a de este jueves fue una noche de contrastes de las instalaciones deportivas de la UPNA. Mientras sus jóvenes usuarios formaban corrillos en los exteriores tras sus respectivos entrenamientos y mirando ya al fin de semana, en el interior del pabellón se ponía fin, 128 días después, al mayor proceso de vacunación de la historia, del cual esta infraestructura ya se ha conformado como un símbolo.

Dos protagonistas en este cierre fueron los hermanos Nerea y Álvaro Insausti, de 12 y 16 años. El mayor, estudiante de Grado Medio de Mecanizado en Salesianos, recibió la última inyección de este vacunódromo, al que llegó ataviado con ropa deportiva tras salir antes del entrenamiento de su equipo, el Bidezarra.

“Ha ido bien”, resumía Álvaro, que completaba así su pauta de vacunación. La primera inyección no le causó ningún efecto secundario, por lo que esperaba que ésta tampoco. “El sábado tenemos el primer partido de liga, ya vuelve a entrar gente y espero poder estar ahí”, deseaba.

Tras los protocolarios minutos de espera por parte de los inmunizados, comenzó la preparación del personal que ha hecho posible más de 400.000 pinchazos en apenas cuatro meses. El adiós no tuvo nada de celebración, pero no por ello dejó de ser especial.

“Tengo sentimientos encontrados”, confesaba Saioa Gota, administrativa. Por un lado se juntaban las ganas de terminar con una labor “intensa”, en la que ha habido “de todo”, pero por el otro asomaba ya la pena, y costaba despedirse de unas compañeras que han sido un apoyo en momentos complicados, como en las jornadas más calurosas en las que había que improvisar medidas para proteger a la multitud del sol o en los días con más afluencia, cuando apenas había tiempo para descansar.

“Me quedo con la gente. El ambiente ha sido lo mejor, nos apoyábamos mucho. Y cuando había colas no ha sido porque se venía antes, sino porque había gente de vacaciones”, desvela Saioa, que deja en su balance un hueco para la reivindicación. “En momentos nos hemos sentido abandonadas. Son pacientes, no piezas”, manifiesta. Ahora, tanto ella como el resto de personal administrativo irán a Forem, donde se dividirán en tres grupos: rastreo, citación y vacunación. El 31 de octubre es la fecha fin de su contrato, “aunque la temporalidad es lo normal”, puntualiza.

Roberto Martínez, de Servicios Generales, coincide con Saioa en su reclamación. “Ha habido carencias de la Administración que hemos suplido entre nosotros”, desvela. Aunque a la hora de echar la vista atrás se queda “con lo bueno”. “Queda el poso de buen rollo y de la gente, que era muy agradecida” con un trabajo que solo el paso del tiempo podrá poner en valor.