“Vengo de un mes de noviembre malo y quiero abrir cuanto antes”. Sergio Fayanás, propietario de la tienda de jabones ecológicos Biopompas, arrastraba a escobazos el lodo y el agua que el río le dejó el viernes. En su pared, la marca de suciedad evidenciaba que el nivel había alcanzado el medio metro, igual que en la anterior gran riada de la Rochapea. Junto a su vecino Txomin, de la carnicería Domínguez, comentaba ayer los siguientes pasos: reclamaciones a los seguros, esperar a los peritos, etc. “La propietaria, (la misma para Biopompas y Domínguez) quiere ir al Consorcio, así que tendremos que esperar a que vengan”, expresaba.

El viernes Fayanás no pudo ni llegar a su local. A las 10 de la mañana, cuando abre, el agua ya llegaba por las rodillas en la calle Joaquín Beunza. “El producto no se ha dañado mucho, porque viene envuelto en plástico, pero todas las estanterías son de madera y se han hinchado”, relataba. La preocupación de Fayanás, como la de tantos otros comerciantes de la Rochapea, es abrir cuanto antes. “Vengo de un mes de noviembre malo, en diciembre con los puentes tampoco ha ido bien y ahora esto”, decía resignado. Su empeño estaba en abrir de nuevo la persiana el lunes. “El producto no está dañado y lo sacaré adelante, pero lo importante es no estar más días de los dos que llevamos sin ingresar dinero, porque a final de mes las facturas llegan siempre”, remataba Fayanás.

Frente a su local, en Gráficas Xabier, el agua volvió de nuevo menos de 10 años después. “Entre las 8 y las 9 de la mañana puse a salvo todo lo que pude, pero me caí de la escalera y tuvieron que llevarme a Urgencias”, afirmó Iban Garro, propietario del negocio con una herida de siete puntos en la ceja. “Esta es la máquina más importante, el lunes vendrá el técnico a verla porque no arranca”, contaba preocupado, mientras familiares y amigos le ayudaban a sacar las cajas y papales dañados. A la espera de lo que suceda con la maquinaria, a Gráficas Xabier esta riada le ha provocado también retrasos en encargos ya realizados. “Tendremos que volver a hacer varios calendarios que ya los habíamos impreso y también un encargo de un libro”, comentaba Garro.

En el entorno de la calle Joaquín Beunza y Bernardino Tirapu fueron cientos de personas las que contribuyeron de algún modo a devolver a lo más parecido a una normalidad a todos los comercios y bares.