó fuera de la comisión negociadora a quienes no compartían esa visión más oficial de Navarra”

“El Amejoramiento ha tenido un efecto muy positivo sobre la organización institucional de la foralidad y del derecho histórico de Navarra”