- En 2020, el año clave de la pandemia, se realizaron en el Estado 88.269 interrupciones voluntarias del embarazo, una cifra inferior a la de años previos, pero que volvió a reflejar la disparidad territorial en una intervención que es legal desde 1985 y que afronta un cambio de reglas.

Los de 2020 son los últimos datos hechos públicos con el Ministerio de Sanidad, que muestran una tasa de 10,33 abortos por cada mil mujeres de entre 15 y 44 años, con Catalunya 13,44, Asturias, 12,03 y Baleares, 11,87 a la cabeza, y Galicia, 5,71, La Rioja, 5,86 y Extremadura 6,43 a la cola.

Son tasas elaboradas a partir de la comunidad de residencia de las mujeres que ocultan una de las realidad que quiere cambiar la reforma de la ley del aborto que llega mañana a la mesa del Consejo de Ministros: en cuatro comunidades -Madrid, Castilla-La Mancha, Murcia y Extremadura- no se realizó ningún aborto en un centro público.

Doce provincias, añade el Ministerio de Igualdad para subrayar la necesidad de la reforma, no han notificado ni una sola interrupción voluntaria del embarazo en los últimos cinco años, ni siquiera en centros privados: Jaén, Toledo, Cuenca y Guadalajara en Castilla-La Mancha; Huesca y Teruel en Aragón; Palencia, Segovia, Ávila, Zamora y Soria en Castilla y León, y Cáceres en Extremadura, además de Ceuta y Melilla.

Estos datos muestran que muchas mujeres tuvieron que cambiar de provincia para acceder a un aborto y que la inmensa mayoría acudió o fue remitida a un centro privado, que practicaron el 84,5 % del total en 2020.

La norma diseñada por Igualdad junto al Ministerio de Sanidad quiere garantizar que en todos los centros públicos se realizan interrupciones voluntarias del embarazo.

El derecho constitucional a la objeción de conciencia, subrayó la titular de Igualdad, Irene Montero, al presentar los ejes de la ley el pasado febrero en el Congreso, debe ser garantizado para cada profesional que lo solicite, pero su ejercicio no puede suponer un impedimento para el libre ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de ninguna mujer. Para ello se plantea diseñar un registro de profesionales sanitarios objetores, como el recogido en la ley de la eutanasia, lo que permitirá a los responsables sanitarios de las comunidades autónomas conocer y organizar sus recursos para garantizar la prestación en los hospitales de su red.

Además de asegurar que los centros públicos realizan abortos, el anteproyecto recogerá medidas novedosas, como la baja laboral por menstruaciones dolorosas, y mantiene como objetivo principal eliminar la exigencia de autorización parental para que aborten las menores de 16 y 17 años, introducida por el PP en 2015.