Celebramos el Día Internacional de la Mujer después de dos años en los que las enfermeras hemos luchado contra una terrible crisis sanitaria y social demostrando que nuestra excelente cualificación, experiencia y ejercicio profesional era la única garantía para ofrecer los mejores cuidados y la mejor atención posible en unos momentos tan duros y difíciles. Hemos vuelto a demostrar que somos referentes insustituibles y esenciales dentro de un sistema sanitario y una sociedad que, lamentablemente, aún nos minusvalora invisibilizando lo que somos y hacemos. En una profesión eminentemente femenina como la nuestra, el género sigue siendo el origen y causa de numerosas desigualdades que obstaculizan e, incluso, impiden nuestro pleno desarrollo, no solo a nivel profesional, sino también personal y social.

En pleno siglo XXI, en 2022, murallas levantadas desde hace siglos por haberse asociado socialmente los cuidados al ámbito doméstico y al rol femenino nos imposibilitan avanzar profesional y laboralmente. Aún nos cuesta tres veces más llegar y permanecer en altos cargos de responsabilidad y gestión, nos cuesta tres veces más lograr la corresponsabilidad de los derechos de la vida laboral, familiar y personal... nos cuesta todo tres veces más.

Somos también aún una profesión que debe luchar contra estereotipos sexistas y retrógrados, contra falsas creencias en cuanto a nuestra labor y lugar dentro de los equipos de profesionales sanitarios, contra situaciones de violencia y agresión y contra comentarios y actitudes que constatan un machismo aún latente en parte de nuestra sociedad. Las más de 282.000 enfermeras de nuestro país no solo somos excelentes desarrollando nuestra labor asistencial o de cuidados, somos excelentes en la docencia, formación, investigación, gestión y en otros muchos ámbitos de actuación gracias una formación universitaria de Grado que es reconocida y admirada en el resto del mundo.

Lo somos, es indudable, pero también tenemos que creérnoslo nosotras mismas y, sobre, todo, rebelarnos contra la discriminación y reivindicar lo que nos merecemos, nuestro lugar dentro del sistema sanitario. Reclamar un trato justo e igualitario y condiciones adecuadas de trabajo, alejadas de la precariedad y la temporalidad, que nos permitan conciliar nuestra vida profesional y personal.

Necesitamos de nuestros responsables públicos y políticos medidas valientes, decididas e innovadoras que promuevan una igualdad real y efectiva. Medidas que mejoren el acceso y permanencia en el empleo de las mujeres, medidas que fomenten la promoción profesional a puestos de responsabilidad y dirección y medidas que propicien el ejercicio corresponsable de los derechos de la vida laboral, familiar y personal.

Para ello, las enfermeras debemos dar un paso adelante, alzar nuestra voz y exigir que nuestra autonomía en el trabajo, desarrollo profesional, aprendizaje continuo y gestión del conocimiento sea reconocido y aprovechado para lograr el interés general que a todas y todos nos une, como es mejorar la salud, bienestar y calidad de vida de cualquier persona.

Las enfermeras somos muy conscientes de que vivimos tiempos convulsos y muy preocupantes, pero estamos firmemente convencidas de que alcanzar una igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres es la única garantía para tener un mañana más justo y sostenible, como reza el lema de la ONU para este Día Internacional de la Mujer.

Nuestro futuro, el de todas y todas, será mejor si todas y todos avanzamos juntos y como iguales.

*La autora es secretaria general de SATSE Navarra