Tras veinte meses y cinco olas epidemiológicas, la pandemia ha entrado en una nueva fase y parece que se encuentra controlada en el Estado español con una incidencia inferior a los 50 casos, una situación que permite en este momento relajar restricciones y comenzar a pensar en una normalidad tan deseada como impredecible, tal y como asegura el epidemiólogo Pedro Gullón. Aunque el coronavirus remite a niveles nunca vistos desde julio de 2020, el comportamiento del virus durante los meses de invierno mantiene alerta a los expertos, que apelen a estar “atentos” y “pendientes” de su evolución.

“Me parece bastante difícil que no haya un incremento de transmisión, que no tiene que significar que ocurra lo mismo que en otras olas. Con tanta población vacunada, es probable que ese aumento en la incidencia no llegue a picos tan altos de ocupación de camas hospitalarias y mortalidad”, explica Gullón. Este “posible” aumento de la incidencia no va a tener “la misma importancia” que en las otras olas, pero obliga a los expertos a avisar de que, probablemente, el virus esté presente durante unos cuantos meses más.

Por ello, y a pesar del relajamiento de medidas iniciado por las comunidades -ocho de ellas han concluido ya el proceso de desescalada hace unos meses-, se mantienen algunas medidas de seguridad, como la mascarillas, con uso obligatorio en interiores o sino se garantiza la distancia interpersonal. Precisamente el uso de la mascarilla seguirá presente durante varios meses, tal y como indicó esta semana la ministra de Sanidad, Carolina Darias, quien avisaba que esta restricción perdurará al menos hasta la primavera de 2022.

Para Gullón, el cubrebocas es una medida eficaz, sin “efectos secundarios ni daños” para la población pero que, en cambio, tiene “enormes beneficios” para lidiar con otros virus respiratorios como la gripe. “Quizás en un futuro se pueda mantener la mascarilla solo para las temporadas de invierno. Pero si hubiera un aumento de la incidencia, quizás se tendría que dar marcha atrás”, apostillaba.

Sobre la inoculación de las terceras dosis a personas vulnerables y mayores de 70 años, el epidemiólogo manifestó que es un proceso “seguro” para la salud, al tiempo que recordaba que no hay riesgo de padecer efectos secundarios adicionales a los ya conocidos (fiebre, sensación de cansancio y dolor en la zona del pinchazo). No obstante, reconocía que esta dosis de refuerzo no se pondría si no hubiera tantas vacunas en las neveras -las comunidades guardan unos cinco millones de sueros pendientes de suministro, según los últimos datos facilitados por el Ministerio de Sanidad-.

Lo que sí tiene claro el experto es que la dosis de refuerzo no se proporcionará a la población general, ya que la cohorte de edad para la tercera dosis bajará “como mucho” hasta los 60 años. En el Estado español, solo dos comunidades autónomas (Galicia y Asturias) se encuentran efectivamente en esa nueva normalidad con incidencias inferiores a los 25 casos de coronavirus por cada 100.000 habitantes a 14 días. El resto de territorios presentan incidencias de riesgo bajo y medio, pero la mayoría continúan con una tendencia a la baja en la transmisión.