pamplona - Por no saber, no saben ni cómo murió, ni quién le mató, así que ni mucho menos dicen haber acordado, ni planeado, ni urdido estratagema alguna para acabar con su vida. El crimen de Wilson Yanza, ecuatoriano de 33 años y que murió víctima de un estrangulamiento en su casa de Tudela en noviembre de 2016, no tiene explicación alguna para los tres familiares que están acusados de su muerte. Ayer, en la tercera sesión del juicio, en el que la Fiscalía les pide 13 años de cárcel por homicidio y la acusación particular eleva hasta 20 por asesinato, los tres procesados arrojaron ante el jurado popular versiones contradictorias y meramente exculpatorias, cruces de acusaciones mutuas y coincidieron en su memoria selectiva. De hecho, padecen tal amnesia a flashes que ninguno de ellos sabe ahora de qué forma Wilson Yanza, ni por qué alguien lo mató.

El sobrino Ronaldo Dias, de 39 años, al que las acusaciones sitúan como autor material de la asfixia, y la sobrina Rozilene de Fátima, de 34, testigo, responsabilizaron sigilosamente del crimen a su tía, es decir, a Irene de Fátima, de 39 años y mujer de la víctima. Pero dijeron no haber visto nada, ninguna agresión mortal. Al menos los dos sobrinos fueron más tajantes al admitir que fueron en coche hasta el Ebro para arrojar el cuerpo. Sobre lo ocurrido antes, manifestaron que, tras una discusión al llegar a casa, entraron en la habitación y vieron a Yanza que zarandeaba a su esposa, por lo que Ronaldo dijo haberle separado cogiéndole de las muñecas. Entonces, su tía se puso como una fiera y les dijo que se fueran de la habitación, que ella arreglaría los problemas con su marido. A la hora, Ronaldo y Rozilene regresaron a la habitación, donde Wilson yacía en el suelo con una toalla en el cuello, mientras la acusada estaba sentada en la cama. Ahí fue cuando les amenazó en caso de llamar a la Policía. Esta versión tardaron un año en exponerla y para las acusaciones no tiene ni pies ni cabeza. Para los forenses autores de la autopsia, tampoco, puesto que dijeron que la asfixia no se produjo con ninguna toalla, fue manual. Y que la tuvo que hacer una persona corpulenta y de más envergadura. A la hora de preguntar, el fiscal -harto ya de las contradicciones- se mostró molesto con las imprecisiones de los procesados.