la práctica de la mendicidad es un fenómeno histórico y estructural. Desde tiempos inmemoriales, indica el estudio del Observatorio de la Realidad Social, hay relatos sobre personas que vivían de la beneficencia o caridad de cada sociedad. En la Antigua Roma surgen las primeras normas para prohibirla en algunos casos. En la Edad Media, debido a que la Iglesia abogaba por la caridad, hubo corrientes en Europa en las que se apoyaba a las personas que ejercían la mendicidad. Sin embargo, paulatinamente, en múltiples territorios se comenzó a castigar. En la Edad Moderna aumentan la mendicidad lo que provoca las primeras leyes en su contra.

recursos sociales y pobres, hoy Hoy en día, en algunos países esta práctica conlleva tener problemas con la justicia. Las medidas aprobadas en esta pasada legislatura en Navarra para potenciar la inclusión social y hacer frente a la pobreza aconsejan no colaborar con la mendicidad callejera. También Caritas es de la misma opinión, según fuentes del departamento de Derechos Sociales y de la Iglesia.

Alerta el estudio de que en la actualidad, las razones que llevan a una persona adopte la condición de “mendiga” son muchas y muy variadas. A raíz de la crisis experimentada en los años precedentes al estudio se ha evidenciado una mayor visibilización de este fenómeno, al mismo tiempo que se han sucedido nuevas formas de ejercer la mendicidad y se ha diversificado el perfil de quienes realizan dicha práctica.

Así, añade el estudio, “ya no hablamos únicamente de personas con trayectorias vitales en riesgo de exclusión, sino también de personas que pueden haber tenido itinerarios laborales relativamente continuados hasta que pierden su empleo y ello deriva en grandes dificultades para su reinserción laboral”. A esto último hay que sumarle el progresivo deterioro del resto de ámbitos que terminan por conformar sus respectivas vidas, véase la familia, las relaciones sociales o la salud, entre otros. “En cualquier caso, es cierto que en las situaciones de mendicidad a menudo concuerdan procesos sociales comunes y perfiles de personas con características similares”.

Aunque no se puede generalizar a la hora de comprobar el conjunto de necesidades socioeconómicas de las personas mendicantes, se encuentran variables comunes que acompañan a la mayoría de estas personas. Indica la Observatorio que la mayoría de los estudios sobre mendicidad concluyen que la mayor parte del colectivo se encuentra desempleado y no dispone de vivienda propia. Algunas personas optan por alojarse en centros de acogida o en casas de familiares o amigos, aunque estos son minoría, puesto que es bastante habitual perder contacto con la familia y la imposibilidad de recibir ayudas o apoyos por parte de la misma. Algunas personas reciben determinadas prestaciones por parte de los servicios sociales, mientras que otras desconocen su existencia. En términos de salud, es bastante común que, tras pasar largos periodos mendigando, estas personas recurran a las drogas y el alcohol como medio para evadirse de la difícil situación que atraviesan.