delegación del gobierno. La trama en la que María José Rubio Pérez se convirtió en la pieza principal se destapó en los convulsos años 90 de la corrupción en Navarra. Entre 1987 y 1993 Rubio hizo lo que quiso con el dinero de los empresarios navarros y con todo lo que pasaba por la cuenta corriente de la Delegación del Gobierno. Les decía a los empresarios que el dinero recibido se usaba para fondos reservados y luego lo devolvía como un préstamo con altos intereses. Pero llegó un punto en el que no devolvió más, y trató de escapar con el que era su marido, Gil Oslé, interventor de Hacienda. Se les condenó a los dos.