"el día que me ingresaron yo entré a Urgencias y no veía. Pensaba que tenía un tumor en la cabeza. Decía que me abran así con una sierra y que me quiten todo -afirma Erkuden Aznar Guerrero, señalándose esta parte del cuerpo-. Al día siguiente, ya me desperté en la habitación y no me acordaba de nada". Así relata esta donostiarra que reside en Alsasua uno de los momentos de desesperación que ha vivido como consecuencia de la migraña crónica. Una patología que le ha acompañado "siempre", desde que era pequeña "recuerdo estar en la playa y con dolor de cabeza".

Como incide la neuróloga María Martín Bujanda, el cerebro migrañoso es "hipersensible" y, por ello, además de los tratamientos farmacológicos, adquieren capital importancia las medidas preventivas de autocuidado, como reducir estímulos externos, mantener rutinas horarias de comida y sueño, hacer ejercicio o evitar los desencadenantes reconocibles por el propio paciente, que "en general sabe cuándo va a tener una crisis". En este sentido, Erkuden explica que en su día a día "hay cosas que no las quieres hacer porque luego te va a doler la cabeza". Así, ella evita las aglomeraciones cuando va a tomar un café o, si tiene que ir a hacer compras a Pamplona, lo hace "a primera hora"; tiene horarios para comer y levantarse -todos los días, incluido festivos, se despierta a las 7.00 o 7.30 horas- y "los olores ya ni te cuento. Me he bajado de un autobús en Donosti por el perfume que llevaba la señora de al lado, porque se me metía y ya era para todo el día el dolor...".

Erkuden confiesa que "ahora se encuentra un poco mejor", pero que "casi todos los días" tiene cefalea. "Te impide hacer cosas, pero al final te habitúas a ello, o aprendes a vivir con ese dolor", afirma esta madre de dos hijos, que se siente comprendida por su entorno y que cuando tiene un cuarto de hora de descanso se va "a la habitación para estar con la luz apagada y los ojos cerrados. Igual me pongo un antifaz, intento que no haya ruido e incluso a veces me pongo la televisión un poco baja para no ir el de la calle", pero cuando ya tiene dolor solo el tic-tac de un reloj "se me mete y es horrible". Por ello, mientras le ponen la toxina botulínica en el CHN expresa en alto un deseo: "A ver si conseguimos mejorar la calidad de vida, porque no creo que desaparezca".