Siempre se ha dicho que en los momentos previos a un examen es fácil diferenciar entre buenos y malos estudiantes. Estos últimos se diferencian de los alumnos más aventajados por los apuntes que portan bajo el hombro y que consultan mientras corren a última hora a realizar un examen para el que han apurado el estudio hasta última hora. No obstante, la situación previa a la prueba de acceso a las plazas de formación especializada en el ámbito de la Salud no permite hacer estas distinciones generalizadas: la plaza frente al edificio del Hexágono de la Universidad de Navarra, lugar donde 467 alumnos se examinaron ayer, ya estaba desierta a las 15.30 horas, treinta minutos antes del inicio de la prueba. Dentro, los y las aspirantes esperaban su turno en un ambiente distendido, más propio del final de un examen universitario que de la espera para escuchar el nombre y entrar al aula donde contestar, durante cinco horas, a 225 preguntas que podrían definir la especialización de su futuro profesional.

Sin embargo, a diferencia de un examen universitario, quienes realizan este ya obtuvieron sus títulos en los grados de Enfermería, Farmacia, Psicología, Biología, Química, Radiofísica y, sobre todo, Medicina. Además de no tratarse de carreras en las que abunden malos estudiantes, precisamente, una vez terminadas, los y las graduadas puede que pasen meses o, en la mayoría de casos, años estudiando para la prueba.

nervios y presión La tudelana Alejandra Ranz, a la que le gustaría sacar una plaza como matrona, hizo ayer su tercer examen de acceso y asegura que, “aunque la mayor preparación y la experiencia dan tranquilidad, la presión por aprobar aumenta cada año”. La pamplonesa Sonia Matarranz, por el contrario, se encontraba ayer ante su primer examen de estas características. Llevaba estudiando desde finales de marzo y ve la prueba como “una lotería”.

La gallega Valentina Caldeiro y la vianesa Irantzu Bernetxea, en cambio, acudieron relajadas a la cita. Terminaron la carrera de Enfermería recientemente y fueron a hacer el examen “de prueba”, con la intención de “hacerse una idea” y “empezar a estudiar de manera intensiva para preparar el examen de EIR (Enfermera Interina Residente) del año que viene” y poder especializarse en Geriatría y Salud Mental, respectivamente.

Otros recién graduados, como el donostiarra Álex Irurzun, al que le gustaría ser pediatra, y el burgalés Javier Infante, candidato a traumatólogo, eran optimistas a pesar de enfrentarse a su primer examen para ser Médico Interno Residente (MIR): “Esperamos sacar lo mejor y aprobar”, aseguraron.

Su compañero Santiago Torzano, de Salamanca, se mostraba cauto, pero decía sentir “menos nervios que en los días anteriores”. Tal y como aseguró el pamplonés Víctor Sanz antes de su segundo examen del MIR, “los nervios de los días previos se convierten en concentración” a la hora de enfrentarse a la prueba. Y es que la concentración es necesaria en un examen en el que “nunca sabes por dónde te van a salir las preguntas”, afirmó Jennifer Morales, vecina de Cáseda que desea especializarse en Microbiología y que ayer realizó la prueba de Biología por segunda vez.

La pamplonesa Ana Itoiz cree que lo mejor es “no hacerse expectativas e ir con mentalidad abierta”. Puede que, de ese modo, la única sorpresa sea en positivo. Arnau Verdaguer, examinado en la prueba del MIR, tiene claro cuál es su deseo: ser cirujano plástico en el hospital madrileño de La Paz. En cualquier caso, ante 6.797 plazas para 35.114 inscritos, solo queda desearle buena suerte.