donostia - Desde que pudo regresar a su hogar en Hondarribia la pasada semana, Juanjo Arín Dorronsoro está tele trabajando avanzando en el proyecto Machine visión system for surface and geometry monitoring for steel making industry.

Arín, antes de que el 18 de febrero saliera de Nanjing, vía Moscú, y llegara a Madrid en un viaje que, explica, duró casi tres días, estaba trabajando en China, concretamente en Nanjing, zona situada a 640 kilómetros de Wuhan, zona roja del coronavirus.

Este joven de 25 años, que estudió ingenería electrónica, asegura que mientras estuvo en China se sintió “totalmente seguro y controlado”, una sensación que no se ha repetido desde su llegada.

Arín tiene palabras de agradecimiento para Fomento de San Sebastián y la empresa Tecnalia por su apoyo a la hora de cumplimentar los trámites para salir de China y poder volver a Hondarribia. “Fomento desde el primer día ha estado pendiente de nosotros y dentro de la información que tenían se han portado fenomenal. Solo ellos y Tecnalia han respondido muy bien, los demás ni nos han respondido”.

Cuando el 8 de enero llegó a Nanjing “todavía no se sabía nada, se hablaba de que había una bacteria en Wuhan, pero como si a uno le hubiera mordido un animal”.

Su entrada al mundo laboral chino fue de por sí, “una locura”. “No hay internet, es un mundo totalmente distinto. No os podéis imaginar cómo es llegar a un país en el que nadie habla inglés”. Tras “empezar de cero”, con la ayuda de la empresa consiguió un apartamento gracias al apoyo de algunos jóvenes “que empiezan a hablar algo de inglés”.

en cuarentena Arín comenzó a aprender chino y se puso manos a la obra con un “trabajo intenso” hasta que llega el día en que le avisan de que se va establecer la cuarentena. “Vas a trabajar desde casa por el virus este”, le informaron. “Ahí explotó todo. Un día estaba en casa normal y al siguiente estaba bloqueado para salir. Solo se podía salir por uno de los accesos, por el resto estaba prohibido”, explica este joven ingeniero .

Desde que saltó la alarma cada vez que salía de su domicilio se le tomaba la temperatura, y le realizaban una prueba “para ver si estabas infectado”. Arín constató desde el primer momento que la autoridades “se tomaban las cosas muy en serio para cortar cuanto antes con el virus”, con tres semanas de cuarentena. “Vives en otro mundo. No es fácil ir a un restaurante o a un supermercado, porque tenías los horarios limitados. Tú estás fuera de eso, porque toda la información está en chino”, explica.

Juanjo Arín había entablado amistad con algunos compañeros chinos que le daban cuenta de la situación. “Tengo que decir que estuve muy a gusto, muy contento con los chinos, porque la información fue muy fluida”.

Pero Arín no tiene la misma opinión de la información trasmitida por los medios internacionales. Escuchaba lo que se decía y pensaba: “¡Pero qué decís, si eso no es así! ¡Tendríais que dar las gracias del control que se tiene aquí para acabar con el virus, y desde fuera echando más leña!. La OMS actuó cuando habían ya pasado una barbaridad de cosas”.

La sensación de Arín es que en China se ha procedido “de la mejor manera posible”. “Ningún otro país ha podido coordinar tantas entidades, con tanta rapidez y con tanto control. La información además fue transparente”, subraya.

Pone el ejemplo de lo que ocurre en Italia en la actualidad. “Piensa cómo puedes coordinar supermercados, entidades policiales y a la gente en general para que llegue incluso a controlar a los que viven en su edificio”.

Cuando llegó a China en la zona en la que residía no había casos de coronavirus y muy pocos en Wuhan. Hoy en día en Nanjing, apunta, hay poco más de cuarenta casos “y ya va a empezar a bajar”.

Al llegar a Hondarribia el 21 de febrero, señala, “llamé al ambulatorio para ver qué control tenía que seguir. Nadie me dijo nada. Me sorprendió, porque me habían hecho volver aquí cuando allí las cosas estaban controladas, mientras aquí no estaba activo ningún protocolo”.

Cuando se acercó personalmente a su centro de salud, para no sentir “el vació que había sentido al llegar a Madrid” y para demandar “un papel que me habilitara para seguir trabajando aquí en Tecnalia y poder volver a China cuando fuera posible”, se encontró con su médica de cabecera “asustada porque no sabía que protocolo aplicar”.

“De momento no puedo volver a China pero me gustaría. Aunque no puedo decir nada, porque depende de entidades superiores”, insiste.

“Por lo que veo, la situación puede estar más segura allí que aquí”, añade Arín. “No es Guerra Mundial Z, la gente no se está muriendo por las esquinas”, incide este joven ingeniero que pide rigor en la información.

investigación Juanjo Arín llegó a China pata desarrollar un trabajo que califica de “apasionante”. “Pasa por implementar visión artificial para detectar objetos con errores. Pero ahora no tengo material. Me he cogido una cámara y estoy trabajando desde casa con lo que puedo. De momento no me hace falta nada más, pero es un trabajo denso de investigación que requiere tranquilidad y llevo más de un mes como un ping ball, de un sitio para otro”.

Este ingeniero electrónico, que llegó a China gracias a la beca Global Training a un centro “relativamente nuevo” que estrenó como becario, afirma que siente “pasión por saber cómo funciona el cerebro humano” en distintas facetas, desde la visión al lenguaje, algo en lo que está trabajando.

Arín explica que es este “un área relativamente nueva de investigación”. “Apostaron por un occiddental que funcionara como enlace con la tecnología china y ver cómo se podían ayudar mutuamente”, concluye.