a decisión de Jordi Sànchez de no optar a la reelección al frente de la secretaría general del partido ensancha las incógnitas que planean sobre Junts en puertas del congreso que celebrará a primeros de junio y a un año de unas elecciones municipales que se intuyen cruciales en el mundo posconvergente. Aunque Carles Puigdemont proclamara su intención de centrarse en las riendas del Consell per la República y su figura siempre transita omnipresente, se dirime quiénes se postularán para llevar el timón de la dirección, con la presidenta del Parlament, Laura Borràs, cercada por la Justicia, y el exconseller Jordi Turull como aspirantes a postularse. Pero también será el momento de analizar la hoja de ruta tras aprobarse una resolución que insta a propiciar un debate sobre la vía para alcanzar la independencia, con un plan de acción con medidas en el ámbito institucional para “avanzar decididamente” hacia este objetivo. Justo cuando las relaciones con ERC, socio mayoritario del Govern, se hallan más tensas.

Nadie entiende JxCat sin Puigdemont en tanto que es el principal aglutinador de fieles en torno a la marca y en el equilibrio entre posconvergentes e independientes. Todo dependerá también de las perspectivas judiciales sobre su persona, aunque el Tribunal de Justicia de la Unión Europea no presentará hasta el 14 de julio su posición, que afectará de lleno a las euroórdenes emitidas por el magistrado del Supremo, Pablo Llarena. El president en el exilio reconoció ante los miembros del Consell que, para dedicarse a este organismo que encabeza desde Waterloo, podría dejar la presidencia de Junts, donde no participa en las resoluciones orgánicas pero sí tiene peso específico con su apuesta por la denominada confrontación inteligente y el “desbordamiento democrático” del Estado. “Los partidos han sido incapaces de lograr un consenso y han malgastado todas sus oportunidades, así que el Consell deberá tomar la iniciativa”, señaló recientemente.

El temor a que la nueva dirección sea una mezcolanza de familias impregna al entorno del partido, que tiene a personalidades de relevancia al frente de las instituciones pero sabedor de que en los comicios municipales se juega mucho, y ahí aún persiste la sombra de lo que fue el PDeCAT. Cuando la militancia ha tenido que pronunciarse, Borràs siempre ha arrasado, como en las primarias de 2021 frente a Damià Calvet -que tenía el respaldo de los presos soberanistas-. La presidenta de la Cámara catalana ya dijo en su día que “estaba a disposición” si Puigdemont se hacía a un lado pero es quien más reticencias despierta en el sector más pragmático, tras la gestión del caso Juvillà y con el fregado a cuestas de su etapa al mando del Institució de les Lletres Catalanes. Aunque quede suspendida de su actual cargo, presidir la formación le permitiría seguir teniendo visibilidad y pasándole factura a Esquerra. “Le pese a quien le pese, no hay alternativa, tiene a la militancia alineada, vaya donde vaya. Ha demostrado que cuando hay que ir, va”, afirman sus correligionarios.

En su despedida, Jordi Sànchez lanzó una aclara andanada a Borràs: “O somos suficientemente maduros para entender que los hechos deben acompañar a las palabras, o las palabras solas sirven para la literatura, para la filosofía, para la reflexión, pero no para la acción política”. Una manera de afearle su retórica estéril, o acciones como sumarse al corte de la Meridiana de Barcelona cuando Interior ya lo había desautorizado; proclamar la inviolabilidad del Parlament y luego descargar en los funcionarios; o que se preocupe de su imagen buscando el aplauso fácil.

Turull, por su parte, se ha dedicado al activismo desde que salió indultado de prisión pero no son pocos quienes le consideran la mejor baza para capitanear Junts orgánicamente. Le acompañan cuadros neoconvergentes y procedentes de su época en el Govern, es un hombre de aparato y también tiene ascendencia en la bases, que le arroparon en esas marchas a pie que concitaron a centenares de personas, la Travessa per la Llibertat hasta recorrer toda Catalunya. Su proyecto plantea hacer de JxCat una fuerza fiable y de gobierno sin desdeñar el desafío unilateral. En 2016 Turull era el favorito para ocupar la secretaría general del partido que surgiera de la refundación de Convergència con la bendición de Puigdemont y Mas, pero su estela se difuminó ante la petición de caras que se alejaran de los Pujol. Y surgió Marta Pascal, quién lo diría hoy día, luego enfrentada con el president del 1-O.

En la escaleta de Junts se encuentra a corto plazo la necesidad de fagocitar a los alcaldes del PDeCAT y salvar los muebles en el espacio independentista en 2023 -en el área metropolitana de Barcelona su poder es prácticamente nulo en relación a su principal rival- porque aún es un partido “débil y en construcción”, admiten internamente pese a desplegar el discurso del empate técnico con los republicanos en las autonómicas, del que derivó un Ejecutivo a veces bicéfalo en la Palau de la Generalitat. Las pulsiones con Pere Aragonès son constantes: de la mesa de diálogo al pacto por la lengua, entre sus múltiples disensos. Será determinante la evaluación que se haga al respecto sobre el cumplimiento del acuerdo de Govern. El vicepresident y conseller de Economía, Jaume Giró, personaliza la síntesis entre el combate verbal y la gestión, y es que los miembros de Junts en el Ejecutivo serán los menos proclives al divorcio con los republicanos apelando a que en tiempos de postpandemia y conflicto bélico toca demostrar sensibilidad social y una gobernabilidad eficiente desde la centralidad, a su entender la pócima para competir a futuro con ERC. Otras voces en JxCat persisten en el “no” a cualquier sombra de pacto con el PSC deslizando que el fin de Esquerra es reeditar el viejo tripartito, aunque en verdad Junts gobierna con los socialistas en la Diputación de Barcelona, y está en sintonía en ámbitos como la ampliación del aeropuerto de Barcelona y la candidatura olímpica.

En definitiva, JxCat está sumido en una encrucijada dos años después de su real nacimiento, acumulando demasiadas tensiones internas entre dirigentes, propuestas y tácticas, y abocado a un consenso entre familias que evite la implosión y consolide un espacio transversal al que pretende hincarle el diente Centrem, la marca que abanderará Àngels Chacón. Al margen de los consabidos nombres de Borràs y Turull, ha aparecido un tercero, el de Josep Rius , también vicepresidente y portavoz, aunque todavía no hay nada cerrado de cara al congreso que se celebrará en Catalunya Nord. “Cuanto antes se acabe la incertidumbre sobre la composición de la nueva dirección, más tiempo para centrarse en las municipales”, insisten en el partido, que vive en un permanente juego de equilibrios, y donde siempre acapara los titulares su prócer: Carles Puigdemont.

Pendientes de si Puigdemont dejará la presidencia de Junts, las miras apuntan a absorber al PDeCAT en las municipales y salvar los muebles ante ERC

Borràs arrasa entre las bases para ser la secretaria general pese al lastre judicial; y Turull tiene un corte más de aparato pese a dedicarse al activismo