Los cafés del desayuno, los pintxos de antes de comer y las cervezas regresaron este martes a su hábitat natural con la eliminación de las restricciones en la hostelería. El consumo en barra ha vuelto, esperemos que por última vez, y lo ha hecho con calma, en parte porque la clientela se ha acostumbrado a las mesas y las terrazas, en parte porque ha vuelto en martes -habrá que esperar al jueves y al fin de semana para volver a verlas en su máximo esplendor-.

En cualquier caso, las circunstancias no evitaron que al mediodía decenas de personas se acercaran a los bares del centro -especialmente en Estafeta, San Nicolás, Mercaderes o Navarrería-. El fin de las restricciones en hostelería -a excepción del uso de mascarilla cuando no se esté consumiendo- fue recibido con mucha alegría por parte de clientes y trabajadores, aunque también con precaución, ya que en el recuerdo de todos queda que la última vez que se eliminaron las restricciones la alegría duró menos tres meses -de principios de octubre a finales de diciembre, cuando la sexta ola de la pandemia obligó a tomar las medidas que hoy han quedado atrás-.

"Esto es otra historia. Si te tienes que sentar en una mesa pues ya la cosa cambia, aunque casi que ya nos habíamos acostumbrado. Pero bueno, esperemos que esto venga ya para quedarse, porque la hostelería está sufriendo mucho", apuntaban Txema Martínez y Félix Benedí, mientras se tomaban un vino en la barra del bar Ulzama, en San Nicolás.

Roberto Recasens, uno de los propietarios del bar Río, también en San Nicolás, coincidía en el primer día con consumo en barra en destacar que la clientela se ha acostumbrado a consumir en las mesas. "La gente entra y lo primero que busca es mesa, aunque también hay alguno que todavía prefiere barra. Lo bueno que tenemos ahora es que cuando se llenan las mesas, pues queda la barra, porque estos meses hemos tenido mucha gente que se quedaba sin entrar", apuntó Recasens.

Y es que, aunque las últimas restricciones no decían nada de aforos, al permitirse únicamente el consumo en mesa, la capacidad de los locales de hostelería quedaba muy limitada, sobre todo los fines de semana. "Con el aforo que teníamos, para lunes, martes y miércoles nos defendíamos, y a partir del jueves nos íbamos quedando cortos", explicó Recasens.

Es por ello que, por el momento, la vuelta del consumo en barra no se hizo notar demasiado en algunos locales. "Hoy se ha notado algo, pero seguro que el fin de semana se notará mucho más", opinaba Ricardo Irisarri, del bar Kiosko, en la Plaza del Castillo.

Con pies de plomo

Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que nadie puede confiarse, y que lo que un día es tranquilidad semanas después puede cambiar radicalmente. Y si alguien sabe de esto son los hosteleros. Por ello, la vuelta a la normalidad se tomó también con precaución. "Vamos con pies de plomo, porque ya hemos perdido la cuenta de las veces que nos han vuelto a poner restricciones", apuntaba Tatiana Sesma, camarera del Iruñazarra, en la calle Mercaderes.

Coincidía con ella Moisés Aguirre, camarero del bar Ulzama, aunque se mostraba esperanzado de que esta vez la normalidad haya venido "para quedarse".