Doctor en Psicología con una amplia trayectoria en los ámbitos de la prevención y la promoción de la salud sexual, la consulta clínica, la docencia o la investigación, el navarro José Luis García aborda un problema que no es nuevo pero ante el que buena parte de los progenitores carecen de criterios educativos.

"En estos momentos, el porno violento es la referencia educativa más importante para los menores en el ámbito de la sexualidad", sentencia el experto.

Tus hijos ven porno. ¿Qué hacer? Taller para madres y padres vergonzosos, es una actividad que se desarrolla en Vitoria-Gasteiz este sábado y que tiene inscripción gratuita: haz clic aquí.

¿Por qué los padres y las madres tienen tanto pudor a la hora de abordar este asunto?

-Es un problema cultural. Los padres de estos padres de ahora también tuvieron este problema. Nuestra cultura no ha sido capaz de abordar de una forma normalizada y saludable la sexualidad. En las familias españolas no se habla de sexualidad, o por lo menos no se habla de los temas sexuales que interesan a los chicos. Cuesta hablar de las relaciones sexuales, de la masturbación, del porno, del placer sexual... son temas que no se tocan en casa y, si se tocan, los padres se ponen muy nerviosos. Es un problema generacional. Y en ese contexto el porno ha encontrado un hueco fantástico. Está desbordado, pletórico, y sigue su expansión sin ningún tipo de control. Entonces los padres han decidido que el porno eduque a sus hijos. Esta es la realidad, lo miremos como lo miremos. Y esto tiene un serio riesgo. Yo hablo de una generación de niños y niñas pornográficos.

¿Cuál es la primera clave que suele trasladar a estos progenitores que, entiendo, llegan bastante perdidos a sus talleres?

-Que rompan con ese bucle generacional y decidan quién hace educación sexual a sus hijos: si ellos o el porno. El dilema es ese, no mareemos la perdiz. Antes de los 18 años, prácticamente la totalidad de los jóvenes españoles ha visto porno. Según algunos sociólogos, una cuarta parte de los jóvenes ha visto 10.000 horas de porno antes de llegar a la mayoría de edad. Y esto es muy importante desde el punto de vista psicológico, porque viendo esas imágenes están obteniendo placer y reforzando eso que ven. ¿Y qué ven? En su inmensa mayoría, es un porno con dosis de violencia. Desde una asfixia, unos azotes, una felación con arcadas, hasta tortura y violaciones a niñas. La sexualidad es una dimensión positiva, saludable, que tiene que ver con los afectos, con el placer, con el deseo, con el respeto mutuo y la empatía, pero el porno nos ofrece la idea de que la violencia es excitante, que está muy bien, que a las chicas les gusta y les empodera. Esto no se puede aceptar bajo ningún concepto, pero es lo que les estamos transmitiendo a nuestros chavales: que la agresividad, la violencia y la sexualidad van de la mano.

¿Y cuál es la consecuencia de esto?

-La principal, que estamos haciendo unos futuros adultos agresores, violentos y machistas. La Fiscalía española habla ya en sus dos últimos informes de un 40% de incremento de las agresiones entre menores y de un 25% más de las agresiones sexuales, muchas de ellas en grupo. Y probablemente el porno tiene mucho que ver en esto último.

Romper el hielo no resultará nada fácil para los padres.

-Claro que no es fácil, pero que piensen en el futuro sexual de sus hijos. Y que piensen también ellos qué les hubiera gustado. Porque a los padres les hubiera gustado otra cosa y ahora están repitiendo con sus hijos lo mismo que les pasó a ellos. La educación sexual que había durante el franquismo estaba basada en el pecado, en el silencio, en la culpa... y eso fue contraproducente y nefasto. Pero la situación ahora es totalmente distinta y no hay que ser un sexólogo reputado para hacer educación sexual. Fórmate, habla con ellos y da tu punto de vista, porque tu ejemplo va a ser lo más importante. Hay que ponerse las pilas. Y estos talleres tienen justo esa pretensión de capacitar, de formar a los padres, para que luego puedan soltarse un poco, romper ese hielo, cambiar. Porque insisto, es el porno, o ellos.

Hablamos de un problema que no es nuevo, pero ¿cree que está empeorando ahora que buena parte de la juventud está permanentemente conectada a Internet y utilizan redes que la exponen tanto?

-Absolutamente. Yo creo que los jóvenes están abandonados a su suerte. La industria del porno es muy poderosa. Y cualquier niño que tenga un móvil con acceso a Internet se va a topar con el porno, sí o sí. Los algoritmos van a ir a buscarlo, porque es su objetivo: crear adictos, consumidores. Está perfectamente estudiado que el mecanismo de adicción del porno es muy parecido al del alcohol, el tabaco y las drogas. Y luego tenemos redes como Instagram, que promueve la exhibición y los likes, OnlyFans, que haciendo eso encima ganas dinero... tenemos una situación muy complicada para muchos adolescentes sin recursos ni formación.

¿Complicado encontrar un equilibrio, si eso existe, entre la prohibición y el dejar vía libre para todo?

-Esto es un debate increíble que ningún país ha resuelto. Inglaterra ha intentado regularlo varias veces, pero hay un debate social, político, religioso e ideológico grandísimo en torno a este asunto. Yo creo que de momento va a ser prácticamente imposible regular esto. Yo prohibiría el porno violento, como la pornografía infantil. O, al menos, regularía el acceso de los jóvenes. Pero como eso va a ser prácticamente imposible, no nos queda otra que capacitar. Tenemos que educar a nuestros chavales para que ellos decidan no ver un tipo de porno que les hace daño, y que hace daño a las mujeres y a las niñas. Que no legitimen ni consuman ese material porque no es saludable ni bueno para ellos. Y hablarles también sobre otros estímulos, porque ellos los van a utilizar, sí o sí.

¿Por ejemplo?

-Yo soy sexólogo y entiendo que los chavales van a usar estímulos eróticos para excitarse. Esto ha sido así desde siempre, y el estímulo audiovisual es muy atractivo. La palabra pornografía confunde y a mí me gusta diferenciar entre películas sexuales eróticas y pornoviolentas. Y hay películas que se pueden utilizar para esos fines porque jamás van a recurrir a la violencia como estímulo.