El mes de febrero del año 2022 fue, sin duda, el peor para Sasha. Esta niña ucraniana, de apenas 8 años, recibía el 16 de febrero una de las noticias más duras: tenía un tumor cerebral. Pero la cosa no quedó ahí. Apenas ocho días después, estallaba una guerra en su país que le iba a hacer que su proceso de recuperación tuviese todavía más trabas.

Pero entonces apareció una ONG, Ekialdea, y un pueblo, Cáseda, que iban a lanzarle un salvavidas. Esta asociación que trabaja con personas con discapacidad, víctimas de minas y de guerra, se puso en contacto con Olena, una mujer ucraniana que hace casi 20 años reside en esta localidad de la comarca de Sangüesa, para comunicarles su intención de ayudar a los refugiados que podrían llegar a Navarra.

"Hemos trabajado durante muchos años con refugiados saharauis, y viendo la crisis de Ucrania Ekialdea decidió abrir sus dos pisos en Cáseda para acoger a estas personas que huyen de la guerra", explica una de las integrantes de la asociación.

Olena, que ya había viajado a Ucrania a recoger a una amiga de su infancia y a sus dos hijos -los cuales acoge en casa-, no dudó en que una de las personas que tenían que llegar era Sasha, su sobrina.

"Es una niña con un tumor cerebral, y cuando nos dijeron que venía empezamos a llamar a todos los contactos que tenemos para que se le tratase", cuentan desde Ekialdea. Sasha llegó hace apenas una semana, y ya ha tenido consulta en el hospital, se le ha hecho una resonancia y ahora está en espera para ver cuál será su tratamiento y si precisa de cirugía.

"Ha venido con su madre y su hermana, que es más pequeña, y en el otro piso está otra madre con dos chicos y la abuela", contabiliza una de las miembros de una asociación que cuenta con un equipo médico de voluntarios y que realizan el "tratamiento y seguimiento" de estos pacientes.

"Llevamos 8 años y somos una ONGD abierta a la ayuda internacional. Acogemos a personas de cualquier país en conflicto, y les ayudamos. Vienen niños con secuelas, discapacidad, parálisis cerebral€ si hay posibilidades les ayudamos. Algunos repiten 3 ó 4 años y otros en el primer año solucionan su enfermedad. Depende de su evolución", explican desde una organización que cuenta con una veintena de voluntarios activos y luego una red de colaboradores que, en ocasiones especiales como ésta, se vuelcan en ayudar.

"La gente siempre se ofrece, y Cáseda siempre ha colaborado mucho, con sensibilidad y empatía. La gente pregunta todos los días, y Olena está siempre encima de ellos", agradecen, reconociendo también que "el Ayuntamiento ha ayudado desde el primer momento, y cuando nos dijeron que venían Policía Foral y Guardia Civil también han contribuido a que estuvieses cubiertos".

Ahora, Sasha, su familia, y el resto de ucranianos que viven en Cáseda, que se encuentran "bien físicamente", van superando los días con la preocupación añadida de lo que sucede en su país, donde han dejado abuelos, hermanos mayores y padres, como el de Sasha, que además tiene que conllevar la carga emocional de la salud de su hija. Pero Ekialdea y la localidad se encargan de cuidarla.