Rabat. Paquita Gorroño, "la Pasionaria de Rabat", fallecida la pasada semana a los 103 años, fue enterrada hoy en el Cementerio Europeo de la capital marroquí envuelta en la bandera tricolor de la República Española, que para ella fue su razón de ser.

Esta mujer de hierro, que siempre se declaró "republicana y anticlerical", ha terminado enterrada en el camposanto cristiano de Rabat, aunque sí se cumplió su sueño: un funeral "sin misa, ni cruces, ni curas".

A Paquita Gorroño la acompañaron en su último paseo un variopinto cortejo que decía mucho de lo que había sido su vida: entre sus amigos había españoles, marroquíes, franceses y hasta chinos, republicanos de puño en alto como ella, pero también diplomáticos, un miembro del Gabinete real marroquí y hasta una monja.

Algunos de sus mejores amigos enviaron desde España unos emotivos mensajes leídos en el responso fúnebre y que abundaron en el carácter insobornable de una mujer que siempre se consideró una exiliada y nunca quiso reconocer la España moderna ni la transición, a la que en 2007 calificaba de "hecha al estilo español, por la ley del embudo, donde los franquistas han conservado sus privilegios".

Sincera, noble, tierna con los buenos, digna con los justos, luchadora infatigable, al tiempo que intolerante y altiva: todos esos adjetivos resonaron en el cementerio cristiano de Rabat, reservado a los extranjeros no musulmanes y donde reposa también su madre.

Todos comentaron la vida singular que Paquita, nacida en Madrid como Francisca López Cuadrado, había tenido: comunista de convicción en el Madrid de los años 30, refugiada en Francia tras la Guerra Civil y finalmente exiliada en Marruecos, país con el que tuvo una relación paradójica.

Y es que la militante comunista que nunca renegó de "el Partido" (como ella lo llamaba) no tuvo empacho en trabajar como secretaria personal de Hasán II, padre del actual rey Mohamed VI, cuando aún era príncipe heredero, entre 1956 y 1959, gracias a su alto nivel de francés y a sus conocimientos de dactilografía.

Nunca nadie oyó a Paquita decir una palabra en contra de Hasán II, un hombre temido y odiado por buena parte de los marroquíes, principalmente por los comunistas.

Pero sus relaciones con el Palacio -donde además fue profesora en el Colegio Real- no le impidieron participar activamente en todas las movilizaciones que llevaba a cabo en los años 40 y 50 la colonia republicana española de Rabat, al lado del incipiente sindicalismo marroquí. Fue en aquella época cuando alguien la apodó "la Pasionaria de Rabat", un sobrenombre que siempre le agradó.

Paquita vivió la mayor parte de su vida en un apartamento en pleno centro de Rabat, que no era en absoluto la casa de alguien que hubiera frecuentado las altas esferas del Palacio, sino la vivienda de quien se conformaba con lo justo.

Hace varios años, un litigio la opuso al propietario del apartamento, pues pretendía sacarla de ahí y derribar el inmueble, pero Paquita movió sus influencias en Palacio y pudo quedarse en su vivienda, donde pagaba una cantidad casi simbólica de alquiler.

Paquita vivió la guerra y el primer exilio junto a su marido, Manuel Gorroño, comunista como ella, pero al poco de llegar a Rabat se separaron y en sus memorias ella apenas lo menciona, aunque quiso conservar su apellido. Con él tuvo un único hijo, Rubi, que hizo sus estudios y su vida en Praga y hoy estuvo ausente en el último adiós a su madre.

La fe republicana de Paquita era inquebrantable y dejó dicho: "No tengo la suerte de mi abuela, que vio la Segunda República y murió antes de la guerra; mi ilusión es ver la tercera. Vosotros sí la veréis, estoy segura, y cuando veáis flotar alegremente la bandera tricolor, acordaos de mí".